jueves, 17 de septiembre de 2020

Los terranautas (Impedimenta), de T.C Boyle

 

Los recursos de la Tierra se agotaban, el calentamiento global empezaba a reconocerse como un hecho científico y no de ciencia ficción, y si el hombre iba a evolucionar para desempeñar algún papel en todo aquello en lugar de no ser más que otro organismo condenado en un planeta condenado, si la <<tecnosfera>> iba a reemplazar a los procesos puramente biológicos, entonces tarde o temprano tendríamos que sembrar vida en otra parte. El escritor estadounidense T.C Boyle (1948) escribió Los terranautas (Impedimenta) hace cuatro años pero situó la acción dramática en 1994, porque se gestaba el comienzo del confinamiento en la progresiva virtualización de nuestra relación con la realidad, cada vez más conectados a pantallas, de las que cada vez somos más extensiones que a la inversa, y cada vez menos conectados con nuestro entorno y los demás, y sí más ensimismados o encapsulados, más dependientes de lo que me o nos afecta. Boyle ubica el confinamiento de ochos personas cuando se gestaba la revolución informática, el dial-up, internet, los ordenadores estaban presentes en el 36% de los hogares del país. Ese confinamiento de dos años es un experimento o un ensayo: ocho científicos (cuatro mujeres y cuatro mujeres) utilizados como cobayas para comprobar de qué manera es factible una posible colonia extraterrestre, confinados en el interior de un cúpula de cristal (Ecosphere 2). Son cuatro mujeres y cuatro hombres para no herir susceptibilidades en el escenario de los géneros, pero sí suscita irritación susceptible con respecto a la vertiente étnica el hecho de que casi todos parecen unos estupendos especímenes de la raza blanca, más allá de que sus cualidades científicas no se pongan en cuestión. Quién se lo plantea es una de las tres personas cuya perspectiva alterna la narración, una mujer de raza oriental, Linda. Es quien se queda fuera de la selección de este segundo intento (ya que el primero fracasó cuando una de las científicas se cortó accidentalmente un dedo). El resentimiento domina sus pensamientos y actos. Las otras dos perspectivas corresponden a otra mujer, Dawn, y un hombre, Ramsey, sobre los cuáles sobrevuela desde las primeras páginas la posibilidad de una relación, o de una disonancia que difumina los límites o pone en interrogante los cimientos de una atracción; o qué prevalece como motivación en la apuesta de una relación, y en su afianzamiento, sea pasajero o más duradero; somos impulsos, necesidades y conveniencias (¿sobre qué fundamentamos nuestras decisiones?).

Esa doble perspectiva, desde fuera y desde dentro, amplifica las inconsistencias que acaban por minar los proyectos. Íbamos a comer sano, a ser sanos, a vivir pegados a la tierra. Todo lo que acontecía fuera, los tiroteos, los cambios de régimen, las maniobras políticas, los desastres y las plagas y el continuo y desesperado sufrimiento de la masa humana formaba parte de otra realidad. Ahora estaba dentro – no solo durante un turno de ocho horas, sino para quedarme-, y la seguridad que me transmitía, su serenidad merecía la pena de cuanto hubiera hecho, sido y anhelado. Lo que los hechos demostrarán es que hay otro tipo de tiroteos, no necesariamente literales, a los que tiende el ser humano en sus relaciones con los demás, como también a las maniobras para conseguir las ventajas o beneficios, o materializar las aspiraciones o ambiciones personales. Son definitorios los cambios de las dinámicas de relaciones, reflejo de la veleidad del ser humano, según los intereses pero también según la poca consistencia de lo que se piensa o siente (o se cree pensar o sentir), que suele ser detonante, en sentido figurado, de plagas y desastres a pequeña escala, conflictos que evidencian nuestra condición virulenta cuando se reacciona, o actúa de modo intencional, de modo dañino. En ese particular escenario a pequeña escala de ocho personas se desenfundarán garras y colmillos, como en los primeros pasajes se anticipa con el conflicto territorial entre dos hembras simias, que constatarán o certificarán cómo es nuestra criminalmente expansiva especia, una pandemia, una pandemia todo, el apocalipsis enconándose en la sangre.

Otros aspectos que nos definen: nuestra realidad asumida como ficción. Es un antecedente del programa Gran hermano. La dirección intenta determinar cómo deben comportarse, cómo deben presentarse ante los demás (de modo específico, ante los turistas que les observan como atracción, y las cámaras que les graban). Es decir, se les intenta programar, lo que derivará en conflicto con quienes no tienen intención de plegarse a esas demandas. Otro aspecto crucial, que se ha agudizado desde entonces, y que complica que mejoremos el grado de degradación al que hemos sometido al planeta con nuestra irresponsable conducta, es la superpoblación: El principal problema al que se enfrentaba nuestra especie, la raíz de todas las desgracias mundiales, la razón misma por la cual necesitábamos lugares como la E2 sin ir más lejos, era la superpoblación. La cuestión de la dieta también cobra particular relevancia. La dieta sana por la que optan propicia el desprendimiento de grasas pero también la nostalgia por la comida rápida o la dieta carnívora predominante de casi todos ellos. Habíamos tenido la vida de un estadounidense normal en el país más sano conocido y aún así acabamos acumulando aquellas toxinas en el cuerpo solo por haber vivido y respirado y consumido alimentos y bebido agua en la E1, y si eso no os dice nada, no sé qué lo hará. Es otro de los factores, ese consumo desorbitado y voraz (que considera lo rico una hamburguesa, una pizza y una coca cola), que ha determinado que aboquemos la realidad a esta circunstancia en la que un virus se ha revuelto contra nosotros para ver si de esta manera logramos modificar nuestras actitudes (un necrótico modo de vida). Nos ha abocado a un confinamiento, pero como los personajes de Los terranautas, estamos constatando con nuestras reacciones, con nuestras inconsistencias, que desde luego nos merecemos lo que no está pasando dado como demostramos que queremos que las cosas sigan igual que cuando apareció en nuestra invisible cúpula de realidad este incordio de virus que no tenemos intención de escuchar. Porque como bien expresa Boyle,  no sientes la incomodidad de los otros más de lo que sientes su dolor, todo el mundo está dentro de una burbuja de creación propia, nos guste o no.

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