domingo, 23 de junio de 2019
Pleno verano
Pleno verano (A la verticale de l'ete, 2000), de Tran Anh Hung, comienza con unos personajes despertándose, y estirándose lentamente. Así es la narrativa de este gran cineasta, un despertar de sensaciones, estirándose, palpando el tiempo, un cine de presencias, de captar presencias, el de los cuerpos, la textura de un pollo, el humo del incienso, el agua en una vasija. Cuerpos que se abrazan, que se buscan, porque en el tacto nos encontramos. Otro personaje, Quoc (Chu Hung), fotógrafo,dice que fotografía plantas más que rostros porque en las primeras encuentra paz. La armonía que destila la narrativa de Hung se hace eco de la escisión en la que viven los personajes, entre la presencia y la ausencia. En el cine de Tran Anh Hung, la narrativa se escancia como el agua. Hace de la narración armonía que se destila como un trance de conciliación a la vez que relata el desencuentro de unos personajes extraviados en una escisión vital que anhela residencia en el 'entre' con los otros. Mark Lee Ping Bin hace sentir con la dirección fotográfica la textura de las materias, una celebración de los sentidos y de las presencias, ese conjunto en el que se anhela sentirse conciliado con lo real, con la otredad.
Una liviana cortina separa las camas de los dos hermanos a los que hemos visto despertar y estirarse en la primera secuencia (situación recurrente en la narración), pero hay mañanas en las que él, Hai (Ngo Quang Hai), se encuentra con que ella, Lien, ha cruzado esa 'frontera' para dormir junto a él. Lien (Tran Nu Yen Khe), en las primeras secuencias, ríe con la idea de que cree que la gente piensa que son novios. Como piensa que forman una pareja ideal. Lien, a su vez, tiene un novio, con el que mantiene una relación que se define por la indeterminación. El novio reconoce que ella es más joven, pero más madura, lo que le impone y hace que a veces la rehuya. Con su hermano, extra en varias películas, recrea una escena que tiene que interpretar, la despedida de dos amantes, en la que él toca su espalda, ella se vuelve y se miran. Más adelante, la escena se recreará con su novio. Reflejos, espejos, duplicaciones, escisiones.
En la secuencia en que Lien, con sus dos hermanas, Suong (Nguyen Nhu Qhynh) y Khanh (Le Khanh), prepara la comida para festejar el aniversario de la muerte de su madre, aluden a una tradición del pasado según la cual las mujeres no podían tocar la cabeza de los hombres, su parte noble. Pero la cabeza de los hombres no parece saber dónde está. El fotógrafo antes citado, Quoc, casado con Suong, con quien tiene un hijo, se ausenta unos días junto a un lago, en el que reconoce a otro lugareño que no encuentra su lugar, ese donde sentir que uno reside. Se baña en las aguas, flotando en ellas, pero las aguas de su interior están escindidas. Desde hace años mantiene una relación con otra mujer, con la que tiene un hijo. No siente que resida en ninguno de los dos hogares, porque en cada uno siente la nostalgia del otro. A su vez, Suong mantiene una relación con otro hombre. Son encuentros, exigido por ella, en los que no intercambian palabras, sólo el silencio de los cuerpos sintiéndose. Hombres y mujeres no parecen saber dónde tienen su cabeza.
El marido de Khan, Kien (Tran Manh Cuong), es escritor. Escribir, el proceso creativo, es sentir el tiempo, mientras se intenta crear una trama, construir un sentido. Kien se siente bloqueado en el progreso de su primera novela, y se fascina, o intriga, con la idea que cuentan sus hermanas sobre la posible figura de un hombre que fue el verdadero amor de su madre. Las mentes siempre parecen estar fuera, en otro lugar, no del todo presentes. En una bella secuencia le vemos a Kien, en sucesivos planos, bregando con la escritura, errando en su mente. Acaricia una vasija, sostiene con una vara una mantis que posa sobre unas plantas, deambula entre las estancias, mientras al fondo del encuadre se mueven, estiran, las cortinas. Se escucha el sonido de los grillos, el roce del viento en las hojas de los árboles, una voz que canta en la distancia, Khan, a la que se acerca. Ella le sonríe, le hace un gesto para que se acerque, y se besan. Y le dice que está embarazada. Noticia que hace feliz a Khan, a la vez que sobrecoge como cuando ella aceptó casarse con él. Khan realizará un viaje para documentarse, en el que tendrá una relación con otra mujer. Tampoco parece saber dónde tiene la cabeza, cuál es la trama qué construye y habita en su vida.
El agua es un elemento recurrente en la narración, como el abrazo. Llueve, y las calles parecen un caudal de agua en el que circula la gente. En el siguiente plano Lien observa unas estanterías con peces dentro de pequeñas peceras, separadas, como aquellas en las que parecen estancados los personajes mientras buscan esa sensación, esa relación, en la que sientan que residen, y que están junto al otro, junto a la misma vida, presentes. Cruzar esa cortina que les separa de los otros, y despertar junto a ellos, estirarse con ellos.
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