lunes, 10 de noviembre de 2014
The skeleton twins
Quizá se podría calificar de irónica contrariedad el hecho de que te llamen por teléfono para comunicarte que tu gemelo se ha intentando suicidar en el mismo instante en el que estás a punto de intentar lo mismo. En la secuencia introductoria de 'The skeleton twins' (2014), apreciable opera primera de Craig Johnson, Maggie (Kristen Wiig) evoca cómo, cuando eran niños, en una celebración de la noche de Halloween, su padre, enmascarado, les regaló dos colgantes de esqueletos. Quizá entonces, piensa Maggie, se podía encontrar la raíz, más bien podrida, del acompasado deseo de ambos hermanos de convertirse en esqueletos, ya no colgantes sino bajo tierra. Milo (Bill Hader) se ha abierto las venas por una nueva decepción amorosa, pero no se le ocurre mejor dirección para encauzar su vida que retornar al pasado, a las raíces, podridas, e intentar reiniciar la relación que mantuvo, cuando tenía quince años, con su profesor, Rich (Ty Burrell). Tienen una madre, Judy (Joanna Gleeson) que parece una valla publicitaria ambulante de deletéreo buenrollismo que hace comprender por qué sus hijos tienden a al agujero negro de la desgracia y la frustración. Quizá por eso Maggie se ha casado con Lance (Luke Wilson), alguien que pone buena cara a todo, alguien que todo lo encaja y que no parece nunca crisparse. Quizá por eso, también, sea higienista dental. Pero nada parece ser suficiente. Quizá se haya forzado tanto la sonrisa que le duelen ya las comisuras de las entrañas. Lance tiene un negocio de recogida de hojas muertas y ramas secas. Maggie parece más bien acumularlas en su interior.
Se apunta a un nuevo curso, en este caso de buceo, pero no parecen ser muy fructíferos los buceos que realiza en su interior, y sigue de curso en curso porque parece que sigue necesitando otros incentivos para compensar la desazón de que algo le falta. Del mismo modo que se distrae con nuevos cursos, lo mismo hace con nuevos amantes, como con su instructor de buceo, porque siempre son los instructores de los cursos, aunque ella misma desespere porque no desea hacerlo ya que, se dice a sí misma, se siente bien con su pareja. Pero no deja de reincidir. No es buena higienista ni buceadora de su interior. Quizá ambos hermanos pensaron que la realidad sería como la valla publicitaria ambulante que sigue siendo su madre, pero a la que realmente le importa poco lo que les pase o deje de pasar a sus hijos. Es una madre que siempre está de paso. Milo esperaba ser uno de esos célebres actores de la pantalla, como George Clooney, pero sólo ha llegado a ser uno de los miles de aspirantes a actor que acaban, o parece que acaban, como camareros. Como apunta su hermana, al fin y al cabo, célebres actores son contados, y el pelotón es muy amplio. La cuestión será afrontar que son miembros anónimos del pelotón y no pedir vez para abandonar el descascarillado escenario, ni engañarse con lo que no son ni serán. Asumir, ante todo, sus inconsistencias y contradicciones. Quizás tampoco asegure una dirección, y sigan siendo como peces de colores en una pecera. Con esqueleto, claro.
Se estrena este 14 de noviembre
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