martes, 10 de diciembre de 2019

Próxima

Cómo alcanzar las alturas si la tierra te tira. Te atrae y, a la vez, complica el ascenso. Son dos fuerzas magnéticas, dos centros de gravedad, que intentar armonizar pero que, en un grado u otro, entran en fricción. En Proxima, de Alice Winocour, Sarah (Eva Green), se encuentra en ciernes de realizar su ilusión, o propósito hacia el que ha enfocado su realización personal, ser parte integrante, como astronauta francesa, de una misión espacial internacional, junto a un estadounidense, Mike (Matt Dillon), y un ruso, Anton (Aleksey Fateev). Pero entra en fricción con su amor materno, o, de modo más específico, la atención gravitacional que su hija de ocho años, Stella (Zelie Boulant), demanda, más allá de que esté atendida por su ex marido, Thomas (Lars Eidinger). Dos direcciones, dos focos, de realización, a través de un vínculo (consigo misma y su hija, parte de ella pero también singularidad), que parecen tirar de ella de tal modo que parecen no poder conciliarse, como si fueran interferencias mutuas.
La narración se centra en los pasajes previos, de preparación, para esa misión. Un primer paso en la interposición de distancia física con su hija, ya que las pruebas preparatorias se realizan a cientos de kilómetros, en Rusia. Las visitas están restringidas, pero cuando se realicen, demandan su atención tanto su asistencia a las diversas instrucciones que debe recibir como las necesidades de su hija que se ve abocada a pasar horas sola hasta que concluya esas sesiones. Esa interferencia filial parece ratificar, por añadidura, las reticencias de quien, como Mike, no considera que una mujer pueda disponer de las mismas capacidades o aptitudes que un hombre para realizar tal misión. La sombra, por tanto, de la descalificación se extiende durante la instrucción, a la par que su preocupación por el hecho de que su hija se sienta desatendida, y se deteriore la concepción que Stella tenga de ella. A Mike, frente a sus reparos, le replica que esa cuestión la tiene solucionada con su esposa, quien le alivia del peso de esas preocupaciones. Pero tampoco es una cuestión de cargar hacia la negligencia paterna, masculina, como refleja Thomas. ¿El vínculo orbital materno es más poderoso que el paterno, o se preocupa en exceso por proporcionar demasiado espacio al capricho gravitacional de la hija?
Sarah quiere ser madre, quiere ser astronauta. No quiere que una opción perjudique a la otra. Las imágenes en los créditos finales, de mujeres astronautas, que eran madres, desde la década de los ochenta, ratifican la posibilidad de esa conciliación. Pero la cineasta, con lucidez y sin vana autocomplacencia, señala un conflicto permanente para la mujer cuando sus aspiraciones quiere conjugarlas con la maternidad. Es una cuestión o interrogante que, más allá de restricciones o imposiciones externas (culturales en cuanto asignación de roles o preconcepciones de aptitudes), puede también dejar en evidencia contradicciones. Recuerdo, en cierto trabajo, a una coordinadora que cuestionaba a esas feministas que no dejaban a sus hijos ni para cagar. Hay tanto condicionamientos externos como internos para ser consecuente. Ampliando el foco, da igual si se es padre o madre, cuántos han renunciado a cualquier reclamación de derechos laborales, o transformación y mejora de sus condiciones, por no perder el puesto, justificados en que tienen que mantener a su progenie. Ha sido el mejor certificado de seguridad para que esta dictadura corporativa, que nos convierte en meros consumidores voraces y sumisos, siga afianzada. Pero Proxima no pretende ir tan lejos, metafóricamente hablando, aunque Sarah sí lo quiera hacer físicamente. Se centra en una cuestión específica, expresada, de modo metafórico, a través de la hipérbole que implica la profesión más extrema, astronauta, en cuanto implica interponer más distancia, con los hijos, que con cualquier otra dedicación. Por un determinado periodo de tiempo te alejas miles de kilómetros en el espacio exterior, en otro planeta. Pero aún así, como demuestran los hechos, se puede conciliar. Se pueden superar las contradicciones y limitaciones, propias o ajenas, y convertir en próximo lo que parece inalcanzable (como aspiración personal), sin que otras proximidades, afectivas, se vean afectadas o dañadas. Se puede realizar aunque su consecución implique lidiar con esa fricción, entre inercias o impulsos y aspiraciones o propósitos.
Winocour expone con precisión las marejadas de ese conflicto, entre lo sensorial (amplificado por la ingravida banda sonora de Ryuichi Sakamoto) y lo procedimental (los trámites de la instrucción). Auna con armonía lo concreto y lo abstracto, el cuerpo y la metáfora, la fragilidad emocional y el pulso de actitudes. No incurre en maximalismos. La relación con Mike conjuga las diferencias con las complicidades, o la consecución de una conciliación de planteamientos dispares. Podemos modificar o matizar los pareceres, o las concepciones divergentes no tienen por qué convertirse en impedimento de una fructífera y fluida colaboración. No es una obra de rupturas formales, ni heterodoxias expresivas, pero en tiempos en los que, cada vez más, la imagen parece convertida en vitrina museística o fetiche, (auto) referencial, ya que tengo la sensación de que muchas obras recrean moldes vistos ya demasiadas veces, aunque sean ejecutados con habilidad o hasta brillantez puntual (The irishman, Marriage story, El traidor, El joven Ahmed), como si el cine remitiera a sí mismo (y Tarantino es su más autoindulgente emblema), Proxima se caracteriza por la singularidad. No mira hacia su ombligo (como el cinéfilo de hoy parece enfocar las películas en referencia a ellos mismos o acorde a cómo se ajustan a sus pantallas emocionales o, en sentido representacional, sus agendas) sino hacia fuera, a la realidad. No es una obra que recuerde a otras, sea del mismo molde dramatúrgico o tipológico, o sea del mismo director y, a la vez, se torna en uno de los reflejos más incisivos, en cuanto perspectiva reflexiva, sobre una cuestión como la posición de la mujer en las coordenadas sociolaborales, sin necesidad de enarbolamientos que colindan con la conveniencia (como la exigencia de cuotas de presencia), como si la candente cuestión se hubiera generado hoy (el borrado de memoria histórica también ayuda a la conveniencia). Proxima plantea un ángulo que incide en por qué aún es una cuestión que colea, y lo hace desde un ángulo que muestra las fricciones, no sólo externas sino internas (las sombras de las contradicciones), como también la efectiva posibilidad de realización y conciliación. Un pasaje de la hermosa banda sonora de Ryuichi Sakamoto

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