lunes, 11 de septiembre de 2023

Les girls

 

El guion de John Patrick para Les girls (1957), de George Cukor, parte de un argumento de Vera Caspary, del que solo conserva el título. Caspary, quien volvía a colaborar en Hollywood después de haber sido vetada durante unos años por su pretérita relación con el partido comunista (y que fue obligada por la Metro Goldwyn Mayer, a firmar una texto en el que declaraba que nunca había pertenecido al partido comunista para poder ser acreditada), se había inspirado en un artículo de la revista Atlantic, en la que una bailarina evocaba sus experiencias como tal, aunque Caspary las convirtió las evocaciones en una disputa sobre la verdad, en otra reflexión sobre las apariencias y las ofuscaciones, en el escenario amoroso, como su novela Laura, cuya adaptación cinematográfica había dirigido Otto Preminger en 1944. En las primeras secuencias de Les girls, un vendedor de periódicos porta un cartel en el que se lee '¿Cuál es la verdad?' en relación al juicio que ha comenzado en Londres, en el cual Angele (Taina Elg) acusa de libelo a Sybil (Kay Kendall), por el relato, en sus recién editadas memorias, de su intento de suicidio, que ella considera falso, cuando ambas compartían piso y eran integrantes de la troupe de cabaret 'Barry Nichols y les girls'.

El primer relato, el testimonio de Sybil será contestado por el de Angele que no será no solo otra perspectiva sino una inversión. En el relato de Sybill, Angele, nueva integrante de Les girls tras pasar la correspondiente prueba con Barry (Gene Kelly), se enamorará de éste, pero sufrirá un colapso cuando su prometido la visite, y ella crea que es espectador durante una de sus representaciones (de hecho, no quedará siquiera claro si estaba presente o no). Según Sybil, posteriormente, intentó suicidarse porque la encontró desmayada en casa y con el gas abierto. En el relato de Angele será Sybil, quien tiene problemas con la bebida, quien establecerá relaciones con Barry (cuando Angele convence a éste de que Sybil está enamorada de él, una estrategia para evitar que la despida). En este caso, será Angele quien encuentra desmayada a Sybil, con el gas abierto. ¿En qué medida las evocaciones, más allá de las imprecisiones de la memoria, se ajustan a los hechos o son relatos maquillados por conveniencia, ya que ambas están ya casadas?¿Los relatos se ajustan más bien a lo que prefieren que piensen sus maridos?
La tercera evocación corresponde a Barry. Según su relato él estaba enamorado de la tercera integrante de Les girls, Joy (Mitzi Gaynor), de quien tenía fotografías colgadas en una de las paredes de su piso. Por la presión de los enamorados, y por su interés en que la remisa a sus encantos Joy por fin ceda, decide escenificar que tiene un problema del corazón para conseguir que Angele y Sybil se despidan, para casarse, y que Joy, preocupada, no ponga tantas trabas a sus acercamientos (pensando que su motivación es la meramente sexual) y al preocuparse por él logre que sus defensas cedan. De nuevo, la escenificación y las urdimbres y tácticas como motor de las relaciones afectivas. Pero, como planteará Mitzi, ya en el presente, pese a que la evocación de Barry sea, de modo intencional, un relato que pueda hacer sentir a Angele y Sybil que ninguna intentó suicidarse sino que ambas perdieron el conocimiento por una fuga de gas, y así sea suprimida toda sombra de duda para sus maridos, ¿en qué medida los relatos de una y otro no disponen de su vertiente de verdad con respecto a sus relaciones respectivas con Barry?. La verdad, por tanto, es la sombra difusa entre diversos relatos que parecen más bien configurados por la conveniencia.

1 comentario:

  1. Curiosa y refinada pero, sobre todo, inteligente comedia musical (cuando el género, en su vertiente clásica, estaba ya casi en el panteón) que propone un “rashomónico” discurso sobre la Verdad y su inaccesibilidad; si en el film de Kurosawa todo el mundo mentía, en LAS GIRLS las tres muchachas dicen la verdad a su modo, de manera interesada. Esta, digamos, escéptica reflexión viene servida a través de una puesta en escena que sabe cambiar de registro adecuadamente para vehicular un cúmulo de sutiles ironías adornadas, por momentos, con unos diálogos de malévola brillantez. Y todo ello -como siempre en Cukor- haciendo un fascinante uso del color y sus infinitas posibilidades combinatorias y dramáticas.
    No me resisto a confesar mi debilidad por la impar Kay Kendall, dirigida por primera vez por un gran director (a continuación lo haría a las órdenes de Vincente Minnelli y Stanley Donen, antes de que una prematura muerte nos privara de su inimitable talento). Ella está memorable.

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