Hay imágenes que valen por toda una película, como esta publicitaria de Rita Hayworth en 'Gilda' (1946), de Charles Vidor, una obra que ha adquirido el rango de mito, o la notoriedad ( como en nuestro país, por peripatéticas circunstancias de la lóbrega pazguatería de la Dictadura), pero en la que la fuerza del Icono, o de ciertas secuencias, quizás ha emborronado la percepción de una obra que no supera el listón de la discreción (eso sí, propició una serie de variantes, con la pareja Ford-Hayworth, mucho más endebles, caso de 'La dama de Trinidad' (1952), de Vincent Sherman, o 'Los amores de Carmen' (1948), de Charles Vidor).
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