domingo, 13 de febrero de 2011

El retrato de Jennie

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‎'Retrato de Jennie', de Robert Brackman, el esplendoroso plano en color con el que culmina 'Jennie' (1948), de William Dieterle.

1 comentario:

  1. Emilio.
    Estupenda película, rodeada de un halo de misterio envuelta en una atmósfera casi onírica que se mantiene a lo largo de toda la cinta, conseguida en parte por la genial música de Debussy, la fotografía y los efectos especiales (no en vano le valieron un Oscar). Pocas películas han conseguido crear de forma tan veraz esa sensación, como en “Vértigo” de Alfred Hitchcock. Su magistral tratamiento en escena de todos estos elementos consiguen lo que podría parecer imposible en la mundanal Nueva York: crear un espacio completamente intemporal, incluso a veces, la acción parece transcurrir en la campiña en vez de una gran urbe. A mí, que pasé mi infancia en una tierra de mar y faros, valoro de manera especial también una de las escenas más memorables de la película, la que tiene lugar en ese faro envuelto en la tormenta.
    Creo que de manera similar se han expresado todos a los que les ha gustado esta obra de arte cinematográfico, por ello quiero destacar algo diferente, al margen del amor imposible de sus protagonistas, y sería la de la frase del amigo, que trabaja como mecánico, del pintor Eben Adams que encarna Joseph Cotten, admirado por aquello que lleva a un artista a sacrificarlo todo: “La mayoría de nosotros piensa que no hay nada que merezca la pena, salvo vivir la vida lo más cómodamente posible, ganar un poco aquí, otro poco allá, comer, dormir y morir. Entonces te encuentras con alguien como tú que no se preocupa por nada de eso y te preguntas si tal vez no te estás perdiendo algo”.

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