domingo, 27 de marzo de 2011

Crisis

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Si los personajes de Louise Brooks en 'La caja de Pandora' (1929) y 'Tres páginas de un diario' (1929) eran la encarnación de la falta de doblez como contrapunto a una sociedad oscilante entre la rígidez y la hipocresía que las convertía en víctimas propiciatorias por su naturalidad, por su desapego epicúreo o por su ingenuidad (en suma, las contradicciones subyacente en priorizar el valor de imagen frente a la libertad expansiva del cuerpo y la emociones), Irene (Brigitte Helm) en 'Crisis' (1928), se rebela, como agente activo, desde un principio, a un modo de vida, a una parálisis vital que la aboca a la insatisfacción. De ahí, que su cuerpo, su expresividad, esté regida por la tensión, la agitación constante. Esa crisis a la que alude el título de la película es la que sufre, y que ella provoca, su matrimonio con Thomas (Gustav Diessl). La primera secuencia ya condensa ese forcejeo que se tensará a lo largo del relato, entre un sentimiento y un rechazo a un modo de vida en el que se siente 'invisible', ausente. El primer plano es elocuente,el del dibujo que le está realizando Walter (Jack Trevor). En el rostro de Irene se dibuja la satisfacción , se siente centro de atención, y se amplia, como el cuerpo que desea expandirse, cuando su amiga Liane (Hertha Von Walter) le plantea que se anima a salir con ellos alguna noche. Pero en su rostro se dibuja otra expresión de júbilo, de anhelo, cuando entra en casa su marido. Pero es clara la tensión que se palpa en éste, refrendada por su pronto abandono del salón para dirigirse a su despacho y sus palabras referentes a que pensaba que ella sabía que no quería que viera más a su amiga. Este rechazo a ese otro modo de vida, y su dedicación prioritaria al trabajo (es banquero) provoca la 'rebelión' de Irene.
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Pero todas sus acciones insurgentes se convierten en acciones de disfrute 'sustitutivas', y no dejan de poseer implícitamente el anhelo de que Thomas cambie de actitud(son revulsivos para que 'despierte'), en suma de que enfoque su vida hacia ella, de que la haga sentirse de nuevo 'viva'. Cuando Thomas interviene para frustrar su fuga con Walter a Viena, al no apreciar voluntad de cambio, optará por ese modo de vida que su marido rechaza, el de la noche, el de los clubs, el de la vida disipada. Es magnífico cómo Pabst efectúa sus asociaciones, y condensa los estados y las actitudes vitales de ambos antes de la larga secuencia del club. Un plano general encuadra, en una habitación en penumbras, a Thomas, vestido de negro, que se dirige a la ventana, un fulgor de luz, apoyando su cabeza en las cortinas. Parecido encuadre es el siguiente, el de una decidida Irene que se desprende de su formal vestimenta, dejando ver su blanca camisa, ante el espejo, en una habitación más luminosa. Posteriormente la vemos bajar las escaleras con un esplendoroso vestido de noche.
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En la magnífica secuencia del club, rebosante de múltiples detalles, hay un personaje que resalta, el de una mujer que parece una sombra errante, marginal, y que en un momento dado se acercará a Irene, conduciéndola a un reservado. No vemos lo que hacen, pero al salir Irene se deduce que acaba de consumir droga. Poco después preguntará quién es esa mujer, y le dirán que fue la mujer que abandonó a su marido, un banquero que se suicidó. Irene correrá a casa temiendo que lo mismo suceda a Thomas, lo que temerá cuando le encuentre yacente en la butaca de la habitación en penumbras. Pero está sólo dormido. La reacción que ella anhela no se produce. Aún se producirán más forcejeos, en sus flirteos con un boxeador y de nuevo Walter, siempre buscando esa reacción en su marido (que siempre reacciona impasible; esplendido es el momento en que Thomas llama a la puerta del estudio de Walter, cuando ella está con éste, y ella se desprende de su vestido, quedándose sólo con la blanca combinación, conminando a Walter a que abra, decepcionándose por la despreocupada reacción de Thomas). Es fascinante también cómo Pabst refleja procesos mentales, los temores de Irene a que la ruptura o separación sea irremediable, a través de la tarta que corta. La secuencia final no deja de poseer una cáustica ironía, es la separación, el divorcio, la acción extrema, la que parece que haga por fin reaccionar a su marido, posibilitando un nuevo reinicio. La acción insurgente, revulsiva, ha sido eficaz, pero para ello ha sido necesario estirar la cuerda hasta casi romperla.

'Crisis' (Abwege, 1928), es otra muestra del gran talento de Georg Wilhelm Pabst. Una obra que logró ser restaurada en 1998 ya que durante mucho tiempo se creyó perdido uno de sus rollos. Es fascinante su construcción visual, con un gran trabajo en la dirección fotográfica de Theodor Sparkuhl, interrelacionando luz y decorados. El guión es obra de Franz Schulz, Adolf Lantz, Ladislaus Vajda, Helen Gosewish. Una obra sorprendente por su capacidad de captar los procesos y estados emocionales y su descripción de ambientes, y una nueva muestra del substrato revulsivo de las obras de Pabst.

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