miércoles, 3 de julio de 2013
Avaricia
'Avaricia' (Greed, 1924), de Erich Von Stroheim, es una comedia grotesca; el ser humano habita un valle de la muerte en el que realiza grotescas contorsiones antes de convertirse en polvo. Es una comedia de errores, sobre un error llamado criatura humana. Es una comedia de horrores, los que es capaz de generar el ser humano cuando revela la bestia que puede ser, cuando da rienda suelta a sus instintos, a su codicia, su violencia. Podría verse como la crónica de una degradación, sino fuera porque quizá la distorsión en el espejo es la revelación del auténtico rostro. No hay perdida o extravío, sino encuentro con la auténtica desnudez. Von Stroheim orquesta una sinfonía malsana, sórdida, asfixiante.
Un trayecto que comienza en un túnel y termina en un desierto, pero quizá ambos espacios sean el mismo. McTeague (Gibson Towland) surge de una mina, como quien surge de la oscuridad primigenia. Pero ¿Quién o qué es McTeague? Su presentación no puede ser más contundente. Recoge un pajarito maltrecho que acaricia con delicadeza, pero lanza al vacío al hombre que ha golpeado al pájaro en su mano. Ambos son McTeague. La tensión entre ambas fuerzas se dirime cuando se expone al mundo. De extraer minerales a extraer dientes, de la boca de una mina a la boca de los humanos. Pero ¿qué diferencia a un mineral de un ser humano si también la sensibilidad parece ser extraída por los arrolladores instintos?. A McTeague le sacuden encontradas emociones. La reverencia admirativa que siente hacia Tina (Zasu Pittsu) se combina con cierta mórbida atracción que le suscita, cuando está dormida bajo los efectos del eter. La reverencia deja paso a la lubricidad, y el deseo le impulsa a besar sus labios, aprovechándose, sin escrúpulos, de su indefensión.
McTeague es un niño que no puede ocultar cómo le ha conmocionado ese pájaro humano que no tardará en descubrir que más trinar, grazna, porque tiene más de criatura rapaz que disfruta amasando dinero aunque las necesidades sean de los más perentorias y se viva en la más sangrante precariedad. Tina conserva el dinero ganado en la lotería aunque sufra las más grandes privaciones. El pájaro aparentemente indefenso se revela más bien siniestro, miserable. La música de la ilusión pronto desafina. Su matrimonio se convierte en una deriva en la degradación, el embrutecimiento. Un valle de la muerte en el que dedos se infectan porque han sido mordidos como presión para conseguir algo de ese dinero que guarda en cualquier rincón de la casa. Hasta que la muerte se convierta en culminación, en un espacio transfigurado, de sombras supurantes, y luces de navidad como jirones deshilachados, cáustico reflejo de su miseria. Dos figuras forcejean en las sombras, en cuyos abismos hace tiempo habían sido engullidos por su miseria.
Círculos: El primer paso de la degradación sin retorno de la relación marital tiene lugar cuando Trina es incapaz de darle dinero para coger un autobús, aunque le diga que va a llover. Ya es el último escalón de las humillaciones a las que ella le somete con su desquiciada tacañería. McTeague se rebela y se convierte en otro contrincante. Ante su tacañería él utiliza su fuerza bruta. Si el mundo, la miseria de los otros (le denunciaron porque trabajaba de dentista sin licencia) le imposibilita el encontrar su espacio en el mundo, y el hogar se revela como un sumidero, McTeague se inclina por el embrutecimiento, la enajenación. Para qué andarse con delicadezas con la vida. Tras que haya matado a Trina, en el exterior, mira al cielo y apunta que parece que va a llover. No ha dejado de llover en su interior desde aquel día que decidió lanzarse al vacío, a una vida desértica, de interiores vaciados, carentes, corruptos. Sólo resta extraviarse en el desierto físico, en donde ya sin agua, decide liberar de su jaula a su pájaro. Un último gesto de impotencia, porque el desierto en sus entrañas, el desierto del instinto le había ahogado ya hace tiempo en una invisible jaula de barrotes oxidados.
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