jueves, 4 de septiembre de 2014

El pequeño ladrón

Para qué ser un don nadie, ser cualquiera, ser otro más de la masa, otro más de lo que se arrastra en los bajos de la vida con trabajos míseros que te da escaso dinero para sobrevivir, otro más de los que se dejan pisotear, de los que aceptan resignados ser pisoteados, ser nadie, un deslustrado uniforme, trabajar en una panadería, o ser una cajera. Evve (Nicolas Duvauchelle), en la espléndida 'El pequeño ladrón' (le petit voleur, 1999), de Erick Zonca, quiere la vida soñada no de los ángeles sino de los que dominan la vida porque saben cómo imponerse y pisotear y golpear antes de que lo hagan contigo. La vida es un ring de boxeo, y hay que luchar y golpear y patear para vencer al del al lado, como hay que robar lo que no se tiene. Si la vida no te da, lo tomas, lo sustraes. Hay que utilizar a quien sea para conseguir el beneficio, para alcanzar la prosperidad, si las circunstancias de la vida te han situado en en la rampa de salida en un escalafón bajo de la sociedad. Evve aprende a boxear, aunque sus golpes más bien parecen los ralentizados movimientos de un nadador. Y aprende los trucos del ladrón, integrándose en una banda de Marsella, aunque como un mero peón en las tareas menos rutilantes. Evve idealiza, y tendrá que aprender que los golpes duelen. Para él las cicatrices son como las medallas.
Admira desde la distancia a quien porta una cicatriz en el cuello, alguien del que le hablan como si fuera una leyenda porque machacó a quien le había rajado el gaznate. Si el jefe, Tony (Jo Prestia) porta una cicatriz en una ceja, él también, por lo que no dudará en golpearse contra el dintel de una puerta para abrirse una brecha. Claro que duele, y se sangra. Las cicatrices no son medallas,son las huellas de un dolor. En ese mundo con el que había fantaseado será una figura subordinada que tendrá que realizar trabajos nada excitantes, como cuidar de una anciana, a la que acompaña a realizar la compra en el supermercado, o ser la sombra vigilante de una prostituta. No hay mucho acontecimiento, más bien rutina, esperas, acciones triviales. Quizá el acontecimiento más destacable sea aguantar que el jefe que admiraba le meta la polla en la boca y se corra. En todos los trabajos te la meten hasta el fondo, como en la misma panadería, pero no tan literalmente.
Evve no supera el estado de sombra, de figura borrosa, que no destaca. En el mismo ring sólo vence si se aprovecha de que el contrincante tenga unas costillas rotas. Y no dudará en empujar al vació a un compañero para salvar la vida cuando la policía les sorprenda durante un atraco. Su tránsito por ese universo con el que fantaseaba, con el que soñaba para dominar la vida, no puede ser más patético y mezquino. Consigue también la cicatriz en el cuello, pero no habrá ninguna acción heroica con la que derrote a los agresores. Se arrastrará por la calle, mientras la sangre surge a borbotones de su cuello. Retornará a la masa, al uniforme, a la vida subordinada, impersonal, irrelevante. Con el cuchillo perfila la forma del pan, como la vida ha perfilado con su filo la cicatriz de su cuello. Ha pretendido amasar a la vida, y es esta la que le ha amasado. En el rincón, sin contendientes, derrotado, enmudecido, nadando en el vacío.

2 comentarios:

  1. ¿Se sabe el motivo de la repentina desaparición de Zonca del panorama cinematográfico? Es una verdadera lástima la escasez de creadores tan viscerales como él.

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  2. Entre esta y su siguiente obra, 'Julia', estuvo diez años sin dirigir. Espero que tras esta, en el 2008, no haya que esperar otros diez años más.

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