sábado, 22 de febrero de 2014
Apuntes sobre el cine de Barbet Schroeder. Los umbrales de la abyección.
La verdad a veces no es sencilla, señala un abogado en Antes y después (1996), en la que el rostro de un hijo, acusado de asesinato, se convierte en la representación de la esfinge de gesto doliente sobre la que los padres, y la sociedad, especula, o más cómodamente, prejuzga. E incluso cuando la esfinge habla, y revela su versión de lo sucedido, no resulta tampoco fácil establecer un juicio. Esa condición escurridiza tanto para el discernimiento de la verdad como para el juicio se evidencia también en los protagonistas de El misterio Von Bulow (1990) y El abogado del terror (2007), ante los que uno se pregunta, más allá de cuestiones de inocencias o culpabilidades, o de lo falso o sincero de sus versiones, ¿Qué reflejan sus actos y decisiones?¿Falta de conciencia y escrúpulos, en un grado u otro?¿Qué representan? ¿En qué lugar nos sitúan, por contraste, a nosotros? Quizá no hayan realizado un crimen, pero uno es un cínico parásito, y el otro la voz que defiende a los que cruzaron el umbral de lo abyecto. ¿Dónde les sitúa?
Esa línea difuminada trama sus estimulantes thrillers rodados en Estados Unidos, que vigorizaron su desaliñado estilo hasta entonces, Mujer blanca soltera,busca (1992), El sabor de la muerte (1995) y Medidas desesperadas (1998), sostenidas sobre dualidades, cuya borrosa separación ( como las de la ley y transgresión) se enuncia en la última, ¿dónde terminas tú y empiezo yo? ¿Cuál es la distancia con lo otro, o en qué circunstancias cruzamos el umbral con actos que nos equiparen? Algo que amplifica en La virgen de los sicarios (2000), en la que un escritor se convierte en cómplice de los asesinatos de su nuevo joven amante, reflejo de una violencia ya cotidiana, pero también de su nihilismo vital. Otro personaje que quiso quemar la vida, pero acabó quemado por ella, como los de More (1969), Amante, querida, puta (1976) o El borracho (1987), incursiones en la vida al margen, de la droga, el sadomasoquismo y el alcoholismo, otros rituales que enfrentan a la obsesión, la enajenación, la perdida de raíz y de horizonte, como la lucidez del escritor de La virgen de los sicarios se enturbia cuando cruza la línea que separa la lucha por la supervivencia de la perdida de conciencia.
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