viernes, 5 de septiembre de 2014
Líbranos del mal
Sí 'Libranos del mal' (Deliver evil from us, 2013), de Scott Derrickson, se hubiera titulado 'Líbranos del tedio', quizá me hubiera convertido. Dispersa, errática, como un conjunto de piezas deslavazadas que nunca parecen encontrar nexo alguno entre unas y otras, extraviada entre imágenes que remiten a atmósferas y relatos de posesiones semejantes vistos ya cientos de veces, no acaba de poseer el cuerpo dramático necesario. Queda alguna secuencia con cierta turbiedad, algún plano suelto, desperdigado, que resulta inquietante, en una espesura que se va encostrando, atascando, y asfixiando el trayecto narrativo. Poco importa ese juego de reflejos o fantasmas entre el descreimiento en transcendencias divinas desde niño del policía protagonista, Ralph (Eric Bana), y esos tres soldados y en particular Santino (Sean Harris, que empieza a parecer encasillado en personajes con algún tipo de trastorno o desquiciamiento, como reflejan sus personajes en la estupenda serie 'Southclife' o en 'Harry Brown' o 'Prometheus), que fueron poseídos por un demonio en una incursión militar en Irak. No deja de ser significativo que la presentación de Ralph sea mientras intenta reanimar infructuosamente a un bebé abandonado en un cubo de basura. Ralph ha lidiado con los horrores de los que es capaz la naturaleza humana, y carece ya de toda fe en modélicas figuras divinas.
El policía recobrará su fe gracias, por un lado, a la intervención de Mendoza (Edgar Ramirez) un sacerdote freelance sin alzacuellos, que además hace flexiones en su habitación para mantenerse en forma, y, por otro, al vencer a la infección que proviene del exterior en forma de un demonio con nombre selvático, jungler. Hay un mal allá afuera, en Irak o en dimensiones transcendentales, responsable de tantas aberraciones y crueldades diarías. Pero la infección también proviene del interior, porque la vida de Ralph cambió, o comenzó a supurar, desde que mató a golpes, años atrás, a un pederasta al que había capturado. Una cosa es la justicia y otra la venganza, y quizá eso parezca extenderse a la intervención en territorio irakí, en otro juego de reflejos. De todos modos, nunca acaban de perfilarse con la suficiente rotundidad los conflictos de ambos personajes (ambos tienen sus lides y traumas pasados, relacionadas con muertes de niños). Ni tampoco se crea, con la necesaria continuidad o progresión, una atmósfera malsana y perturbadora, por mucho que se recurra a una iluminación entre sucia y apagada, y unos colores degradados. Algo que sí conseguía con notable eficacia en 'El exorcismo de Emily Rose' (2005) o 'Sinister' (2012). En cambio, 'Líbranos del mal' resulta aún más insuficiente que su nueva versión de 'Ultimatum a la tierra' (2008). Esperemos que sus dos próximos proyectos anunciados, 'Doctor extraño', con Joaquin Phoenix y 'Two eyes staring' recuperen su dominio de los filos siniestros.
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