viernes, 30 de octubre de 2009
Seven
La maestría del cine, aún no suficientemente reconocido, de David Fincher ya queda palpable en las primeras secuencias de sus obras...cómo nos marcan un tono, una atmósfera, y cómo ubican con precisión, y sutilidad, la circunstancia del protagonista, definiéndolo con concisos rasgos, a la par, que sugerir esa 'vulnerable' circunstancia vital que durante el resto del relato se desestabilizará en un proceso que le afirmará enfrentandose a sus fantasmas, asumiendo la fragilidad de la existencia, y los ilusorios cimientos sobre la que la sostiene...En Seven, las primeras escenas nos muestran a William Somerset (Morgan Freeman) en su hogar, una atmósfera nocturna, en la que apreciamos su carácter metódico, como quien quiere equilibrar ese caos que se hace sentir a través de esa ruidosa cacofonía que entra por la ventana, un ánimo objetualizado en ese diapasón que marca su intento de conciliación con el descanso del sueño cuando se dispone a dormir...en la siguiente escena le vemos en el lugar de un crímen, y ya se contrasta su actitud vital, empática, con la de un compañero, cuando pregunta si el hijo de la asesinada fue téstigo del crímen, a lo que su compañero replica, con virulento hastio, como no dando crédito a que se preocupe de ese 'detalle', qué contentos les dejará con su pronto retiro, lo que ya señala la 'anómala' actitud del personaje de Freeman en un contexto indiferente con los problemas ajenos...acto seguido entra en escena el personaje de Brad Pitt, y en su diálogo con Freeman, en una calle lluviosa, entre edificios sucios y desvencijados, con verjas ( de la que no vemos el un plano abierto del entorno, el espacio visto ya define el espacio alegórico o 'interior' que aprisiona a los personajes , y cargando o marcando la atmosfera) se aprecia la diferencia entre ambos... el veterano, con demasiado conocimiento, el cual ya le pesa, y el joven iluso, aún con el lastre de la arrogancia de quién cree que puede cambiar todo, y de quien no sabe de qué está hecha la materia de la realidad...Los títulos de crédito aparecen, como si fueran la trasposición de la mente del asesino al que se van a enfrentar, que no es sino al expeditivo espejo de una sociedad corrupta, indiferente y apática...
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