miércoles, 3 de junio de 2020

Zulú

Zulu (id, 1964) es la vigorosa y estimulante narración de un asedio y de una resistencia. O de un duelo de inteligencias, de tácticas y estrategias. Después de masacrar a 1.400 soldados ingleses, los zulúes atacan, el 22 de enero de 1879, el puesto de Rorke's drift, defendido por sólo 110 hombres. Si hay una épica es la de la determinación y el valor, con respecto a la cual ambos contendientes son contemplados con admiración (y entre ellos mismos, como refleja el bello final). La idea de realizar la película provino de Enfield, quien se lo comentó a Baker, al que ya había dirigido en cuatro ocasiones. Baker tenía deseos de embarcarse en la producción, creó la productora Diamond, y le comentó el proyecto a Joseph E Levine durante el rodaje de Sodoma y Gomorra (1962), de Robert Aldrich, que accedió a buscar financiación. Baker también protagonizaría y produciría la siguiente, y también excelente, obra de Endfield, Las arenas del Kalahari (1965). Supuso el primer protagonista para Michael Caine, quien en principio se consideraba para Hook, un personaje de extracción social baja, como él. Para su sorpresa, pese a su desafortunada prueba de casting, fue contratado, porque no tenían tiempo para buscar otro actor (y Enfield le prefería a la opción de los productores, Terence Stamp), y además para interpretar a alguien de clase alta (afirmaría que si el director hubiera sido británico no le hubieran asignado tal personaje). John Barry compuso una espléndida banda sonora, cuyo tema principal refleja la firmeza de los resistentes. Stanley Baker, galés hijo de minero, escuchaba durante el rodaje la canción de otro galés, It's so unusual de Tom Jones. Un día, zulúes y británicos, a cada lado del río, se pusieron a bailar a su son. Los participantes del rodaje debieron soportar el candente racismo en Surafrica que les restringía el tiempo de convivencia con los zulúes, como las presiones para que no se les pagara igual (se dice los contrarrestaron cediendo las construcciones edificadas para el rodaje y donándoles cientos de cabezas de ganado, pero realmente les pagaron).
En las secuencias iniciales queda claro que no hay un canto a la épica colonialista. Tras un admirable travelling que muestra los restos de la masacre de los citados 1.400 soldados ingleses, una pormenorizada secuencia describe cómo el reverendo Witt (Jack Hawkins) asiste con su hija, Margareta (Ulla Jacobson) a una ceremonia zulú, de cortejo sexual, que provoca perplejidad y repulsión a la hija. El Otro, al que se pretende modelar y dominar, desestabiliza las rigideces morales. No hay tampoco un dibujo de heroísmo convencional en los principales protagonistas. Chard (Stanley Baker) es un oficial ingeniero que está levantando un puente, y se decide a tomar el mando, por antiguedad de oficial. Opta por la resistencia en vez de por la retirada por la que apuesta el otro oficial superior, Bromhead (Michael Caine), ya que considera que serían más vulnerables a campo abierto. Se enfrenta a la paradoja de que alguien dedicado a la construcción debe dirigir una acción de destrucción. Pero es su inteligencia, su ingeniería de defensa táctica, la que logrará que la resistencia sea efectiva, sin dejar de estar expuesto al miedo (ese momento en que sus manos tiemblan cuando intenta cargar su pistola). Bromhead, en principio, presentado mientras practica la caza. Puede parecer un petimetre atildado de clase alta que ha conseguido su puesto por sus orígenes, pero progresivamente irá demostrando su capacidad de dejar de lado cualquier asomo competitividad con Chard, y más bien ser tan colaborador como determinado en su valor. Por otra parte, el cínico soldado Hook (James Booth), quien antes del ataque está en la enfermería, pero no porque le pase nada sino porque es un espabilado poco proclive a la disciplina, sabrá actuar con valor, incluso arriesgando su vida por intentar salvar la del sargento que le había amargado la vida.
Endfield narra con mesurado dinamismo los sucesivos asedios de los zulúes, y describe con precisión los brillantes despliegues tácticos zulúes y las respuestas improvisadas que debe realizar Chard. Los asediados se definen por el ánimo irreductible y la desesperación contenida con la que bregan, apoyándose unos a otros, y afrontando la cruenta circunstancia en la que pueden perder su vida en cualquiera de los asaltos, o por un disparo desde la distancia. Tras el último ataque, tiene lugar ese hermoso momento citado, aquel en el que los zulúes, que parecen haberse retirado, vuelven, desplegándose en el horizonte (para temor de los soldados que temen un nuevo ataque) pero lo hacen para realizar un canto de homenaje al valor de la resistencia de los británicos (que en su mayor parte son galeses). Su complemento, una hermosa y bella secuencia previa, es la conversación entre Chard y Bromhead. El primero le pregunta cómo se siente tras su primera experiencia de combate; Bromhead replica que siente asco, y también verguenza, y le pregunta a Chard si también sintió lo mismo la primera vez, y éste, con su respuesta, deja claro que también ha sido su primera vez. Estas dos secuencias, esos dos tipos de emociones, el valor y el respeto, y el asco y la verguenza, definen el firme, vibrante y descarnado equilibrio sobre el que se sostiene esta admirable obra. Un extracto de la brillante banda sonora de John Barry

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