domingo, 12 de marzo de 2017
The Town (Ciudad de ladrones)
Afortunadamente, Adrian Lyne no acabó realizando 'The town (Ciudad de ladrones)' (2010), sino Ben Affleck, quien corroboraba las virtudes demostradas como cineasta en su opera prima, 'Adios, pequeña, adiós' (2007). Dentro del subgénero de las películas de atracos, focaliza en el aspecto profesional de esa dedicación como modo de vida o tradición familiar. Por eso, la película se títula The town/la ciudad, ya que, como señalan los títulos de crédito iniciales, abunda esa actividad entre los habitantes de la zona de Charleston en Boston. Aún más, una actividad que parece heredarse, casi como si no hubiera otra posible opción, como si les definiera, como si fuera su seña de identidad. Por eso, la película, coherentemente, se inicia con una secuencia que muestra su tarea o labor, un atraco a un banco. Aún no son rostros, sino máscaras amenazantes, calaveras siniestras. Tambíén ya se definen dos actitudes contrapuestas, en conflicto, que reflejan, por un lado, la asunción no sólo de una tradición, sino también la manifestación de un tipo de masculinidad bronca asumida también como seña de autoafirmación, y por otro, el rechazo, el deseo de salirse de la casilla y abandonar el escenario prefijado.
Jem (excelente Jeremy Renner) desenfunda con facilidad el gesto violento, como si fuera un resorte. Por eso, cuando se entera de que la rehén que tomaron, Claire (Rebecca Hall), vive en su barrio, no duda en plantear que la ejecuten para eliminar cualquier opción de que les incrimine, aunque le pusieran una venda en los ojos. Doug (Ben Affleck), en cambio, el cerebro del cuarteto, no cree que sea necesario. De hecho, la relación que establecerá con Claire refleja en buena medida su anhelo de romper con su modo de vida y entorno, porque su ilusión, incluso, implica abandonar la ciudad. Quiere ya abandonar esa dedicación. Quiere romper con su tradición, con una herencia, y con ese modo de masculinidad. Su padre, Stephen (Chris Cooper),se encuentra en prisión por los atracos que realizó. Y, pese a su edad, lo que le pone en situación de desventaja, no duda en poner en peligro su vida enfrentándose violentamente a otros reclusos. Doug no comparte ese modo de autoafirmación. Por eso, le pregunta, una vez, más porque les abandonó su madre, cuando él era niño. Doug desea abandonar ese modo de vida, que se podría decir que está sacralizado en ese entorno: en el segundo atraco, usan como camuflaje un atavío de monjas. Y en el tercero, y último, el uniforme policial. Porque en su entorno, hay una ley no escrita sobre la que se afirman. Y que para Doug son como unos barrotes que le hacen sentir prisionero de una imposición (de ahí que la discusión más violenta con Jem tanga lugar junto a los barrotes de una verja).
De todos modos, en donde Affleck demuestra su gran pericia como narrador es en las tres secuencias de acción relacionadas con los atracos, aparte la secuencia, de precisa concesión, en la que se enfrenta con quien les encarga el último atraco, Fergie (Pete Postlethwaite). Un modelo de claridad expositiva y dinamismo, principal virtud de la posterior 'Argo' (2103), un impecable engranaje narrativo que sostenía la tensión por su vibrante dominio del montaje más que por la empatía con la circunstancia en peligro de los personajes rescatados. Si su mejor obra sigue siendo su opera prima, porque narración y caracterización de personajes estaban conjugadas de modo más armónico, a la vez que más denso, la más desequilibrada es la otra de sus cuatro obras que dispone de un conflicto dramático más complejo, 'Vivir de noche' (2016), por la sencilla razón de que el mismo Affleck, por sus limitaciones como actor, lastra, y neutraliza, la evolución dramática del personaje (por eso, lo mejor se encuentra en la primera media hora, excelente, en la que da muestras una vez más de su ingenio expresivo para los montajes secuenciales).
En 'The town (Ciudad de ladrones)' orquesta tres extraordinarias secuencias de acción con un admirable sentido enérgico, no carente de dramatismo. En este sentido, resulta también eficaz la caracterización de su perseguidor, el pertinaz agente del FBI Frawley (Jon Hamm), implacable como un engranaje que asemeja a un percutor dispuesto en todo momento a neutralizar el cuerpo perturbador o molesto. Desea extirparles del escenario del mismo modo que Doug desea abandonarlo. Es también su dedicación. No hay detalles de caracterización, más allá de su entrega a su labor de defensor y ejecutor de la ley, nada distante, en su severidad, al comisario que interpretaba John McIntire en 'La jungla de asfalto (1950), de John Huston. La secuencia climática, en la que sutilmente Claire le insinúa a Doug que está acompañada de Frawley otros agentes de la ley, para que de ese modo no acuda a su piso, recuerda a otra excelente, también de poderosa emoción, de una de las grandes películas del subgénero de atracos, 'Heat' (1995), aquella en la que el personaje de Ashley Judd le hace una sutil señal a su marido, encarnado por Val Kilmer, para que se aleje en vez de entrar en el piso, porque está acompañada de agentes de la ley. Affleck sorprende con un final que ni es complaciente, y sí más bien triste. Refrenda con la liberación del personaje, ya lejos del escenario que parecía marcarle como un prisionero, como el protagonista de la notable 'El indomable Will Hunting', de Gus Van Sant, cuyo guión escribió junto a Matt Damon, el rechazo a las leyes no escritas que pretenden encajonarnos de por vida en la misma casilla, en el papel prefijado, y por otro lado, transpira un estimulante aprecio, con cierta tonalidad romántica, del infractor de la ley que sabe escurrirse a la implacabilidad voraz de un engranaje que no se preocupa demasiado ni de las circunstancias ni de los sueños de los que pretende detener, neutralizar o eliminar.
Harry Gregson-Williams y David Bucley compusieron una excelente banda sonora.
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