martes, 28 de febrero de 2017
Asalto al furgón blindado
Un par de semanas después de estrenarse 'La jungla de asfalto' (1950), de John Huston se estrenaría otra obra cuya trama giraba alrededor de un atraco, 'Asalto al furgón blindado' (Armored car robbery, 1950), de Richard Fleischer. Ambos cineastas cruzarían su destino en otra película relacionada con atracos: Fleischer sustituyó a Huston en la excelente 'Fuga sin fin' (1971). 'La jungla de asfalto' alcanzaría un rango mítico, emblema de esa poética del perdedor con el que cimentó su prestigio y reverencia Huston. Merecedora, en este caso, ya que me parece la obra maestra de una filmografía sobrevalorada, valoración inflada por los réditos de esa mítica más que por los reales méritos de un cineasta que destacaba más en su labor guionística (o en la elección de obras adaptadas). En cambio, la notable película de Fleischer ha permanecido durante mucho tiempo en el limbo del olvido, como sus otros primeros noirs (caso parecido al de Anthony Mann). La obra de Fleischer carece de aureolas míticas, como, a diferencia de Huston, no disponía del pedigrí de autor sino que se restringía a la condición de competente artesano. Desde luego, sí me parece uno de los grandes cineastas que ha dado el cine estadounidense, refrendado por obras como 'Testigo accidental' (1952), '20000 leguas de viaje submarino' (1954), 'Los vikingos' (1958), 'Duelo en el barro' (1959), 'Impulso criminal' (1959), 'Barrabas' (1961), 'El estrangulador de Boston' (1968), la citada 'Fuga sin fin', El estrangulador de Rillington Place' (1971), 'Los nuevos centuriones' (1972), 'Cuando el destino nos alcance' (1973) o 'Mandingo' (1975), entre otras.
La película de Huston, dentro del subgenero de atracos, se ajustaba al molde de presentación de personajes o integrantes de la banda, planificación y preparación, ejecución del robo y, finalmente, huida y persecución. La obra de Fleischer, un modelo de precisión, dinamismo y concisión narrativa en 67 minutos, dedica escuetos pasajes a la presentación y preparación, para pronto entrar en acción con el atraco, y no soltar el acelerador en la huida y persecución que centra dos terceras partes de la narración. La narración alterna las perspectivas de perseguidores y perseguidos, policías y atracadores. Una cuestión les une, con sus significativas divergencias: el reemplazo. Durante el atraco cae abatido en el tiroteo el compañero de el teniente Cordell (el gran Charles McGraw), y queda gravemente herido uno de los cuatro atracadores, Benny (Douglas Fowley). Este será rematado por el cerebro del atraco, Purvis (William Talman), tras que lleguen a la fabrica abandonada donde se esconden. Hay un componente de interés particular: Purvis mantiene una relación sentimental con la esposa de Benny, Yvonne (Adele Jergens); el azar ayuda a clarear de modo favorable para él la circunstancia. El detective Ryan (Don McGuire) reemplaza al compañero muerto de Cordell, y no deja de sentir en todo instante el peso del fantasma de esa ausencia. Por eso, el momento álgido emocional será cuando acepte la propuesta de Cordell de arriesgar su vida haciéndose pasar por uno de los atracadores detenidos para así sacar información de Yvone sobre el paradero de Purvis. En las miradas de ambos se condensa lo que significa tanto la petición como la aceptación del riesgo.
Desde los primeros pasajes narrativos, se transmite la sensación de que cualquier cosa puede ocurrir, que cualquier previsión puede ser derruida, que no hay seguridad de que se consiga el propósito, y de que el azar en muchas ocasiones juega con el destino de cada uno como una bala que pasa rozando. Hasta que te da de lleno. El mismo atraco no sale como Purvis preveía según sus cálculos estimativos de cuánto tardaría la policía en acudir al lugar del atraco, un estadio deportivo. No cuenta con la contingencia de que en el momento del atraco el coche de Cordell circule por las cercanías. Posteriormente se suceden las secuencias en las que están a punto de ser capturados y detenidos, en el control de policía en la carretera (haciéndose pasar por obreros), en el tiroteo en la fábrica abandonada (en el que es abatido un segundo atracador), o en el registro del motel en el que se aloja Purvis. Precisamente, si el azar le había ayudado a Purvis en un reemplazo sentimental sin conflictos, Adele será el hilo del que la policía tirará para localizarle. Y sí rematar a Benny sin miramientos le venía bien para eliminar interferencias en la faceta sentimental, no rematar a Ryan propiciará que le sigan hasta el lugar desde donde quiere abandonar la ciudad. La conclusión también tiene lugar en un aeropuerto, como la posterior 'Atraco perfecto' (1956), de Stanley Kubrick. Si el final de esta, por impostado y ridículo, era la clausura de una obra sobrevalorada sobrecargada de efectismos, el desenlace de Fleischer es sintético y contundente, como lo es cada segundo de este impecable engranaje narrativo, que podría conformar un admirable dueto junto a 'Heat' (1995), de Michael Mann.
La secuencia del atraco, un modelo de acción narrativa.
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