martes, 30 de enero de 2018
Mayor Dundee
A la hora de entrar en consideraciones sobre 'Mayor Dundee' (Major Dundee, 1964), de Sam Peckinpah, no hay que pensar en lo que pudiera haber sido, si no hubiera sufrido las diversas mutilaciones alteraciones de montaje, sino aceptar con resignación imposiciones como la fanfarria musical de Daniele Amfitheatroff, cuyos grandilocuentes acordes de impostada glorificante épica nada tienen que ver con un sombrío y esquinado relato que desentraña a un personaje que poco tiene tanto de héroe como de caballero (dandy), este Mayor Dundee (Charlton Heston) que obcecado persigue al apache Charriba como, en palabras del actor R.G.Armstrong (que interpreta aquí a una variante del fanático religioso de 'Duelo en la alta sierra', 1962), Achab a Moby Dick (el montaje original, según sus palabras, era 'Moby Dick sobre una silla de montar'). Dundee es, asímismo, una variante del coronel Thursday que interpretaba Henry Fonda en 'Fort Apache' (1948). La trama, por un lado, se inspira en sucesos que inspiraron otra de las obras de caballería de Ford, 'Río Grande'(1950), el secuestro de niños por parte de los indios, y por otro en el uso durante la guerra civil, por parte de los nordistas, de prisioneros confederados para combatir a los indios en la frontera con Méjico, ya abordado en la notable 'Entre dos juramentos', 1950, Robert Wise. En ambos casos, los que detentan el mando son dos militares amargados, relegados del campo de batalla, incluso en el caso de Dundee para ser convertido en carcelero de su enemigo. Por eso, decide montar su particular guerra compensatoria. Perseguir su particular ballena blanca. De hecho, el guión original, de Harry Julian Fink Jr, se centraba más en la figura del trompeta Ryan (Michael Anderson jr), con un enfoque de obra de aventuras más ortodoxa. Peckinpah, que estaba trabajando en un guión que cuestionaba la figura del General Custer, transformó radicalmente el enfoque del guión, con la colaboración de Oscar Paul, para trazar el retrato de un militar de características similares al que pretendía desarrollar en su proyecto sobre Custer.
Tyreen (Richard Harris), el oficial superior sudista, es precisamente su reverso. Como la obra precedente, 'Duelo en la alta sierra' y la posterior, 'Grupo Salvaje' (1969), 'Mayor Dundee' condensa su debate subterráneo en dos figuras contrapuestas, aparte que en los tres casos compartan una amistad que viene de largo tiempo atrás, y como 'Grupo Salvaje' teñida con la traición o el resentimiento: Antes de la guerra, cuando eran parte integrante del mismo ejercito, Dundee no apoyo a Tyreen cuando fue juzgado por participar en un duelo, y degradado. Si Dundee no lo hizo fue por sus aspiraciones arribistas. Tyreen sí es un personaje más consecuente, y lúcido (sabe bien quién es), como más noble y caballero (y como todos los personajes más íntegros, o que apuestan por un gesto integro y comprometido, de los otros dos westerns, está destinado a un fin trágico). Hay un interesante personaje intermedio, Potts (James Coburn, después de que Lee Marvin exigiera demasiado dinero). Potts es un reflejo de la herida o fisura en la inconsciencia de Dundee. Es el explorador manco (como Achab tiene su pata de palo), sombra cuestionadora de Dundee, en su condición de no subordinado que no se pliega incondicionalmente a las ordenes de Dundee, siempre más cercano y comprensivo con los indios, en concreto con el explorador Riago (por eso, cuando encuentran su cadáver, crucificado colgado de un árbol, tras que Dundee le diga que lo baje, replica que lo debe hacer él por no haber confiado como debiera).
Dundee y Tyreen ejercen el mando de un modo contrapuesto. Dundee lo hace imponiéndose; Tyreen no lo necesita, tiene el respeto de sus subordinados. Véase la secuencia en que uno de sus hombres provoca a un soldado negro y está a punto de producirse un enfrentamiento entre nordistas y sudistas; sólo necesita alzar la voz de modo admonitorio para que se calmen los ánimos (detalle que refleja como Peckinpah no cae en el rudimentario maniqueismo: un sudista expresa su desprecio racista, pero los soldados negros en el ejercito nordistas están relegados a meros vigilantes de presos; también hay jerarquías en el ejercito que presuntamente defiende las ideas abolicionistas). Dundee, en cambio, en otra de las secuencias más destacadas, no tiene piedad a la hora de condenar, inflexible, a la pena de muerte a uno de los sudistas por deserción, O.W Hadley (Warren Oates), el cuales matado por Tyreen en un gesto que implica ante todo reprobación a su autoridad. Resulta relevante el detalle del plano sobre el poncho que cubre el cuerpo del sudista (un poncho es lo que portará Dundee en su estancia en el pueblo mejicano). Ese gesto es el inicio de su caída. Poco espués será sorprendido en el río junto a Elena (Senta Berger), la viuda, natural de Austría, que ha conocido en el poblado mejicano, en un de los escasos momentos radiantes que vive, junto al río, al fin y al cabo una huida de la realidad, de afrontar su responsabilidad. Ser herido por aquellos que persigue, los apaches, le enfrentará a su inconsecuencia, a la futilidad de sus propósitos, a su imagen quebrada en el espejo durante su infierno etílico de interrogantes cuya respuesta es el vacío.
Para Duncee capturar a Charriba (aunque en principio aduce que la principal motivación es recuperar a los niños que cogieron tras realizar una masacre en un fuerte) supone poder rehabilitar su imagen deteriorada ante sus superiores, para que sea reintegrado a la contienda en primera línea, y por otro lado, se convierte en la transferencia que pueda contrarrestar su frustración: porque Dundee sólo es alguien en el campo de batalla. Cuando Elena le pregunta, junto al río, por qué los hombre buscan las contiendas, Dundee replica que éstos buscan un modo de huir de las responsabilidades, en un entorno en el que les dicen lo que tienen que hacer. Pero Dundee es un oficial al mando, así que ¿cuál es justificación?. Pero no contesta. Una flecha en su pierna impide su contestación, o deja con la duda de si sería capaz de responder: quizá esa misma flecha es la contestación: al fin y al cabo, es como si la violencia fuera parte de él como una fecha clavada (por él mismo). Tyreen, cuya intervención consigue salvarle del peligro, deja en evidencia su contradicción: acaba de ordenar la muerte de un soldado por deserción, que además ha propiciado el enfrentamiento con otros oficiales del mando, y como acción irresponsable. se encuentra fuera del perímetro de vigilancia. Por lo que apostilla, o sentencia con la pregunta capital que adquiere rango amplio y general: ¿por qué estás aquí?
Por eso, en las posteriores secuencias, aquellas en las que se recupera de la herida de la flecha en el poblado mejicano, Dundee se enfrenta a su propio infierno, a su falta de ser, lo que no es fuera de un campo de batalla (en unas secuencias que logran transmitir esa caída libre que me evocaban los pasajes de 'Bajo el volcán' de Malcom Lowry, con mucha más fuerza que la desangelada adaptación de John Huston). En ese extravio, cual guiñapo tirado en la calles de ese poblado mejicano borracho, espeta a Tyreen si él nunca ha dudado de sí mismo. Y es que bajo su apariencia corácea, inflexible, rígida, hay una notoria inseguridad y carencias que intenta contrarrestar con sus gestas en el campo de batalla.
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