martes, 15 de junio de 2010

Operazione paura

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'Operazione paura' (1966) es una fascinante inmersión en las siniestras atmósferas del horror gótico. Ya desde esa imagen de cuatro encapuchados portando, como alma que lleva el diablo, un féretro, recortados en el horizonte. En la posterior secuencia en la que el recién llegado, el doctor Eswai (Giacomo Rossi-Stuart), entra en la posada de este aislado pueblo (estamos en la mitad del siglo XIX en un pueblo de Transilvania), es como si hubiéramos cruzado un umbral, en el que irrumpe lo extraño,o en el que se irrumpe en lo extraño. El largo y sinuoso travelling (estos serán uno de los principales recursos para crear la tétrica atmósfera) que parte de Eswai y que recorre los rostros silenciosos de los lugareños, asienta la inquietud. Una secuencia que evoca otras del cine de Fisher,en sus obras de vampiros. Eswai viene a realizar la autopsia de una joven, que hemos visto aterrorizada en el prólogo lanzándose sobre una afilada verja.
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En ese prólogo se ha visto también insinuada la figura de una niña, que poco a poco se irá perfilando como la razón del terror en el que están sumidos todos los lugareños. Su figura física se irá definiendo a medida que el doctor Eswai vaya conociendo el motivo de esa inquietud, a la vez que comprenderá por qué el cadáver tenía una moneda incrustada en su corazón. Primero la sombra de su mano sobre una ventana, después el turbador rostro de esta niña rubia. Después, en la mansión, en una esplendida secuencia, aparecerá ante Eswei con una pelotita, desplazándose en el espacio como si fuera un ser sobrenatural. En una pintura polvorienta un travelling nos indicará que está muerta. Y sabremos qué cuando se le aparece a alguien es que está condenado a morir. Sin duda Fellini debió inspirarse en esta niña para aquella que se le aparece a Tobby Dammit en su episodio de 'Historias extraordinarias' (1968). Bava sabe sacar partido de los escenarios sombríos, de las calles solitarias donde atacan a Eswai por realizarla autopsia; de los cementerios; de la lóbrega mansión repleta de telarañas, donde destaca la escalera en espiral.
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Y traza admirables secuencias en las que el mismo tiempo se altera y quiebra, como la secuencia en la que Eswai cruza una y otra vez el mismo salón,y persigue una figura que resulta ser él mismo; o aquella en la que Monica (Erika Blanc) no deja de recorrer las escaleras de espiral como si estuviera ya cautiva en ellas (turbadora es también la secuencia en la que se le aparece a Mónica una muñeca en su cama). Sin olvidar el empleo de los espejos distorsionados, en la habitación de la madre de la niña, la baronesa Grass (Gina Vivaldi), que parece anclada en el tiempo como la anciana de 'Grandes esperanzas' de Charles Dickens, espejos que reflejan sus emociones distorsionadas, angostadas en la furia emponzoñada y retenida durante largos años, y origen del terror, espacializada en esa perturbadora habitación de su hija, llena de muñecas, que conserva igual desde el día que murió.

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