domingo, 14 de agosto de 2016
Star Trek: Más allá
No sabes ya quién eres ni cuál es el propósito de tu tarea. No sabes cuál es la dirección, porque ya no sientes que haya dirección. Sientes que permaneces atascado en el círculo de la rutina. Tu tarea es una rueda que gira sobre sí misma, como la forma de la nave de la que eres capitán. Te sientes ya más bien un funcionario que realiza trámites, las mismas rutinas una y otra vez, con escasas variaciones, las que puntúan qué parejas rompen o qué parejas se forman en la tripulación. Te preguntas qué hay más allá, si realmente lo hay, si no puedes esperar más de lo que ya realizas o de lo que realizan los que conforman tu alrededor. Así se siente el capitán Kirk (Chris Pine). En las excelentes secuencias iniciales de 'Star Trek: Más allá (Star Trek: beyond, 2016), de Justin Lin, con guión de Simon Pegg y Doug Jung, se condensa la cotidianeidad de unas rutinas en la nave, en la que la sensación de acontecimiento parece extirpada. Se condensa el malestar de quien ya se siente más ajeno que integrado, de quien se siente más lejano de su alrededor que cercano. Kirk se pregunta por el propósito de su tarea, por eso se plantea abandonar ese puesto (una posición que siente como un ámbar que le asfixia como si fuera a vivir en un bucle), y solicitar uno en la subcomandancia. Kirk se siente perdido, como quien vaga a la deriva en el espacio. Se decidió a adoptar ese papel en un escenario, esa posición en la nave, responsable de una tripulación, porque quería emular a su padre, ser como él, o tanto como él, pero ahora se pregunta quién es y para qué realiza lo que realiza. ¿Qué es lo que necesita, qué es lo que le falta? Irónicamente, en la misión que le encomiendan, su nave es despedazada, desmenuzada en varios trozos, por una fuerza enemiga, que provoca, a su vez, que la tripulación se disperse, como las esquirlas resultantes de una explosión, como si reflejara su deseo de abandono, de liberarse de esa vida que no le suministra ya satisfacción. Kirk no se siente integrado en esa vida de conjunto de la nave. Por eso, su sombra, su reflejo siniestro, adquiere la forma de una colmena, una miriada de pequeñas naves que destruyen y abaten su nave, como él deseaba hacer de un modo figurado.
El desarrollo narrativo, con vivaz dinamismo, orquesta el reagrupamiento de esas esquirlas, acompasado a la evolución de Kirk, a la recuperación de una confianza, y el discernimiento de su dirección y propósito, que encuentra paralelismo también en Spock (Zachary Quinto), quien también piensa en variar de dirección su vida, tras la muerte de su padre, y sustituirle en la dedicación diplomática. Precisamente, la idea de la unión hace la fuerza, es un concepto que será puesto en cuestión por quien representa la figura del doble o sombra de Kirk, Krall (Idris Elba), como el personaje de Benedict Cumberbatch representaba también su lado siniestro en la obra previa, la notable 'Star trek: en la oscuridad, (2014), de JJ Abrams. Krall califica esa idea como propiciadora de brechas de vulnerabilidad, porque la solidaridad y la empatía entre quienes se sienten cercanos facilita las confesiones para evitar el daño de los que se quiere. Significativamente, el fantasma o la sombra que le perturba y ofusca el discernimiento a Kirk, representa la necesidad de un conflicto que funde sentido y propósito a través del combate con una fuerza enemiga. Por ello, en los escenarios del planeta donde tiene su base predomina lo pedregoso, o los bosques tupidos. Si en 'Star trek: en la oscuridad' se desentrañaba cómo los enemigos pueden ser los monstruos creados por una conveniencia, en clara equiparación del personaje de Cumberbatch con Bin Laden, que luego de ser utilizados puedan realizar sus reclamaciones que, al no ser atendidas, deriven en otro conflicto, en este caso, se pone en cuestión la necesidad de que haya un conflicto para que el combate cree la ilusión de una realización: se necesita luchar contra algo para contrarrestar la sensación de vacío.
De modo significativo, se revelará que el doble o sombra de Kirk, Krall, fue también un capitán de otra nave de la flota interestelar, alguien que no encontraba en los tiempos de paz un propósito, como si fuera una mera tarea ornamental, y que se sintió abandonado, apartado, convertido en una figura innecesaria. Se sintió perdido en la nada de una dedicación que no sentía como propia, en que sentía que no era. Y su mente se convirtió en una espiral, como una turbina que le fue devorando sus entrañas hasta convertirle en la variación monstruosa de su enajenación y extravío. Es el reflejo en el espejo de lo que amenaza con desequilibrar la desorientación de Kirk. De hecho, será con su nave reparada con la que lograrán salir de aquel planeta, del mismo modo que repara su desconcierto vital. Más acá puede estar el fantasma de su perturbación por no sentir que tenga una dirección ni lugar en el escenario de la vida. Más allá, en cambio, está lo posible, y no es sino el apoyo en los otros el firme cimiento en el que poder seguir fundamentando una tarea que, pese a estar sujeta a la gravedad de las rutinas, no deja de disponer de la ligereza de imprevisibles brechas hacia el infinito de lo posible. Aunque sea la batalla contra los monstruos de sus propios reflejos.
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