martes, 15 de mayo de 2018
The tall target
Hay un cierto subgénero, no codificado, de obras, en el cine norteamericano, que giran alrededor de una amenaza de atentado a su presidente. Como hay otro de obras cuya peripecia dramática tiene lugar parcial, o enteramente, en un tren. Y, por último, están el de esas obras cuyo arco temporal es el de un corto espacio de tiempo, sostenidas sobre la urgencia de enfrentarse a una situación que debe resolverse a contrarreloj. The tall target (1951), del gran Anthony Mann, que fue años atrás proyecto de Joseph Losey, pertenece a las tres. El magnicidio anunciado (ese objetivo elevado al que alude el título original) es sobre el presidente Lincoln, inspirado en la Trama de Baltimore (no se ha verificado si la amenaza era real, pero sí que se incrementaron las medidas de seguridad para la investidura de Lincoln en Baltimore, en 1961). Detalle anecdótico pero curioso: el protagonista, el policía que fue guardaespaldas de Lincoln, y que se esfuerza en desbaratar los planes de los conspiradores, se llama John Kennedy (Dick Powell); existió un John Alexander Kennedy que intervino para neutralizar la amenaza, pero no era un mero sargento, como en la película, sino superintendente. Segundo detalle anecdótico pero curioso: se pretende usar a un francotirador con mira telescópica para asesinar al presidente. La acción tiene lugar durante el transcurso de una noche en el tren en el que viaja el protagonista a Baltimore, casi se puede decir que solo contra todos ( ya desde el momento en que tira su placa a su jefe de policía porque desprecia su convicción de que se vaya a producir ese atentado).
En primera instancia, como si nos encontráramos en la atmósfera de extrañamiento de Alarma en el expreso (1936) de Alfred Hitchcock, se enfrenta a la situación de que tiene que demostrar quién es: el policía que había ido previamente al tren con su billete ha desaparecido. Buscándole le encontrará muerto en el último vagón, aunque no puede evitar que, por un zarandeo del tren, el cadáver caiga. Cuando vuelve a su sitio hay un hombre, el asesino (Leif Erikson), que porta su abrigo, su pistola y sus credenciales. Afortunadamente, en el tren viajA el coronel Jeffers (Adolphe Menjou), presente en la secuencia inicial de la comisaria, que corrobora quién es. Aunque pronto intuiremos,y así se confirmará, que está detrás del atentado, como que el arma ejecutora es Lance (Marshall Thompson), el soldado secesionista que ya había advertido que porta un fusil de mira telescópica.
Parentesis: Me da la sensación de que no es casual que Menjou, que colaboró en el Comité de actividades norteamericanas, interprete a ese personaje que participa en un atentado hacia alguien de espíritu republicano que abogaba por el abolicionismo. Esta obra está fechada en los momentos más tensos de la Caza de Bruja, y Mann era claramente simpatizante de las ideas republicanas y de inclinaciones progresistas. De hecho, Will Geer, que interpreta al revisor, se negó a declarar ante el Comité de Actividades antiamericanas, y tras esta película no volvió a trabajar en otra producción cinematográfica hasta 1962. Otro detalle que refleja la sutil inteligencia para que no les quemara la persecución de todo lo que oliera a crítica progresista, pudiendo soltar la carga de profundidad de modo más solapado: Kennedy en un momento dado se declara que no es abolicionista ni republicano, pero sabe el valor de lo que representa alguien como Lincoln.
Mann crea tensión con el encuadre, con la relación entre los objetos y los personajes, o la disposición de las figuras dentro del mismo . Y sabe crear una atmósfera tensa, de febril nocturnidad, como en la secuencia de la pelea entre Kennedy y el asesino bajo las ruedas del tren y cubiertos de humo. Deja caer apuntes, mediante las conversaciones de los pasajeros, sobre las diferencias de ideas con respecto a Lincoln y las consecuencias que traerá su nombramiento como presidente (que no dejan de ser reflejo de los tiempos presentes entonces). Véase el caso de Rachel (Ruby Dee), la criada negra de Ginny (Paula Raymond), la hermana del soldado secesionista, que no la califica como esclava,cuando, como apunta Rachel, no es libre de irse si quiere. Y no faltan aspectos que evocan la citada obra de Hitchcock: la tensión sobre la ambivalencia de las apariencias, o lo incierto de las reacciones de cada personaje, que encuentra su ingenioso reflejo en detalles como que alguien escriba una frase en una ventana, que leído al revés es una información clave). El plano final del Capitolio en pleno proceso de construcción apuntala el comentario crítico subterráneo sobre unas circunstancias en esos años que poco tenían que ver con algo llamado democracia.
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