lunes, 25 de marzo de 2024

El pistolero

 

El pistolero (The gunfighter, 1950), es un magnífico western de Henry King, con guion de William Bowers y Andre De Toth, en principio escrito para John Wayne, que aspiraba a interpretarlo. Según parece no se llevó a cabo por sus diferencias con Harry Cohn de la Columbia por sentirse maltratado por él cuando empezaba su carrera. El proyecto acabó en la Fox, producido por Nunnally Johnson, quien realizó modificaciones en el guion. Durante los títulos créditos, una figura recorre a caballo parajes desiertos, entre el día y la noche, entre lo que quisiera dejar de ser y lo que anhela poder ser. Una figura a la que persigue una sombra, una figura que persigue un sueño. ¿Cuál es la sombra que persigue a Ringo (Gregory Peck), protagonista de El pistolero? Esa que ya se refleja en el título de la película, y a la que se enfrenta en el saloon al que llega, cuando los asistentes le reconocen, y uno se enfrenta a él, para afirmarse. Es El pistolero. Esa es la sombra que arrastra y le persigue, lo que representa, su imagen y reflejo para los demás, el hombre considerado el pistolero más rápido, y cuyos méritos se ratifican en los hombres, objeto de especulación, que ha matado. Aunque cada vez que le vean, muchos digan que parece vulgar, no hay nada aparente que indique su excepcionalidad, percepción que determina que quieran enfrentarse a él, porque parece realmente nada, y les puede hacer sentir a ellos que son más que nada. Pero Ringo es un hombre cansado, un hombre que se siente como un condenado. Condenado a enfrentarse a cualquiera farruco que quiera afirmarse como gallo del corral, como es el caso de Eddie (Richard Jaeckel), lo que implica, tras matarle (tras ser provocado por él, y tras fracasar en el intento de convencerle de que no le desafíe), que sus hermanos quieran vengarse de él.


¿Y qué sueño persigue? Ringo llegará a un pueblo, en el que transcurrirá la acción del resto de esta esplendida obra (una de las primeros westerns que desentraña una figura icónica, qué representa, y cómo es el hombre real, qué proyectan en esa figura los demás), en espera de algo, una espera para la que dispone de un tiempo limitado, el que sabe que tardarán en llegar los hermanos de Eddie, a los que dejó sin caballos en el desierto. En espera de ese Acontecimiento, que será incógnita durante buena parte del metraje ¿por qué quiere ver Ringo a su esposa Peggy (Helen Wescott) y su hijo de ocho años, a los que no ve en años?, él se convertirá en Acontecimiento para los habitantes del pueblo, en Representación, en su amplio sentido (teatral y significante; lo que proyectan en él, y su condición de protagonista escénico, cuya aparición dota de singularidad esas horas de su vida, como espectadores de un drama distintivo que a la vez les hace partícipes). Los niños dejarán la escuela para asistir a este suceso excepcional, jugando, en la calle, frente al saloon donde espera Ringo, como si fueran pistoleros enfrentados. Para el dueño del saloon, Mac (Karl Malden), es como un golpe de la fortuna, un privilegio, porque sabe cómo redundará en beneficios posteriormente, cuando ese saloon se convierta en el lugar en el que estuvo Ringo, el célebre pistolero. Para otros será la ocasión de contrastar la idea con lo real, 'el no parece que sea tanto como dicen', y en algún caso, como el de Hunt (Skip Homeier), otro arrogante joven farruco, será la oportunidad de poder demostrar que él es Alguien. Para otros puede ser el responsable de haber matado a un ser querido ( si tienes fama de pistolero, eres vulnerable a que te endosen más muertos), como el que se aposta en la habitación del hotel de enfrente (aunque después quede patente que nada tuvo que ver con la muerte de su hijo). Para las representantes de la moralidad, la jauría de presuntas virtuosas, es, o representa, una ignominia, que no sólo debe abandonar el pueblo, sino que debería ser abatido a disparos cual alimaña o ser ahorcado (es extraordinaria la secuencia en la que ese grupo de mujeres expresan su protesta al que creen que es el sheriff, sin saber que es Ringo; un corrosivo apunte sobre la falacia de las apariencias y la inconsistencia de las percepciones, de cómo las ideas o proyecciones poco pueden tener que ver con lo real).

Si Ringo es una representación para los demás, hay dos figuras que representan lo que él pudiera, o quisiera ser. El sheriff Strett (el espléndido Millard Mitchell), antiguo amigo, que fue antes forajido, y ahora, ocho años después, figura integrada en el otro lado de la ley, lo que le hace, por otra parte, tener una mirada no emborronada por los reflejos de lo que Ringo representa, sino comprensiva, que sabe discernir lo real, el ser humano tras la imagen. Y, en segundo lugar, su esposa e hijo. Lo que Ringo anhela es por fin dejar esa vida de pistolero, dejar de ser perseguido por la sombra de lo que representa, construir una nueva vida conjunta con ambos, disponer de una segunda oportunidad, consciente ahora, dejada atrás las inconsciencias arrogantes de la juventud, de dónde reside realmente la verdadera vida. No en el enfrentamiento ni en la afirmación del ego sino en la creación de una relación cómplice. Dejar la noche, la muerte, y habitar la luz del día, la vida. Reiniciar una vida, como un papel en blanco, en un lugar en que no represente ya nada para los demás sino meramente alguien al que conocer. Pero resulta complicado poder desprenderse de la amenaza de las sombras que le persiguen, porque hay otros que ignoran que lo que proyectan, ese ser Alguien, está teñido de muerte, y lo necesitarán aprender en sus propias carnes, qué lejos está la sublimada idea de los fatuos reflejos de lo real siniestro.

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