jueves, 7 de noviembre de 2019
Ventajas de viajar en tren
Digamos que somos múltiples personajes. ¿Cuál es la ventaja de viajar en tren? Cada pasajero es una posible historia. Compartimentos, capas, ángulos. Narradores, personajes. ¿Quién narra la realidad que vivimos, en la que circulamos? ¿Quiénes somos? Somos tantas capas como personajes somos aunque pensemos que nuestra identidad posee una firme y definida raíz. Quizás tras las capas no haya nada. De la misma forma que la realidad parece definirse por los desechos, como pueden representar los otros en cuanto utilidad o molestía, basura, un excremento, alguien que humillar, alguien de quien aprovecharse, alguien a quien infligir daño, alguien del que prescindir tras que sea util. Ventajas de viajar en tren (2019), de Aritz Moreno, para la que Javier Gullón adapta la novela de Antonio Orejudo, es una sucesión de capas, como las muñecas rusas. Un juego, que puede evocar poo sus composiciones visuales, su condición de travesura estructual o su sintética narración vehiculada a través de voces, Amelie (2001), de Jean Pierre Jeunet, aunque transite más la senda de lo ominoso y lo escatológico. En el principio, el excremento. Alguien hurga en uno como si intentara descifrar las claves de la vida, la contraseña de acceso a un sentido. ¿Qué percibimos?¿Qué estamos mirando?¿Qué vemos o proyectamos en los otros?
Un encuentro imprevisto en un tren, como tantos encuentros o cruces en la vida, quizá una maraña que se enrede en sí mismo. ¿Cómo sabemos que ese otro es como se presenta?. ¿Lo sabe él? ¿Es narrador de su realidad o personaje que ignora cómo se desenvuelve y por qué sus impulsos y no otros? Ángel (Ernesto Alterio) alude a Helga (Pilar Castro) en un tren. Helga acaba de recluir a su esposo en un psiquiátrico. Ángel se presenta como psiquiatra. Inicia un relato, sobre un paciente, esquizofrénico, que se sentía diferentes personajes como si, por turnos, se alternaran, y él fuera el mero recipiente. ¿Él o no hay nadie entre y tras los ellos? El relato adopta esa misma estructura de relación con la realidad. Si la realidad carece de estructura, simplemente los rostros pueden ser unos como otros, y los nombres bailar porque quizá no sea lo que pensamos que es real sino un relato, una invención que, incluso, se ignora que lo es. Entre la sugestión y la manipulación se extienden los recovecos y los ángulos muertos, los desplazamiento que quizán callejones sin salidas, espasmos de una inmovilidad. ¿Hay certezas? Una constante: El daño, la necesidad de dominar e imponernos sobre otras voluntades, de controlar, de disponer de la moneda de cambio que proporciona la circulación más libre y con más privilegios, la satisfacción de los caprichos. Quizá no haya tantas variaciónes de historias y escenarios, aunque varien los rostros y los nombres.
Ventajas de viajar en tren da rienda suelta a la multiplicidad de vias de relatos que se suceden. Quizá sean parte de la misma, variaciones, como las bolsas de basura, los desechos, son recurrentes. Un cuerpo dispone de un nombre u otro, una identidad u otra, quizá sea hombre o mujer, depende de la percepción, o la confusión o la enajenación. La realidad es tal como la percibimos. Quiza desechos con apariencias variables, un excremento que intentamos descifrar. Simples, pero retorcidos, jugamos con otras vidas porque hay que liberar el deseo de que la realidad la dominamos aunque sea acuchillando el cuello de un niño, o convirtiendo el deseo o la convivencia en ritual de humillaciones. Tanto aburrimiento necesita historias con las que reventar el tiempo que se nos escapa de las manos. Circulamos, pero no. Pensamos que disponemos del traje de una identidad, pero quizá sólo seamos desechos, aunque los coloreemos con máscaras. Por eso, por combustión espontánea, podemos desaparecer, y quizás parecer otro cuando otro relato se ponga en marcha.
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