sábado, 25 de febrero de 2017
El fundador
Ray Krok (Michael Keaton) es un emprendedor. Ray Krok es un canalla. Ray Krok es sin duda persistente. Y aunque concluya que su éxito no se debe a su genio, ni a su talento, ni a su educación, sino a su persistencia, pues hay muchos genios, muchas personas con talento y gente con notoria educación que fracasan, no sólo la persistencia será la clave de la consecución de su apabullante éxito, sino también los giros favorables del azar (la ecuación de lugar y momento oportuno). 'El fundador' (The founder, 2016), de John Lee Hancock puede verse como un díptico narrativo. En un pliego, la primera parte, Krok parece un empecinado emprendedor que intenta dotar de realidad a un sueño, un propósito, una visión, una idea que cree puede proporcionarle el logro del éxito, pero que parece lastrado por las reticencias del inmovilismo de quien parece satisfecho con el éxito a pequeña escala, en una órbita local, y también por la colisión de egos que quieren imponerse o remarcar quien rige el territorio.
Krok, un comercial que, allá por 1954, recorre los establecimientos comerciales con sus maquinas de hacer batidos se intriga con la solicitud de varias por parte de un establecimiento de carretera (Drive-in). No duda en recorrer cientos de kilómetros para comprobar cuál puede ser la razón. Se encuentra con un negocio que parece solventar los problemas recurrentes en ese tipo de establecimiento: no tardan en entregar el menú solicitado, no se equivocan, porque cada cliente lo solicita directamente en la ventanilla sin tener que esperar en su vehículo, y además su clientela no parece restringirse a los jóvenes sino que más bien abarca hasta un espectro familiar. Además, su eficiencia se debe a cómo los hermanos McDonald, Mac (John Carroll Lynch) y Dick (Nick Offerman), han planteado también la elaboración en serie de sus productos, definida por la presteza. Krok considera que ese negocio singular no puede restringirse a aquel escenario en San Bernardino sino que debe ampliarse a escala nacional. Pero los hermanos reconocen que carecen de las habilidades necesarias para establecer una franquicia. Por tanto, Krok se entrega a la materialización de esa visión. No es su idea original, pero sí su empeño en convertirla en un éxito a gran escala.
Claro que su visión le ofusca la visión de otros aspectos, por lo que colisiona con unos términos de contrato que no resultan nada favorecedores para él, con lo que su inversión de tiempo y dinero no encuentra correspondencia en el escaso porcentaje que le corresponde. Su esfuerzo, como suele ocurrir en muchos casos, se ve estrangulado por unas condiciones que favorecen más a otros. Se produce un tira y afloja con los hermanos Mac que parece destinado a encasquillar su ilusión, acrecentada la aparente imposibilidad por la incapacidad de encontrar la adecuada solución que propulse su proyecto de crear una franquicia. Y entra en juego el azar, la contraseña mágica del lugar y momento adecuado. Cuando parece no sólo que se va a frustrar su proyecto o sueño, sino que se van a derrumbar los cimientos de su vida debido a las deudas contraídas con el banco, un conocedor de las tramas financieras, ese espectro intangible de arteras especulaciones, le escucha en el banco a donde Krok ha acudido para pedir alguna prorroga, y le ofrece sus conocimientos para no sólo superar su situación delicada sino lograr propulsar el proyecto con los instrumentos adecuados: la compra de bienes raíces (lo concreto, los suelos, conjugado con lo abstracto, la posesión territorial).
Krok cruza al otro lado del pliego, ese en el que se encontrará en el otro extremo de la posición. De sufrir la impotencia de una posición dependiente y condicionada pasará a ser la posición que puede dominar y definir el escenario, con las consiguientes extracciones de interferencias y rivalidades. Es en ese tránsito donde el emprendedor se fusiona con el canalla. No hay escrúpulos ni problemas de conciencia. Se posee las adecuadas herramientas, ya no es un sufrido incomprendido, sino quien puede infligir padecimiento a otros para preservar su posición y potenciar sus beneficios. Del mismo modo, como quien realiza un disparo con silenciador, en plena cena, sin alzar la mirada siquiera, escupe un 'quiero el divorcio' a su desconcertada y perpleja esposa, Ethel (Laura Dern), como quien toca una tecla para que salte el resorte correspondiente que satisface su necesidad o deseo. Ya sabe cómo conseguir lo que quiere, y desenfunda sin miramientos. No sólo se enriquece con establecimiento fast-food, de comida rápida, sino que aplica la aplicación de fast/rápido a cualquier aspecto o circunstancia. Por eso, la narración que avanza como impecable engranaje que no desfallece sino que mantiene el mismo ritmo, casi implacable, finaliza con el plano de un desenfoque sobre un reflejo en el espejo: la figura de Krok alejándose para dirigirse al encuentro del presidente de su país. Krok es una figura que logró el éxito económico a mayor escala, alcanzó la cima de la pirámide, cual faraón, atropellando a quien fuera en pos de la consecución de su victoria. Pero se emborronó y difuminó en el reflejo que dotó del fulgor material más deslumbrante posible a su escenario de vida. El arco dorado del fulgor le convirtió en sombra. El fundador de un imperio emborrona la mirada porque sólo se preocupa del reflejo de su propósito. Aunque no le importara demasiado cuand se domina el escenario de los reflejos.
Carter Burwell compone otra excelente banda sonora.
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