viernes, 25 de marzo de 2011

Retribution

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'El pasado es ilusorio. Sólo sirve para confundirnos'. La narración de la fascinante 'Retribution', (2006), de Kiyoshi Kurosawa, es como un laberinto que se hace eco de la confusión vital, de la falta de raíz y conexión en la sociedad actual, y en la que los 'fantasmas' son la 'grieta' que enfrenta a la 'voz de la verdad', el 'grito'(el título original es Sakebi, el grito de la banshee) que 'despierta del olvido'. Kurosawa delinea, como pocos en el cine actual, turbadoras atmósferas fantásticas, que alteran y desestabilizan nuestra percepción de lo que es real o puede ser real, con un elaboradísmo trabajo de los espacios (esos desolados espacios industriales, en los que alienta la intempere como en los interiores de los hogares), el sonido (cómo modula los silencios), la dilatación de planos y secuencias, que quiebra bruscamente (con la irrupción de lo extraño, sea en primer termino o en profundidad de campo). Kurosawa trenza inquietantes secuencias, sabiamente dosificadas, sobre un terror más sutil, el de esa intemperie vital, esa soledad o aislamiento que rezuma latentemente la narración (una realidad fantasmal). Esa armónica conjugación del genuino y sustancial fantástico, entre el dominio de las texturas y la transcendencia implícita en su construcción alegórica, no tiene parangón en el cine de hoy, a excepción de 'Déjame entrar' (2008), de Thomas Alfredsson o 'Air doll' (2008) de Hirokazu Kore Eda.
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La trama se enmaraña y diluye a partir de la movediza y fragil extrañeza de protagonista, Yoshiaka (Koji Yakusho) un inspector de policía que, tras descubrirse el cuerpo de una mujer vestida de rojo (a la que hemos visto cómo la figura de un hombre, que parece una sombra, ahoga en charco en un escombrado espacio industrial), se va planteando si él es el autor del crimen, cuando encuentre un botón suyo en el lugar del crimen, y se descubran huellas digitales de sus manos en el cadáver. ¿Conoce a esa mujer? Si una imagen condensa el trayecto de este personaje, es esa fisura que quiebra la pared de su casa y de la que surge el fantasma de esa mujer. ¿Qué quiere de él? Pero otros crímenes se producen, en donde el agua salada siempre es presencia recurrente, y que en cambio parece que 'resuelven' conflictos afectivos entre la victima y el principal sospechoso de cada uno de ellos. ¿Qué une a esos personajes con la mujer de rojo? Pero ¿hay una sola mujer de rojo? En el cine de Kurosawa la identidad se revela como un espacio, una construcción, ilusoria, en la que las grietas de lo imprevisto enfrenta a la desestabilizadora intemperie que revela a los vivos como fantasmas que transitan en el olvido a la vez que sintiéndose olvidados, no reconocidos, por los otros (cautivos del ensimismamiento).
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Varios temblores sísmicos puntúan la narración, en progresión a ese temblor interior en el protagonista que va 'abriendo' su mirada. Los personajes viven en una zona que antes era dominio del agua, y que ha sido usurpada por la tierra, ilusorias construcciones firmes (como la vida de los que habitan esta sociedad). Por eso, los reflejos, los espejos, se convierten en figura reveladora, como el agua el recuerdo de las emociones extraviadas. El espacio arrumbado de un sanatorio construido antes de la segunda guerra mundial, y en el que fueron abandonados sus pacientes, resuena como el eco, el grito, de un pasado que enfrenta a la falta de raíz del presente. Ese en el que parecen moverse como figuras sonámbulas Yoshiaka y su novia, en espacios que no parecen habitar otros más que ellos. Hay quien ha asociado su cine al de Michelangelo Antonioni, y no es desacertada tal asociación. En el cine Kurosawa los personajes son fantasmas, o se descubren fantasmas porque no habitan realmente la vida, porque se enfrentan a su falta de conexión consigo mismos y los otros.

‎'Retribution' (Sakebi, 2006) es una extraordinaria obra del cineasta más sobresaliente en el género fantástico en el cine de hoy, y uno de los cineastas más fascinantes de la actualidad, aunque sólo haya visto cuatro de la veintena de obras que componen su filmografía, ''Cure' (1997), 'Kairo' (2001) y 'Loft' (2005), aparte de ésta. Kurosawa también escribe el guión, y magnífico es el trabajo fotográfico de Akiko Ashizawa. No dejar de resaltar las sobrecogedoras secuencias de las 'apariciones' de la mujer del vestido rojo.

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