lunes, 2 de marzo de 2020
Almas y cuerpos (Impedimenta), de David Lodge
La omnisciencia de los novelistas tiene sus límites, por lo que no intentaremos trazar el largo proceso de dudas, debates, intrigas, miedos, plegarias ansiosas y motivaciones inconscientes que finalmente dio lugar a dicho documento. Es tan difícil ponerse en la piel de un papa como debe serlo para un papa ponerse en la piel de, por ejemplo, una joven madre de tres niños que yace en una cama de matrimonio y que, al notar que su marido comienza a acariciarla, experimenta un conflicto entre el deseo de girarse hacia él y el miedo a un nuevo embarazo. Este párrafo de Almas y cuerpos (Impedimenta), de David Lodge, concentra cuatro cuestiones básicas del libro (y de la obra de Lodge). Con dos, el sexo y la vida como ficción, coincide con su coetáneo Graham Swift cuando escribía, en El país del agua, que la vida son historias y pedazos de carne. Una tercera singulariza su enfoque, el humor. Y una cuarta estaba intrínsecamente relacionada con su educación, y cobra en esta novela, que se publicó originariamente en 1980, una relevancia cardinal: la religión católica. El documento al que hace referencia ese párrafo inicial es la encíclica papal, de 1968, sobre el control de la natalidad. Como apostilla Lodge: Su mensaje, nada iba a cambiar. Es uno de los eventos históricos que ejercen de contrapunto con respecto a la evolución, por describirla de alguna manera, durante décadas, desde inicios de los cincuenta hasta finales de los setenta, del grupo de amigos que protagonizan la novela. Se inicia cuando, aún vírgenes, se conocen en la universidad. Es importante destacar su virginidad, como detalle caracterizador, porque, su enfoque y su vivencia del sexo, como componente de sus relaciones sentimentales o emocionales, es fundamental en el relato, como también lo era, por ejemplo, en el enfoque sobre la vida del escritor H G Wells en la anterior obra de Lodge publicada en Impedimenta, Un hombre con atributos. Esta es su última novela, publicada en 2011, treinta años después que Almas y cuerpos, pero su enfoque no difiere, en cuanto a la relevancia del sexo, no importa la época en la que transcurra la acción y quién la protagonice, si es uno o son varios, como en este caso, emblema de una generación que se enfrentó a la experiencia del sexo, como territorio desconocido, sin mapa alguno; la ignorancia, según los casos, combinada con el pasmo, el temor o el atolondramiento: Ninguna de nuestras jóvenes novias le tocó los genitales a su marido hasta semanas, meses o, en algunos casos, años después de la boda. Algunos de los que conforman ese grupo de amigos compartieron esa consternación ya que se consolidaron como parejas, otros encontraron sus parejas fuera de ese círculo y hubo quien se convirtió en monja. Si algo también caracteriza a casi todos ellos, y de ahí la relevancia del contrapunto de la perspectiva institucional como dictado de forma de habitar el cuerpo, el sexo y cualquier compartimento de la vida, es la conformación de una familia numerosa. No dispondrían de manual de instrucciones para el coito, pero sí para no neutralizar la inseminación. Su tema musical de fondo podría haber sido la canción Sperm is sacred (El esperma es sagrado) de El sentido de la vida (1983), de Terry Jones. Al fin y al cabo, los Monty Python pertenecían a su misma generación (la secuencia de la clase magistral de coito, con maneras impávidas, es otro revelador ejemplo de su sintonía).
Lodge enfoca sobre su desconcierto con respecto a la expresión y vivencia de su cuerpo, como quien se sumergiera en batiscafo en la realidad y encontrara su cuerpo entre otras especies, algunas abisales, otras por definir. Se porta el cuerpo, o el cuerpo nos porta, pero es sin duda una relación desconcertante. Faltan vocales, o quizá consonantes, para deletrear con precisión la relación que se establece con esa materia con forma que habitamos y nos traslada. Esa perplejidad la torna mordaz ironía, y como narrador hace acto de presencia para evidenciar que no saben relacionarse con sus cuerpos pero son personajes de una representación que ignoran que interpretan, una ficción al dictado que combina las pautas con la desorientación, como un cortocircuito.Como ha señalado un crítico francés contemporáneo en un tratado sobre el arte de la narrativa, un novelista puede a) narrar una vez lo que ha sucedido una vez o b) narrar n veces lo que ha sucedido una vez o c) narrar n veces lo que ha sucedido n veces o d) narrar una vez lo que ha sucedido n veces. Los procesos de seducción, las violaciones, la búsqueda de nuevos amantes o la ruptura de viejos tabúes suelen narrarse empleando las estrategias a), b) o c). El amor en el seno del matrimonio, en las obras de ficción, tiende a narrarse siguiendo el modelo d).
Habitamos una ficción, o la ficción nos habita, sea en forma de creencias o rituales y costumbres. La creencia religiosa, sea cual sea, al fin y al cabo, es una ficción que se adopta como guía o brújula o mapa con unas coordenadas que no parecen inestables, con respecto a las cuáles es práctico no pensar que realmente pertenecen a un menú de opciones. ¿Por qué ser católico en vez de otra cosa, o simplemente nada? Se desconoce tanto del cuerpo, como de ese trayecto que se denomina vida. La incertidumbre hay que domesticarla con un inicio y una conclusión como si fuera un relato. Una conclusión que se caracteriza por un continuará. Porque si el curso de la vida se define por lo incierto, también el inicio, ya que surgimos, como la misma vida en el planeta, de una desconcertante nada que es sinónimo de incógnita, y al ser humano le ha resultado difícil asumir que quizá no haya un continuará tras la muerte, como una serie con nuevos capítulos. En suma, el ser humano no ha sabido lidiar nada bien, desde el principio de los tiempos, con tantas incógnitas. Bajo el cielo nocturno, todas las preguntas que preocupaban a los filósofos y a los teólogos parecían reducirse únicamente a dos, que eran muy sencillas: ¿Cómo empezó todo ? ¿Y hacia dónde va?
Lodge también explora las múltiples contradicciones de las creencias religiosas, la carencia de fundamento de toda institución religiosa o, en concreto, de la católica. Cristo vino para poner en marcha una revolución, pero acabó convirtiéndose en objeto de culto. Cualquier aliento de sublevación se tornó imposición, severidad, dogma, envaramiento, autoindulgencia. Y, a la vez, la vivencia religiosa del ser humano, en general, se asemeja al empacho de irrealidad de quien visita Disneylandia. Lodge parece plantear que circulamos con nuestros cuerpos y nuestra realidad con cierto desenfoque. De modo específico, en la sociedad inglesa de las décadas durante las que transcurre la narración, y quienes fueron condicionados por la religión católica. Pero solo es una parte de la interminable secuencia de historias con la que el ser humano ha procurado y siempre procurará proporcionarle un sentido a la vida. Y a la muerte. Por eso, sus interrogantes se pueden extender, como un mordaz aspersor, a todos nosotros, a nuestra relación con esta ficción denominada vida. Se veían lastrados por sus creencias, por un montón de respuestas inútiles a preguntas innecesarias. Para quedarse tan solo con las preguntas fundamentales -¿Qué podemos saber? ¿Por qué tiene que haber algo siquiera?¿Por qué no la nada?¿Qué podemos esperar?¿Por qué estamos aquí?¿Cuál es el significado de todo esto?- se veían obligados a desmantelar todo aquel aparato de creencias superfluas y a rechazarlo pieza por pieza. Pero, en cuestiones relacionadas con las creencias (como en las que atañen a las convenciones literarias), resulta de lo más interesante preguntarse hasta dónde puedes llegar, en este proceso, sin descartar nada que sea vital.
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