martes, 12 de julio de 2016

Rampart

Rampart es una división del departamento de policía de Los Ángeles. También es el nombre del escándalo que adquirió notoria resonancia en 1999, cuando 70 policías de la unidad anti-bandas se vieron implicados en casos de corrupción. La lista de délitos era extensa: disparos y palizas sin provocación previa, robo en bancos, perjurio, falsas pruebas o narcotráfico. 106 casos fueron revisados. 58 fueron acusados, aunque sólo 24 policías fueran condenados con suspensiones de diversa extensión, expulsiones o forzados al retiro. 'Rampart' (2011) es la segunda obra de Oren Moverman, quien había realizado también una aproximación nada complaciente a otra institución, la militar, en su notable opera prima, 'The messenger' (2008), a través del pesar y vacío de dos militares que deben comunicar la muerte de soldados en el frente a sus parientes. No necesitaba ser demasiado explícito. De un modo indirecto lograba realizar, como un filo despojado, un retrato demoledor del reverso de las pantallas patrióticas que venden heroísmo. Las desoladoras confrontaciones con el dolor de los afinados se conjugaba con las carencias y frustraciones, la deriva, de la pareja protagonista, que culminaba con el gesto patético de uno de ellos, encarnado por Ben Foster, en la boda de la mujer que amaba, o que no supo amar, y los sollozos desesperados, y solidarios, del otro, encarnado por Woody Harrelson, como una espita de lo que no dejaba de supurar en sus vidas derrumbadas, en las que cualquier gesto de firmeza no era sino una mera ilusión, tras el sobrecogedor relato del personaje de Foster de su experiencia en la guerra, nada relacionada con heroísmos sino con las piernas amputadas, cabezas abiertas, de compañeros, y una sensación desazonadora de sinsentido. ¿Cómo transmitir firmeza si te sientes también quebrado y desorientado?
Uno y otro, Harrelson y Foster, también intervienen en 'Rampart'. 'Rampart' podía haberse titulado 'Brown', porque el rostro de Harrelson se adhiere a la pantalla desde la primera secuencia en la que le vemos conducir el coche policial. También lo conduce en la secuencia final. Aunque haya variado tanto en su vida. Sigue igual como un ratón dentro de su rueda, pero su vida ha sido sustraída, o su escenario demolido. Brown, en un momento dado, en una de las serie de interrogatorios o entrevistas que tiene para dilucidar su corrupción, pregunta que por qué él sino es una excepción en el conjunto de policías. Brown es una representación de lo que fue aquel escándalo de Rampart. Es un hombre que no se declara racista, porque él odia a todo el mundo. Y, además, él se ha acostado con mujeres de otras razas. Es un hombre definido por la paranoia, que desconfía de todo y todos (como queda sobre todo manifiesto en la relación, a trompicones, que establece con el personaje de Robin Wright). No tiene escrúpulos. Aún vive como una rémora de las dos mujeres, ambas hermanas, con las que mantuvo relación, y con las que tuvo dos hijas. No duda durante una cena en plantear a una que tengan sexo esa noche, y cuando no acepta, proponérsela a la otra, que se encuentra en la silla de al lado. Como no encuentra receptividad en ninguna busca en la noche, entre los espectros de una barra de bar. Cuando la actividad sexual termina, no hay nada más, silencio, mirada pérdida, desconexión.
Brown entra en barrena cuando le graban golpeando una y otra vez a un hombre con su porra. No importa que se justifique en que no grabaron los momentos previos cuando ese hombre embistió su coche patrulla, y salió a la carrera cuando se aproximó a su vehículo. No sólo le redujo sino que le apalizó con saña. Brown inicia una espiral en la que el escenario alrededor se difuminará dejándolo completamente desguarnecido. Una figura sin contexto, en precipitación, como esa brillante secuencia en la que se interna en un garito nocturno, en la que se confunden luces, bultos, figuras, besos. O en su reflejo, el confidente en silla de ruedas, de piel lacerada, interpretado por Foster. Queda expuesto ante los que investigan su comportamiento corrupto, y queda fuera del círculo familiar, rechazado también por sus hijas, en especial por su hija mayor, encarnada por Brie Larson, como alguien ignorante del daño que las ha infligido. Pocas obras han logrado reflejar la turbiedad y sordidez del universo del James Ellroy, quien colabora como co guionista junto a Moverman. Las adaptaciones han tendido a amortiguar su abrasiva y vibrante narrativa, como colgajos de sangre, a través de atildadas caligrafías. No sólo la olvidable 'La dalia negra'. 'L.A confidencial' aún notable como adaptación, suaviza sus aristas. 'Rampart' si parece dejar transpirar el sabor de alcantarillas, y desgarro con silenciador, que palpita en la obra de Ellroy, como también en su momento lo consiguió la olvidada y reinvindicable 'Cop – Con la ley o sin ella' (1988), de James B Harris, con un gran James Woods. 'Rampart' es una obra que no duda en mirar la sucia oscuridad de frente.

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