domingo, 10 de noviembre de 2013

Luchino Visconti y Tennessee Williams, entre el cine y el teatro


El cineasta italiano había dirigido en las escenarios Un tranvia llamado deseo. El dramaturgo, con Paul Bowles, escribiría algunos de los diálogos de Senso (1954). Williams quiso que fuera Visconti quien dirigiera La rosa tatuada, con Ana Magnani, pero acabaría siendo dirigida por Daniel Mann. Hugo Beccacece escribió sobre la colaboracíón de Williams en Senso, en su libro Pérfidas uñas de mujer (Edhasa): 'El diálogo que mantienen Livia y Franz durante la caminata nocturna a solas por Venecia, en la que ella se enamora de él, fue escrito por dos escritores homosexuales de los Estados Unidos: Tennessee Williams, gran amigo de Luchino, y Paul Bowles. Visconti había puesto en escena Un tranvía llamado deseo y tenía muchos puntos en común con Williams: la nostalgia de un pasado de esplendor (en el caso de Williams, el del sur de su país, derrotado en la Guerra de Secesión), la fascinación por las divas y la sexualidad como un motor esencial de sus obras. En el diálogo veneciano, algunas de las frases de Mahler parecen concebidas para ser pronunciadas por un homosexual que se jacta de su encanto ante otro hombre al que sabe entregado, inerme, más aún, ansioso como una víctima dispuesta a inmolarse al claro de luna. Por ejemplo, Mahler llega a decir: "No paso nunca delante de un espejo sin mirarme". Y más adelante: "Me gusta mirarme para estar seguro de que soy. ¡yo!". Por si fuera poco, le aclara a Livia que también se siente seguro de ser quien es cuando una mujer lo mira como ella lo está mirando. Por una vez, el galán se convierte en hombre-objeto. Y con semejante confidencia, Mahler pone a prueba a Livia y le inflige su primera humillación. Una mujer que hubiera querido conservar la dignidad se habría apartado de inmediato de un ser semejante. Livia, por el contrario, queda cautiva de él, porque comprende que la hermosura de ese hombre está animada, como la de ella, por la nada, o más bien, por el deseo de autodestruirse, de librarse de cualquier convención, de cualquier esfuerzo, para entregarse al dorado espejismo de la melancolía y de la muerte.'

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