miércoles, 30 de noviembre de 2022

Tension

 

Las circunstancias pueden tensar la cuerda de la vida, y toda tensión tiene su límite de resistencia. La incógnita es cuál es la de cada uno. Aunque también, como nos indica el teniente de policía Bonnabel (Barry Sullivan) en el plano de presentación del excelente noir Tension (Id, 1949), de John Berry, los hay, como él mismo, que saben cómo tensar la cuerda de los demás, cómo presionarles, para llevarles a ese punto de ruptura en el que se derrumbe la representación que han montado para disimular los bastidores de su crimen. Una presentación que no deja de ser una irónica variante (la tensión que desentraña lo real tras una ficción/escenificación) de aquella variante semidocumental del noir, predominante entonces, el procedural, de uno de los cuáles, Orden: caza sin cuartel (1948), de Alfred L Warker (y Anthony Mann) fue protagonista Richard Basehart (de nuevo, magnífico), en la piel de un criminal. Si se le suma su siniestro personaje de Robespierre en El reino del terror (1949), de Anthony Mann, la sombra de la ambivalencia sobrevuela sobre el personaje que interpreta en Tension, el dependiente Warren Quimby, ya que, en principio, parece la cuerda más tensada para cometer un crimen. Es el personaje que domina el relato en su primera mitad, hasta que tiene lugar el asesinato (que él no ha cometido), es decir, hasta que la cuerda de alguien se ha roto, y entra en escena Bonnabel para tensar a cada uno de los sospechosos.


Quien tensa la cuerda, las circunstancias de la vida, de Quimby es su esposa, Claire (Audrey Totter), quien ya no resiste la tediosa inmovilidad en la que ha derivado su vida con Warren, ya que no ha cumplido sus sueños, aquellos que la sedujeron con su uniforme cuando le conoció. A lo que aspira es a vestir abrigos de pieles y la vida a ras de suelo con un mero dependiente de vida uniforme no parece que vaya a posibilitarlo, con lo cual su cuerda interior se quiebra y decide buscar a quien sí le pueda suministrar la posibilidad de vestir con los que anhela, Barney (Lloyd Gough). Warren no es quien ella esperaba que fuera, así que Warren, al ser abandonado (como si fuera la cáscara vacía de un sueño malogrado), opta por construirse una nueva identidad para tramar la satisfacción de su despecho, el asesinato de Barney como acción desesperada para recuperar a su esposa. Se convierte en Paul Sothern (apellido que adopta al ver en la la portada de una revista a la actriz Ann Sothern; al fin y al cabo, él se convierte en actor, personaje, en su vida cotidiana; urde un guion para resarcirse vía asesinato de la frustración, aunque ¿será capaz realmente de ejecutarlo cuando esté cara a cara con su potencial víctima?). Irónicamente, en esa falsificación de identidad, conocerá a alguien, Mary (Cyd Charisse), con quien se creará un vínculo auténtico, una real conexión que no existía ya con su esposa.
Tension se constituye en un admirable ejemplo de engranaje impecablemente cohesionado, en el que todos sus componentes fluyen armónicamente. Sobre un notable guión de Allen Rivkin, Berry, que había realizado la excelente De hoy en adelante (1946), y que realizaría, como despedida de Hoyllwod, tras ser incluido en la lista negra, la crispada Yo amé a un asesino (1951), modula una narración de vibrante precisión que primero juega con el enmarañamiento de la percepción sobre quien jugó con la posibilidad del asesinato, ya que su personaje ficticio creado se convierte en la equívoca prueba circunstancial que le señala como asesino, y culmina con un duelo entre dos cínicos, o dos hábiles manipuladores del arte de tensar cuerdas ajenas, Bonnabel y Claire, un duelo en el que se enmaraña la atracción, y en el que una puesta en escena desmonta otra en la que no importaba sacrificar a quien fuera para poder sobrevivir, y evitar que la vida no se tornara en una pesadilla, y en cambio sí aún pudiera revestirse con el sueño al que se aspiraba, aunque se topara con la reedición de una nueva decepción. Un asesinato no dejaba de ser una variante más extrema de un abandono. Es una ingeniosa ocurrencia de guion que sea el engaño sobre la posible reconfiguración de un interior lo que posibilite la confesión de quien pretendía reconfigurar el escenario de su vida acorde a sus necesidades y deseos.

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