Raymond Burr, el héroe que antes fue villano

Raymond Burr en la infancia que recuerdo era 'Ironside', la serie que protagonizó, interpretando a un investigador en silla de ruedas, entre 1967 y 1975. Pero en la infancia que no recuerdo, la de los relatos de mis padres, como el que empezaba a berrear en mi cuna siempre que comenzaba la serie 'Los intocables' y que me quedaba calladito contemplándola con ellos, Burr era Perry Mason, la serie que le reportó fama y premios (dos premios Emmy) y que protagonizó entre 1959 y 1966. Pero tales figuras, además 'ejemplares', tenían un pasado algo más turbio, como actor secundario desde el último lustro de los cuarenta, especializado en villanos, en personajes más bien turbios. La 'colisión' se produjo con su personaje más popular de lo rodado hasta su éxito catódico, el asesino de 'La ventana indiscreta' (1954), de Alfred Hitchcock. Hasta entonces había intervenido en obras como 'San Quentin' (1946), 'La gran amenaza' (1948), o 'Maru Maru' (1952), las tres de Gordon Douglas, 'Desesperado' (1947) y 'Justa venganza' (1948), ambas de Anthony Mann, 'Pitfall' (1948), de Andre De Toth, 'Traición' (1948), de Edgar Ulmer, 'Pacto tenebroso' (1948), de Douglas Sirk, 'La máscara de los Borgia' (1949), de Mitchell Leisen, 'Red light' (1949), de Roy del Ruth, 'Un lugar en el sol' (1951), de George Stevens, 'Las fronteras del crimen' (1951), de John Farrow, 'M' (1951), de Joseph Losey, 'Horizontes del oeste' (1952), de Budd Boetticher, 'Gardenia azul' (1953), de Fritz Lang, 'El gorila asesino' (1954), de Harmon Jones, Un fresco en apuros' (1955), de Norman Taurog, 'Una pistola al amanecer' (1956), de Jacques Tourneur o 'Un grito en la noche' (1957), de Frank Tuttle. A partir de 1960, sus apariciones en la pantalla grande serían escasas, como en 'La senda del crimen' (1968), de John Guillermin o 'Caído del cielo' (1980), de Dennis Hopper. Entre 1985 y 1993 retomaría el personaje que le hizo célebre Perry Mason. También por su popularidad procuró mantener en secreto su homosexualidad.