viernes, 12 de julio de 2013
Control en los caminos
'¿Un hombre no puede comenzar de nuevo tras haber cometido un primer error?' pregunta Lazarev ( Vladimir Zamansky), soldado del ejercito rojo que quiere unirse a los partisanos. Pero su uniforme alemán se convierte, para algunos, en su mancha, en el recordatorio de una traición. ¿Es un hombre perdido por haber batallado junto a los alemanes? La guerra es pérdida. Un partisano es abatido por querer recuperar su vaca, asustada por el fragor de explosiones y disparos. La onda expansiva de una bomba alcanza a a una mujer que quiere recoger su ropa colgada antes de huir. Un campesino que abandona su pueblo destruido deja, en su marcha, un icono apoyado en un tronco. La guerra no sabe de lo sagrado. Es el tiempo dominado las mentes enajenadas, inflexibles. La mirada de Lazarev es la de alguien cansado, alguien que ha recorrido mayores distancias de las que han recorrido sus pies, alguien que ya no se crispa, porque ha visto demasiado. Es la mirada de una desolación, de un abatimiento, que busca el último resquicio de la integridad. Se unió a los alemanes, porque la otra opción era perder su vida. Ahora busca quizá una resurrección.
Pero hay mentes rígidas para las que las circunstancias son accesorias. Lo único relevante son los hechos despojados de toda carne palpitante, de sudor, lágrimas y dolor. Para el mayor Petushkov (Anatoli Solonitsyn) Lazarev es alguien que traicionó a la patria. Su propio dolor, la muerte de sus seres queridos, lo escupe con la rabia de quien busca satisfacción a un agravio. Para él, Lazarev es alguien que puede traicionarles en cualquier momento. La mancha de su traición es como infección que se ha apoderado de su organismo, de su voluntad. En cambio, para el comandante Lokotkov (Rolan Bykov), los hombres merecen sus oportunidades. Sabe mirar, sabe ver en las acciones, las miradas, las actitudes. Sabe lo que refleja un semblante.
La diferencia de perspectiva entre Lotkotov y Petushkov se condensa en la extraordinaria secuencia (relatada en un breve y conciso flashback) en la que han recibido la orden de explosionar un puente. Pero en el momento en el que pasa un tren con munición, un paquebote con cientos de prisioneros rusos pasa por debajo. Lotkotov se niega a explosionar, lo que hubiera hecho Petushkov sin vacilación ni remordimiento. Petushkov vive y combate con entidades. Lotkotov con seres humanos. Lazarev se convierte en el campo de batalla de dos actitudes contrapuestas, porque no dejará de estar a prueba para Petushkov da igual lo que demuestre. Siempre habrá un detalle que suscite sus dudas sobre su fiabilidad. Lazarev se convierte en ese paquebote que pasa por debajo del puente una y otra vez, mientras Petushkov mina su resistencia con la amenaza de explosionar un puente sobre él.
'Control en los caminos' (Proverka na Dorogakh, 1971), fue la primera obra en solitario de Aleksei German (había codirigido con Grigori Aronov, 'Seydmok sputnik', en 1967). La película fue censurada por su poco complaciente mirada a las figuras del héroe y el traidor (difuminando sus límites o desintegrando su capciosidad) y permaneció 'secuestrada' durante quince años, hasta que fue estrenada en 1986, ya en tiempos de perestroika. Incluso, se estrenó en España, y, fugazmente, se recibió a German con el alborozo de un descubrimiento, aunque pronto de nuevo sería olvidado. Tras 'Control en los caminos', German sólo realizaría cuatro obras más, 'Veinte años sin guerra' (1976), Mi amigo Ivan Lapshin (1986), su obra más celebrada, .'Khrustyalov, mashinu' (1998)., y la última, Istoriya Arkaarskoy rezni', este mismo año, en el que ha fallecido. Resultan admirables las texturas palpables de su blanco y negro en formato panorámico, que exudan fisicidad y a la vez la sensación de esta sumido en unas turbulencias, en una armoniosa conjunción entre meteorología exterior e interiores.
Control en los caminos es la prueba que pasa Lazarev, no sólo la primera vez cuando tiene que demostrar su lealtad al detener a dos alemanes que viajan en un sidecar, sino en otros posteriores 'controles' en los que abaten a más alemanes (secuencias magníficamente orquestadas, como la secuencia culminante en la que realizan una incursión en una estación para apoderarse de un tren). Pero Lazarev no deja de estar en permanente control. Para las mentes vigilantes, obtusas, maximalistas, como las de Petushkov, no dejará de estar a prueba. A no ser que pierda la vida, sea ahorcándose por desesperación, o en combate, consiguiendp gracias a su intervención que la misión sea realizada. Pero los traidores no parece que puedan ser héroes. Hay que satisfacer los agravios. La mirada se ha convertido en un punto de mira. Aunque afortunadamente hay quienes saben, como Lorkotov, que para que algo avance más bien es necesario que empujen todos juntos.
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