lunes, 26 de octubre de 2020

Mengele Zoo (Capitán Swing y Nórdica libros), de Gert Nygardshaug

                         

Los libros de Historia le habían contado sobre el sufrimiento humano  y la brutalidad del ser humano, sobre el deseo por el poder y sus obscenidades, sobre la necesidad y la miseria, pero aún no había encontrado el verdadero libro de historia, aquel que contara sobre la brutal destrucción de la naturaleza, sobre la soberbia del hombre ante las plantas y los animales, el libro de historia que pusiera al ser humano en el lugar que le corresponde: la mayor alimaña del planeta. Sustancialmente, esa es la razón del título elegido para esta primera obra de una trilogía, Mengele Zoo (Capitán Swing y Nórdica libros), del escritor noruego Gert Nygårdshaug (1946). Somos la mayor alimaña del planeta. Hemos configurado un mundo a imagen y semejanza del doctor Josef Mengele, quien durante la segunda guerra mundial realizaba crueles y aberrantes experimentos con animales y humanos. Mengele Zoo es un visceral cuestionamiento de nuestra inconsecuencia e inconsciencia. Fue publicada hace treinta años, y su publicación ahora en castellano no hace sino dejar en evidencia que hemos alentado el crecimiento de nuestro tumor, como un virus que se expande inclemente y voraz. Las sociedades con sus ciudades, coches, asfalto y petróleo son un cuerpo sin cabeza, un amenazante tumor canceroso que crece sin control. Este es el relato de la gestación de una conciencia combativa. Mino, su protagonista, cuando es un niño en una apartada aldea de una selva tropical, se fascina con las mariposas, con su deslumbrante y sorprendente belleza, a la que vez que se sobrecoge con la crueldad que despliegan los soldados que imponen su cruel capricho, y los gringos que arrasan la selva para la extracción de petróleo o caucho. Había otros muchos países con armeros, soldateros, carabinero y gringos voraces que trabajaban para una u otra compañía. Asediaban a la gente pobre, mataban animales inocentes y destruían los grandes bosques. Y así seguirían y seguirían hasta que en el mundo solo hubiera gringos y coches. Entonces todo el planeta apestaría.

Este es el relato de una odisea. Mino cruza fronteras, océanos, conoce poblados diversos y ciudades, viaja durante un tiempo con un mago que, gracias a una sustancia con la que se embadurna el cuerpo, se presenta como un cuerpo en llamas, es recluido en prisión,  y torturado, por haber matado al oficial armero que ejercía la crueldad con sus vecinos, estudia los rostros de la diversidad de personas con las que se cruza,  y constata que predomina en sus semblantes la indiferencia, y sino el odio y brutalidad, el miedo, la angustia y la tristeza, y en algún puntual caso la alegría. Ya había llegado a una conclusión: la mayoría de los habitantes de esta ciudad, eran superfluos, no hacían nada especialmente provechoso. Eran armeros sin uniforme ni pistolas. Es algo que también constata cuando viaja a Estados Unidos porque quiere ver en primer plano cómo es la gente común y corriente que permite que el sistema sea lo que sea. Más allá de las decisiones que toman empresarios y gobernantes, o el Banco Mundial, el ciudadano medio es cómplice de un sistema que arrasa con su entorno y otras especies en un constante ejercicio de exterminio y desertización. Mientras seguimos mirando al ombligo de nuestra particular parcela de vida, se sigue extrayendo el aliento del entorno que habitamos, no como si fuera un conjunto del que formáramos parte, sino como si fuera nuestro suministro de recursos. No solo el actual sistema debía ser derribado y aniquilado para siempre, la imagen del ser humano también debía ser destruida. Mino conformará, como un cuerpo en llamas de indignación, el Grupo Mariposa, un pequeño grupo de activistas (que otros llaman terroristas) que se dedicarán a atentar y matar a los que con sus decisiones destruyen entornos naturales, indiferentes a las vidas que afectan, y destruyen, sean humanas o de otras especies, como si fuera una máquina que borra sin preocuparse del hecho de que nada crecerá a su paso. Exigen la condonación de las deudas de los países que deben plegarse a la explotación de su entorno natural por parte de empresas extranjeras para meramente sobrevivir como sociedad (esa prisión de horizonte en la que nos encarcelan para seguir permitiendo las acciones destructoras y explotadoras), la liberación de los entornos naturales y las compensaciones económicas para los afectados por esa virulenta actividad depredadora económica. Había entendido que difícilmente surgirían nuevas guerras de grandes dimensiones en el mundo, ahora era el turno de otra guerra, la del terror sistemático contra quienes tenían el poder de destruir, causar peste y oprimir. Aquellos que nunca habían entendido los importantes desplazamientos de las hormigas, la comunicación entre las hojas, los magistrales sentidos de los animales y la necesidad de reproducción del todo.

Mino durante su infancia conoce de primera mano la crueldad del ser humano en cualquier escala, qué fácilmente infligimos daños sin remordimientos ni arrepentimientos, o qué fácilmente aceptamos con indiferencia las aberraciones que se infligen a otros,  o a la naturaleza, porque nos basta con que nuestra particular parcela de vida aparente estabilidad (e inmunidad). Seguimos teniendo hijos porque se desea satisfacer la propia ilusión, pero no se dispone de visión de conjunto sobre la creciente superpoblación y el hecho de que eso suponga un incremento de explotación y destrucción de reservas naturales. No hay visión de conjunto, solo del propio ombligo (de la propia apetencia). ¿Cuántos millones podía alimentar el planeta sin que esto afectara al equilibrio ecológico a largo plazo? Del mismo modo, hoy en día, con la irrupción del Covid-19 en nuestra vida, están los desean que todo vuelva a ser como antes, que acabe pronto esta molesta interrupción de la cinta corredera (con el soma del suministro incesante y la satisfacción de nuestros caprichos y el enganche a la extensiones tecnológicas de las que somos ya extensiones) y el sistema siga con su engranaje, y están los que consideramos que el virus es la reacción de un naturaleza que se revuelve para no ser aniquilada del todo. Es un equivalente de este Grupo Mariposa que protagoniza esta excelente novela. Nos intenta concienciar, despertar, con contundencia, pero nos puede la comodidad de guiarnos por el capricho y la apetencia. Es más cómodo no pensar en las consecuencias de nuestros actos, no sentirnos responsables ni esbirros de ningún sistema. La alimaña solo se preocupa de sí misma.

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