miércoles, 6 de julio de 2016

Mi amigo el gigante

Anhelas cazar los sueños para sentirte un gigante, y no una figura ínfima, inadvertida en las penumbras de la orfandad, esa intemperie en la que pareces vivir aparte del resto del mundo porque nadie parece ser consciente de lo que sientes o anhelas. No existes, permaneces invisible, ignorada bajo las alfombras de la realidad como un bulto que se confunde con el entorno. Permaneces despierta en tus sueños, e invocas a través de un gigante que la realidad también despierte y abra los ojos para por fin enfocar tu presencia. En la secuencia de apertura de 'Mi amigo el gigante' (The BFG, 2016), de Steven Spielberg, el contexto está difuminado, como la misma realidad, y la misma ubicación temporal. Se perfila un estado, una circunstancia vital. Sophie (Ruby Barnhill) es una huérfana que transita por la noche en el orfanato en el que reside. Transita como un fantasma. De hecho, en su primera aparición surge bajo una manta en las escaleras. La gobernanta no advierte su presencia, se confunde con el espacio. Todos duermen, sólo ella parece habitante de la noche, como el fantasma de un alma condenada que no ha encontrado paz. Su miedo lo quiere convertir en ilusión. Las tres acciones que no se deben realizar las efectúa al mismo tiempo que las enuncia, y sale al balcón, cruza las cortinas, los velos de la mente, hacia la realidad, porque no desea otra cosa que exponerse y que aparezca lo que logre materializar sus sueños, lo que la libere de su sentimiento de orfandad, de no sentirse nada ni nadie, figura indistinta. Y la sombra se perfila en las calles de una ciudad que puede pertenecer a varios tiempos. Puede brotar de las páginas de una novela decimónonica de Charles Dickens, como la que ella misma porta, 'Nicholas Nickleby'. Sophie es su trasunto femenino, como puede serlo el de Oliver Twist o David Copperfield. La primera irrupción en la calle de otras figuras, varios hombres en embrutecido estado de embriaguez, ya apunta el temor y recelo que le suscita el universo adulto. La aparición de la sombra se convertirá, en cambio, en su luz.
El gigante (Mark Rylance) que la captura y lleva a su mundo, lo hace porque le ha visto, como ella, precisamente, desea que se la vea. Pero es un gigante amistoso. Es su reflejo, y los reflejos se constituyen también sobre las paradojas. Y las inversiones. BFG (Best friendly giant/mejor gigante amistoso) es también una figura desajustada de su entorno, y su equivalente en tamaño aunque no sea un niño. No tiene nada que ver con el resto de brutos gigantes que viven alrededor, y es de menor tamaño que ellos. Mientras él vive en una cueva con varios habitaculos no sólo decorados con mimo sino con variados artilugios que evidencian su ingenio (como si la multiplicidad de la realidad, o de la imaginación, encontrara ahí espacio, desde un gran tronco a una goleta construida en la escala de una cama en la que duerme), los otros gigantes, en cambio, viven al aire libre, y duermen bajo el manto de la hierba (utilizan esta como Sophie la manta en el orfanato). El espacio en el que BFG suele cazar los sueños, la actividad a la que se dedica, es un espacio a través del espejo, un espacio invertido, bajo el agua de un lago, en el que Sophie encontrará además el equivalente de su propio sueño. La cueva de BFG rebosa sueños en pequeños frascos cuyo contenido después soplará, trasplantará, en las mentes de los que duermen cuando realice sus viajes a la ciudad en la clandestinidad de las sombras de la noche (también se confunde con el entorno, con cualquier figura, sea árbol, carromato o estatua, con las que disimula su presencia anomala, en otra correspondencia con Sophie). Son los sueños que mantienen despierta la ilusión, la respiración del anhelo de transformar la realidad.
Melissa Mathison adapta el relato de Roald Dahl, y es fácil advertir en esa constitución de reflejos entre BFG y Sophie la que ya configuró entre E.T y Elliott, en 'E.T' (1982), del mismo modo que la presencia de Mark Rylance conecta con la conexión íntima, como reflejos, entre aparentes opuestos, con el personaje de Tom Hanks en la también excelente 'El puente de los espacios'. El otro es uno. Y el otro puede liberar. No deja de ser significativo que la manta, el símbolo de su propia ocultación del mundo sea lo que ponga en peligro la presencia de Sophie en ese otro país de los gigantes, lo que la revele precisamente ante quienes duermen ocultos bajo el manto de la hierba. Pero la conexión creada impulsará a asumir riesgos, a no seguir ocultándose, ya no resignado BFG (quien porta en la noche una capa con caperuza) a su condición desvalida frente a la caprichosa brutalidad de los otros gigantes, y Sophie a permanecer en los recovecos de su imaginación apartada de la realidad. Y la imaginación se propulsa en una sucesión de ingeniosos hallazgos en la dilatada secuencia en Buckingham palace, uno de los pasajes más deslumbrantes en la filmografía de Spielberg, en donde la irreverencia se expande como una carcajada de liberación.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias por tus comentarios. Tenía ganas de verla, pero ahora, más. Un saludo.

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