lunes, 8 de septiembre de 2014
Danger within
En 'Traidor en el infierno' (Stalag 17, 1953), de Billy Wilder, se mantenía hasta el último acto la incógnita de quién era el informante de todo plan de evasión dentro del barracón norteamericano en un campo de concentración. Esa incógnita, tanto para los personajes como para el espectador, servía para poner a prueba los condicionantes de las percepciones y juicios. El personaje insolidario, el personaje que anteponía el negocio a la camaradería, el cínico e impertubable, Sefton (William Holden) se constituía en el principal sospechoso, porque satisfacía un deseo, el deseo que lo fuera sostenido únicamente el frágil hilo del rechazo visceral (no dejaba también de haber una corrosiva ironía en que fuera despreciado el personaje que representaba el espíritu económico capitalista). Lástima que la narración se desequilibrara por el escaso interés de ciertos personajes secundarios. En 'Danger within' (1959), de Don Chaffey también hay un soplón entre los prisioneros británicos en un campo de concentración italiano, comandado por el capitán Benucci (Peter Arne), caracterizado por cierto sadismo, ya que no sólo le place frustrar una evasión sino ejecutar a los prófugos cuando son sorprendidos en plena huída. En la primera ocasión, Chaffey recurre al impacto del plano contraplano. En la segunda, a un sucinto y cortante fuera de campo. En esta adaptación de la novela de Michael Gilbert, 'Death in captivity' (en cuyo adaptación colabora Bryan Forbes, quien dirigiría en 1965 otra obra, aún más turbia y sórdida, ubicada en un campo de concentración, 'King rat'), se revela a mitad película, para el espectador, quién es el informante, cuando además los británicos están convencidos de que quien creían el informante ha muerto (aunque no sepan a ciencia cierta por quién; o más bien sospechan que es la ejecución de compañeros de barracón).
La narracción, aunque sea menos irregular que la de Wilder, resulta menos densa, porque carece de personajes con particulares conflictos. Se centra ante todo en las acciones, en la preparación de la huida. Al respecto, la presencia de Richard Attenborough, como Philips, conecta con la magnífica 'La gran evasión' (1963), de John Sturges, aunque en este caso no interprete al personaje responsable de la organización de la huida, la cual está a cargo del coronel Baird (Richard Todd), con injerencias, lo que supondrá alguna que otra tensión, del oficial en mando, el coronel Huxley (Bernard Lee). A Philips corresponde uno de los momentos más notables, cuando deduce el modo en que el soplón suministra la información a Benucci, y por tanto quién es. Destacan ciertos toques irónicos o burlones, como el desapego de Marquand (Michael Wilding) y Piker (Peter Jones) dándose la vuelta con sus hamacas porque les aburren los partidos de fútbol,o sobre todo la actitud de Callender (Dennis Price), que dirige los ensayos de la representación de 'Hamlet', y que pregunta a Huxley si es que los planes de huida tienen prioridad sobre las actividades de entretenimiento. Una singular forma de institucionalización, de perder el sentido de la realidad, como si un escenario supliera la consciencia de su circunstancia y no hubiera dilema alguno, ni ser o no ser, ni siquiera escapar o no escapar. Por supuesto,la representación será la tapadera de otra representación menos visible, en fuera de campo, sin necesidad de focos, como los que utilizan con crueldad para sorprender a los prófugos del anterior intento de huida: La representación de la huida en bloque de todos los prisioneros del campo de concentración que aspiran a la dispersión por los campos más allá de las alambradas.
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