viernes, 5 de enero de 2024

Mis 12 películas preferidas del 2023

 

1. The killer, de David Fincher

2. Oppenheimer, de Christopher Nolan
3. Vidas pasadas, de Celine Song
4. El maestro jardinero, de Paul Schrader
5. Asteroid City, de Wes Anderson
6. Falcon Lake, de Charlotte Le Bon
7. La mujer de Tchaikovsky, de Kirill Serebrennikov
8. El imperio de la luz, de Sam Mendes
9. Godland, de Hylnur Pálmason
10. Las ocho montañas, de Felix Van Groeningen y Charlotte Vandermeersch
11. Anatomía de una caída, de Justine Triet
12. A pleno fuego, de Tran Anh Hung. Con estos listados de conclusión de año cinematográfico, la lista ortodoxa suele ser la de diez películas, pero simplemente no podía reducir más de doce. Podía destacar, por diversos motivos, las seis primeras que considero mis predilectas entre las estrenadas durante este años, pero no podía entre las seis siguientes encontrar la distinción que pudiera determinar la eliminación de dos de ellas. Así que por qué restringirse a plantillas predeterminadas (como la de ese número diez) si podía posicionar en la séptima posición a cualquiera de esas producciones. Curiosamente, me apercibo ahora de que las dos primeras concluyen con secuencias, o planos, definidas por la inestabilidad, o la desestabilización. Un rostro con un tic que evidencia la asunción de una vulnerabilidad e indefensión (no se controla la realidad como se quisiera), y otro rostro sobrecogido por el discernimiento de que es responsable de haber prendido la mecha de nuestra destrucción. En ambos casos, dos agudas reflexiones sobre nuestra suficiencia (e inconsciencia), esa que ha determinado que actuemos como si el mundo fuera una extensión nuestra en función nuestra. Y ambas, dos prodigios de montaje (y de diseño sonoro). La tercera y cuarta concluyen con dos figuras, de hombre y mujer, mirándose, aunque en un caso sea, significativamente, el anteúltimo plano, pues ambos se separan. En el otro caso, como el mismo espacio que ocupa, evidencian una afirmación que además es respuesta a un entorno social. Dos hermosas historias de amor. En la quinta y sexta, en una un cuerpo se recupera y en el otro caso un cuerpo desaparece. Ambas unas construcciones ficticias que juegan con sus propios límites (o con los límites de lo real). En una se reflexiona sobre la constitución de la realidad como escenario de ficciones, en la otra, sobre los frágiles cimientos sobre los que comienzan a edificarse las emociones. Otras películas a destacar entre las estrenadas este año: 13. Misión imposible: Sentencia mortal, de Christopher McQuarrie. 14. La isla roja, de Robin Campillo. 15. Living, de Oliver Hermanus. 16. Monster, de Hirokazu Kore Eda. 17. EL origen del mal, de Sebastian Mernier. 18. Llaman a la puerta, de M Night Shyamalan. 19. Rimini/Sparta; de Ulrich Siedl. 20. El caso Braibanti, de Gianni Amelio.
1. Las chicas están bien, de Itsaso Arana
2. Upon entry, de Juan Sebastián Vázquez y Alejandro Rojas
3. H, de Carlos Pardo Ros
4. Cerrar los ojos, de Víctor Erice
5. Tregua (s), de Mario Hernández
6. La desconocida, de Pablo Maqueda. En cuanto al cine español, nada que realmente me haya parecido sobresaliente (aunque, es verdad, que en términos generales, escasas películas, de cualquier procedencia, me hayan conmocionado, sean emocional o intelectualmente). Las chicas están bien y Upon entry me han parecido las más armónicas e inspiradas, en sus decisiones formales, en las que se conjugan con habilidad concreción y abstracción, lo que son (y sienten) los personajes y lo que representan. Obras con escasos personajes, como otras dos pequeñas producciones muy sugestivas, Tregua(s) y La desconocida, acorde a esa tónica predominante en el cine español de producciones de bajo presupuesto. La esperada Cerrar los ojos fue en parte decepción, porque contiene dos películas disímiles, una muy sugerente, la hora y media final, en la que transpira la inspiración de las magistrales El espíritu de la colmena y El sur, y una primera hora y media anodina, peligrosamente cercana al cine de Garci, con una sucesión de escenas resueltas con el mismo rudimentario recurso del plano y contraplano que además incurre en la redundancia. La dedicatoria fetichista cinéfila, en honor de la excepcional Río Bravo, queda desajustada en unas secuencias de transición, aunque sea elocuente por lo que refleja. Afortunadamente reaparece la poesía de la fisura en la sutileza y la insinuación en la segunda parte de la narración. Pero en su primera hora y media, que adolece, en ocasiones, de cierto envaramiento, carece de la capacidad que sí demuestran Tregua (s)  y La desconocida de sostener secuencias sobra la interacción, o diálogo, de dos personajes, que es además la columna vertebral de sus respectivas narraciones, caracterizadas por la fluidez y el logro de una turbia atmósfera. Y, por supuesto, bienvenida una estimulante obra como H que opta por la radical ruptura narrativa y formal, puro cine de inmersión que se desliga de tramas y caracterización de personajes.

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