miércoles, 28 de agosto de 2019
Tu fotografía
El azar, el determinismo y la emoción verdadera. En The lunchbox (2014), de Ritesh Batra, un error del servicio de mensajería en el envío de una fiambrera con comida propiciaba que se estableciera una comunicación epistolar entre dos desconocidos, una mujer insatisfecha con su matrimonio, más bien, relación en coma, ya que su marido ni siquiera comía lo que le enviaba, y un contable de vida cuadriculada, sistemática, que sí encomtraba satisfacción en esa comida. Los hilos del azar propiciaban que se geste una conexión que, de entrada, pone en evidencia quién interpone límites, por indeterminación e incapacidad de expresar sus emociones, como es el caso de él. En Tu fotografía (2019), el conector resulta igual de azaroso. Miloni (Sanay Malhotra), estudiante de contabilidad, se cruza en una plaza de Mumbai con Rafi (Nawazuddin Siddiqui), uno de los numerosos fotógrafos que se ofrece a los transeúntes, el cual despliega sus dotes de persuasión para que acceda a que le haga una foto. Rafi sufre la presión de su abuela (Farrukh Jaffar), que se extiende a su entorno, vecinos y amigos, para que se decida de una vez a casarse. Rafi, abrumado por la presión, se inventa una novia, a la que llama Noorei, y no se le ocurre sino enviar la fotografía de Miloni. Cuando la abuela le notifica que le visitará durante tres días, Rafi busca a Miloni para pedirle que acepte representar, para su abuela, el papel de su novia. Irónicamente, la localizará a través de otra imagen, su rostro en el cartel promocional de la escuela de contabilidad. Y entrará en juego el conflicto entre representación y emociones, lo que se gesta entre ambos, o lo que sienten pero les resulta difícil expresar, las dudas e inseguridades.
En The lunchbox cobraba presencia dramática y simbólica un ventilador, el que se cernía sobre un hombre en coma desde hacía quince años, pero también sobre el contable, emblema de esa vida dedicada a su trabajo, o lo que es lo mismo absorbida por este, como un muerto en vida que siente sobre sí la hélice de una vida que funciona por resorte o inercia. En cierto momento se detiene, equivalente a la conmoción que supone para él esa relación epistolar que reanima su vida en coma figurado. En Tu fotografía también adquiere esa condición. En las secuencias iniciales, un amigo le relata a Rafi cómo compartió piso con un chico que se ahorcó colgándose del ventilador. Es otro intento de argumento disuasorio para que decida casarse, en vez de dejar que el tiempo pase. Rafi es bastante retraído, le cuesta expresar sus emociones, y parece sentirse un tanto desubicado. Hay momentos en los que se expresa con eficacia esa separación del entorno mediante el desenfoque (él en primer término del encuadre, y los amigos borrosos en segundo término). Batra utiliza un recurso expresivo equiparable con Miloni, quien también sufre la presión familiar, en su caso para que acepte a un pretendiente: en cierta secuencia, rodeada de familiares, la cámara se centra, en primer plano, en ella, y el resto queda desdibujado, o fuera de encuadre, hasta el instante en el que les dice que sí tiene una foto para mostrar a ese nuevo pretendiente, una de las fotos que le ha hecho Rafi. Otro de los múltiples sutiles detalles que evidencian cómo se sienten atraídos uno y otro.
El ventilador también alude a ese determinismo socio cultural. Aunque la abuela le señale a Rafi que en sus tiempos los matrimonios eran concertados, aún pervive esa presión, como sufren él y Miloni de modo emblemático, para que se casen con alguien que sea mínimamente aceptable. Alguien comenta que es raro encontrar un matrimonio satisfactorio. No importan los sentimientos sino las formas, las apariencias, la imagen que se proyecta. Se prioriza la inercia de la tradición, como también se aprecia en la anquilosada concepción de los roles de hombre y mujer. La abuela le dice a Rafi que una mujer no puede ganar más dinero que el hombre, lo cual sería una vergüenza para este. Es el peso de ciertas tradiciones que no dejan de ser rígidos entramados ficcionales a los que se sigue plegando cada nueva generación. La vida también parece restringirse a los cálculos contables. A las previsiones. Como si la vida ya fuera un relato anticipado. En una de sus primeras citas, Rafi y Milon acuden a una proyección cinematográfica. Rafi le expone que no hace falta ver toda la película para saber cuál es el desarrollo, otra historia de amor en la que el entorno pone impedimentos a la realización del amor de esa pareja, y en la que el integrante masculino es alguien con una dedicación laboral humilde o precaria. No deja de ser su misma historia. No deja de ser irónico también que su amor se vaya consolidando mientras recrean una escenificación en la que inventan su pasado, no sólo el del proceso de su supuesta relación sino también, en el caso de ella, su propia vida familiar, reflejo, al fin y cabo de la insatisfacción, o desubicación, que siente ella, como él, con respecto a su entorno y esa vida que sus familias parecen intentar determinar, programar. Miloni, en cierto momento, expresa cómo sería feliz en un entorno pacífico en el que simplemente se dedicara a observar el paisaje. Esa desubicación se refleja sutilmente a través de una narración melancólica, entre la fantasmagoría y la sensorialidad impresionista, en la que la fisicidad del entorno y las penumbras son coordenadas fundamentales de lo que se oculta y lo que se quisiera ser.
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