miércoles, 11 de mayo de 2011
Un paseo bajo el sol
'Un paseo bajo el sol' (1945), de Lewis Milestone, pertenece a esa variante dentro del género bélico que narran la marcha o tránsito de un pelotón de soldados. El recorrido puede abarcar varios espacios, e incluso un largo periodo de tiempo, como ejemplifican dos obras de William A Wellman, 'También somos seres humanos' (1945) y 'Fuego en la nieve' (1949), o 'La gran guerra' (1959), de Mario Monicelli. O ser restringido en el tiempo y en el espacio que recorren, caso de 'Objetivo Birmania' (1945), de Raoul Walsh, 'La colina de los diablos de acero' (1957), de Anthony Mann e 'Invasión en Birmania' (1962), de Samuel Fuller. En esta última se inscribe esta excelente obra que relata el trayecto desde que desembarcan en la noche con su lanzadera en un playa de Salerno, en Italia, hasta que llegan a su objetivo, un granja (en la que desconocen lo que hay) tras recorrer ocho kilómetros de marcha, expuestos a diversas situaciones de peligro, desde el ataque de aviones al enfrentamiento con un tanque. Pero la película ante todo destaca por sus atributos introspectivos. Como la citada obra de Wellman, del mismo año, se deja de lado el componente épico, o la exaltación de títulos realizados en los primeros años de conflicto con un marcado componente incentivador propagandistico, para incidir en los aspectos más sombríos o dolientes, el miedo, ( a la muerte o a la responsabilidad del mando) el cansancio, la incertidumbre, la desesperación o la nostalgia del hogar.
Talante, o atmósfera emocional, ya puntuados desde la secuencia inicial, en la que es dificil discernir los rostros de los soldados en la lanzadera, tal es la oscuridad en la que están sumidos, como si fueran a ser 'lanzados' a un desconocido mundo en el que se han desvanecido los contornos nítidos. Una sensación de orfandad que no se contrarrestará cuando la luz, que casi quema todo contorno, haga acto de aparición, sino que se remarca por el árido y pedregoso paisaje. Personajes errantes en un desabrido espacio en el que cualquier accidente puede tener lugar, en el que en cualquier momento pueden morir (hay una frase que recurrentemente dicen, y que va adquiriendo un siniestro cariz cáustico, 'Nadie muere'), o derrumbarse porque su cansancio (emocional) ha legado al límite. Apuntalado por el hecho de que hayan perdido a su 'guía', el teniente al cargo, muerto por una bomba en la lanzadera. ¿Qué pueden hacer, qué decisión toman, cuál es realmente su objetivo, cuáles sus ordenes? El sargento Porter (Herbert Rudley) toma el mando, pero progresivamente su ánimo se irá quebrando, incapaz de asumir esa responsabilidad, terminando por cederlo, tras sufrir una crisis nerviosa en la que se derrumba sollozando, al sargento Tyne (Dana Andrews).
Lo introspectivo se combina con un áspero sentido realista, de fisicidad lacerante, de emocionalidad fronteriza. Aunque su lirismo sea más seco, distanciado, no deja de evocar a la portentosa obra que realizara Terrence Malick en 1998, 'La delgada línea roja' en muchos detalles o aspecto: Las cartas que 'escribe' en voz alta Windy (John Ireland) a su esposa, y que algún día podrá escribirlas de hecho porque 'recordará' lo que ha vivido; las conversaciones sobre la nostalgia de comer manzanas, del sargento Ward (Lloyd Bridges); o la de otro soldados sobre la conmovedora belleza de la nervatura de una hoja (sobre su estructura compleja, mayor que la del cuerpo humano) poco antes del combate final en la granja; las recurrentes apostillas de Archimbeau (Norman Lloyd) sobre que no verá la batalla del Tiber en 1956 (una sutil forma de reflejar el cansancio sobre una guerra que sienten no acabará nunca); la absurda muerte del enfermero McWilliams (Stirling Holloway) por querer ver con sus prismáticos desde una elevación el bombardeo de unos aviones alemanes sobre la flota, siendo abatido por un avión; los mareos de Tyne cuando se arrastra hacia la granja antes de entrar en combate, que le hace no distinguir bien lo que le rodea; el también recurrente gesto de Rivera (Richard Conte) de solicitar un cigarrillo a su amigo Friedman (qué bello ese plano, que destacó Scorsese, en el que su mano se superpone sobre el sol, chasqueando los dedos), y con quien, durante todo el trayecto, mantendrán una serie de diálogos definidos por el absurdo y la excentricidad (por ejemplo, sobre qué sería de los viajantes de comercio si no existieran los trenes). Este uso de elementos recurrentes, como (por primera vez) la canción que puntúa la acción (recurso que se convertirá en habitual a partir de 'Solo ante el peligro' (1950), de Fred Zinemann), se convierte en un agudo recurso que evidencia cómo los soldados intentan contrarrestar el extravío, la sensación de intemperie emocional, del sinsentido de lo que viven y que parece inacabable, de que cualquier momento puede ser su último momento, de que no son vulnerables aunque sientan, cada vez como un peso más insuperable, que lo son.
'Un paseo bajo el sol' (A walk in the sun, 1945), de Lewis Milestone es una de las grandes obras del género bélico, que refleja de modo proverbial sus aspectos más sombríos,desoladores, como ya hiciera en 'Sin novedad en el frente', una obra de poderosa nervatura introspectiva que incide en los miedos, fatigas y vulnerabilidad de los soldados en un conflicto que sienten como si fuera la roca de Sisifo. Robert Rossen adapta la novela de Harry Brown, luego guionista de obras como 'Arco de triunfo' (1947), de Milestone,'Sólo el valiente' (1950), de Gordon Douglas, 'Un lugar en sol' (1951), de George Stevens, 'The sniper' (1952), de Edward Dmytryk, 'Todos los hombres eran valientes' (1953), de Richard Thorpe o 'Los diablos del pacífico' (1956), de Richard Fleischer. Howard Hawks llevó a la pantalla una de sus novelas en 'El Dorado' (1967). La exasperadamente luminosa fotogafía (como exasperado es el trayecto de los soldados) es de Russell Harlan
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