miércoles, 10 de julio de 2019
Atlántida Film Fest, las otras miradas del cine europeo
Los agujeros de la realidad. Si nos atenemos a lo estrenado en este primer semestre de año, Europa ha proporcionado el mayor número de obras sugerentes (El bailarín, La tragedia de Peterloo, Donbass, Un hombre fiel, La mujer de la montaña, Touch me not, Los hermanos Sisters, La sombra del pasado, Gracias a Dios, La última lección, Clara y Claire, Dobles vidas, Enemigos íntimos o Border). Aunque dado el número de películas que se estrena no es que sea un número muy elevado. El Atlántida Film Fest permite, durante todo este mes de julio, ampliar la perspectiva sobre el cine que se realiza en nuestro continente. Ya se sabe que no todo llega a nuestras pantallas y que, incluso, puede que no lo hagan algunas de las obras más sugerentes. En particular las que enfocan en la realidad a ras de suelo, la que enfocan en cuál es nuestra posición en la realidad, y cuáles las condiciones que la definen, las que enfocan en cómo nos relacionamos con los demás, las que interrogan sobre nuestra sociedad como un conjunto, como una estructura laboral y económica, sobre qué desgastes sufrimos, qué concesiones realizamos, qué enajenaciones padecemos, en suma, cómo se ha descosido nuestra realidad, en algunos contextos de modo más evidente, porque en otras se disimula por el injerto de una relación cada vez más virtualizada, y no sólo por la hiperpresencia de pantallas físicas. Quizá sean enfoques que no interesen hoy tanto, o no se aprecia esas inquietudes en las miradas de los que escriben sobre cine, más preocupados por simplemente dictaminar con adjetivos qué les parecen las películas. Estas son películas incómodas, ásperas, que abren brechas, o exponen los agujeros que nos empecinamos en camuflar o ignorar, y quizá no interesen a los que no escriben para reflexionar sino para ser complacidos. Por tanto, un festival como el Atlántida Film Fest posibilita, para las mentes curiosas, la posibilidad de descubrir un cine más sustancioso que buena parte de lo que llega a nuestras pantallas. Un cine que mete dedos, o puños, en las llagas que parecemos querer evitar mirar de frente, porque ante todo queremos sobrevivir sin hacer demasiado ruido no sea que nos extraigan de la burbuja. Como muestra, destaco quince obras, alguna de las cuales me han parecido realmente excelentes. En orden de preferencia:
1. Vulcano, Ucrania, de Roman Bondarchuk.
Podría conformar un demoledor dúo con Donbass, de Sergei Loznitsa. Un intérprete que acompaña a un equipo de inspectores de controles militares marcha en busca de asistencia cuando el coche se detiene por alguna avería que ignora cuál puede ser. No encuentra asistencia, sino que se extravía en un país decididamente averiado. No hay ni vuelta atrás, porque desaparece incluso el coche, y también sus pasajeros. Es una película hilvanada con contundentes elipsis. Cada vez que se realiza una elipsis, el personaje se encuentra en una circunstancia más complicada. Da igual si sale por una puerta o coge un autobús, probablemente se encontrará con una situación que acreciente su desamparo, como si la realidad alrededor simplemente ejerciera una acción de despojamiento. No hay manera de interpretar esa realidad descoyuntada. Por eso, cualquier dirección parece abocar a un callejón sin salida.
2. Señor Workaholic, Suiza, Antoine Russbach.
Frank vive para el trabajo, y desenfunda las mentiras del esbirro con presta naturalidad. Es un empleado, para una empresa que gestiona transporteS marítimos, gestiona suministros que hacen nuestra vida occidental más confortable. Su prioridad, aplicar en su labor toda decisión que propicie economizar. No hay imponderables. Si hay un imprevisto que puede comportar gastos no previstos se realiza la correspondiente eliminación, aunque suponga lanzar al mar a un polizón. Frank no sabe de escrúpulos, sólo de números. No es un hombre imaginativo, sino eficiente. Frank vive para suministrar las comodidades, que pueden colindar con los lujos, a su familia, a su esposa y cinco hijos. Su pequeña cápsula de vida, la única que le importa. Sus espectadores, por eso no sabe cómo reaccionar si deja de interpretar su misma función. Hay películas que saben meternos el dedo en el ojo hasta el fondo, y apretar por si nos hemos acostumbrado a mirar la realidad a través de números, comodidad y eficiencia.
3.One day, Hungria, de Zsofia Zsilagy.
No es un Vivir cada día, aunque su argumento lo sugiera. Un día en la vida de una mujer, profesora de idiomas, que lidia con el cuidado de tres hijos, con sus traslados y recogidas de clase, guardería o cursos de esgrima o violoncello. Como cualquier día, del mismo modo que el problema con el grifo del fregadero es ya un incordio que asume como parte inevitable que no se puede solucionar. Quizá porque no es un día cualquiera. Son las mismas acciones rutinarias, pero hay una interrogante que amenaza la precaria estabilidad de su vida, la pregunta de si su marido desea o no, quiere o no, a otra mujer que ha explicitado que se siente atraída por él, aunque no haya pasado nada entre ellos, pero quizá pueda pasar. Un día cualquiera que encorva con más peso, porque incita a dejar de moverse con la inercia, porque la inercia misma se siente como una agonía. Su planteamiento estético es exquisitamente estilizado. Las medidas composiciones en formato panorámico, las penumbras de su trabajo lumínico, y los colores oscurecidos, hacen sentir la la espesura emocional de esta mujer. Una mirada pérdida, un rostro difuminado por los reflejos en la ventanilla, condensan su estado.
4. Domestik, Checa, Adam Sedlak.
Un hombre obsesionado por las condiciones que favorecen su preparación física como ciclista, transfigura su hogar, e incluso, tras afectar, como una infección progresiva, a su relación marital, al cuerpo de su propia esposa. La narración se define por el enrarecimiento, en lo que es fundamental el brillante y turbador diseño sonoro. La enajenación se torna encapsulamiento vital, como esa tienda de campaña que cubre su cama para que respire del modo más adecuado. Mientras, asfixia progresivamente a su esposa, a la que consume, como si absorbiera, de modo inconsciente, cual vampiro, su energía.
5.El sonido del futuro, Francia, Marc Collin.
Otra obra que transcurre durante un día, y también, de modo predominante, en un espacio interior, la casa donde la protagonista compone su música. Le presionan para que entregue un encargo para un anuncio publicitario, pero al descubrir una caja de ritmos, su mirada abre el futuro. La acción transcurre en los ochenta, y el sonido del futuro es el que propicia la caja de ritmos, que se propagará por las discotecas, y dejará de lado a la música disco. Los sonidos que abren brechas en el tiempo se conjugan con relaciones, o conexiones, imprevistas. La chica que debía cantar su composición para ese anuncio se convierte en una cómplice con gustos afines. Notas de música que componen una canción que transfigura el escenario de la música y de una vida particular.
6. Easy love, Alemania, Tamer Jandali.
El material es real, pero el tratamiento parece el de una ficción. Conecta con One day en un enfoque estilizado en la composición de los encuadres y en un elaborado diseño visual. El enfoque sobre la realidad en grado cero o la acción no ficcional no tiene porque plantearse con un estilo que enfatice lo inmediato (¿Un indicativo de cambio que haga salir del atasco, como recurrente repertorio formal desde hace veinte años, de plantear un estilo realista con agitada cámara en mano adherida a un cogote?). Cuatro historias, personas que se convierten en personajes, que buscan escenarios del amor y el sexo que hagan sentir que no hay límites, o que se transgredan o infrinjan, o que se tanteen territorios desconocidos. Pero la experiencia se torna sucesión de imprevistos. Las ficciones que se montan les descolocan. El escenario de lo fantasioso se revuelve como un boomerang que confronta con las inconsistencias, contradicciones o esos huecos que no se rellenan aunque se intente colorear con la apariencia de lo anómalo o transgresor.
7. Nuestras pequeñas batallas, Belgica, Guillaume Senez.
Esta es una película sobre la desesperación. Sobre la desesperación por la precariedad. Puedes optar por el suicidio, puedes optar por el abandono, porque ya sientes que no puedes resistir más. Olivier, capataz en un almacén de un portal de ventas por internet, desespera porque no puede evitar que un componente de su equipo, por su edad, más de cincuenta, sea despedido. Como tantos otros, a esa edad, ¿qué opción queda?. Olivier, casado, con dos hijos, desespera cuando su mujer le abandona sin avisar. Sólo sabe que sufrió un desmayo el día anterior en la boutique donde trabajaba. No sabe que sufrió un colapso al ver a una mujer sufrir porque su tarjeta indicaba que no disponía del dinero suficiente para poder comprar un vestido. Puedes matarte, o puedes desaparecer de la vida de los que amabas. Son distintas bajas de una sociedad en la que precariedad es ya un hábito para muchos.
8. Alice T, Rumania, Radu Muntean, Rumania.
Son coordenadas conocidas en el cine rumano, pero siguen resultando fructíferas. Planos dilatados, formato panorámico, encuadres elaborados. Una adolescente que se queda embarazada. Una adolescente en colisión con su madre, con su colegio, y con el entorno. Una relación materno filial como una montaña rusa, como varía la misma voluntad de la adolescente. Ahora quiero, ahora no quiero tener el niño. Ahora comparto, ahora no comparto. Una mirada que se aparta de una pantalla sirve para insinuar un cambio de perspectiva con respecto a lo que quiere. Nunca se cargan las tintas, no hay drama que se desboque, aunque en ocasiones se griten. La mirada permanece impávida, como el alfiler que sujeta la mariposa que se agita porque no quiere ser disecada.
9. Only you, Reino Unido, Harry Wootliff.
Only you (Sólamente tú) es la frase emblemática del amor romántico, la consecución del escenario que más se anhela, pero ¿qué ocurre cuando no resulta suficiente, y se necesita otra presencia, un hijo, para completar un dúo, o para cimentarlo?. Las inseguridades iniciales de ella por su edad, o por el hecho de que tenga nueve años más que él (ella 35 y él 26), se tornarán inseguridad que erosiona la relación cuando no logre asumir la reiterada dificultad, sea por inseminación natural o artificial, para tener un hijo. La obra refleja con precisión los desquiciamientos y logra orquestar con concisión elíptica la resolución catártica.
10. Lemonade, Rumania, Ioana Uricaru
Las coordenadas del cine rumano se conjugan con las de cierto cine estadounidense que enfoca hacia los extrarradios, los turbios márgenes. Los planos se dilatan aunque de modo más moderado. Las penumbras siguen dominando los encuadres, aunque de modo más atenuado. Una mujer, enfermera, forcejea por afianzar un escenario por lo menos firme, ya que resulta más complicado que sea digno. Intenta conseguir la tarjeta de residencia, apoyado en un matrimonio con un hombre que era su paciente, y a la vez intenta conseguir que su hijo se asiente con ella en vez de con su padre en Rumania. Pero el proceso se teñirá de recelos, humillaciones, dificultades, chantajes, e intemperie vital. Una vida rota en Rumania y una vida que intente recomponerse sobre apósitos debe pasar la aduana del abuso de poder de quien decide si es digna de habitar un país que se supone todos desean habitar, por lo que es necesaria, desde esa perspectiva, la purga de aspirantes a parásitos.
11. Oscuro y Lucientes, España, Samuel Alarcón.
Indagación detectivesca sobre qué fue de la cabeza de Goya, quien fue enterrado en Burdeos en 1825, pero cuando décadas después se abrió para exhumar su cadáver, y trasladarlo a España, se descubrió que faltaba la cabeza. ¿Por qué? ¿Cuál fue el destino de una cabeza singular o excepcional que parecía volatilizada? Quizás metáfora de cómo lo excepcional más bien se usa, o desprecia, como un cenicero. Como un relato de Borges o Auster, se juega con las imágenes (de archivo) de lo real, y la especulación que abre las entrañas a la condición ficcional de la realidad, una difuminación de fronteras, o documental especulativo, con la que Alarcón ya urdió una gran obra como La ciudad de los signos (2009).
12. Con el viento, Suiza, Bettina Oberli.
Se plantean vidas alternativas, o se intenta plantear otro modo de vida que se desmarque del ahora predominante (el mundo conectado, pero aislado, que prioriza las pantallas virtuales) mediante una relación prioritaria con la naturaleza, en un entorno rural. Pero los sentimientos siguen siendo un territorio que supera, que aún desajusta cualquier coordenada que se intente establecer como brújula. Melanie Thierry interpreta a una mujer que, junto a su pareja, ha consolidado un nuevo escenario de vida con su granja. Pero la irrupción de un ingeniero desestabiliza las coordenadas de sus sentimientos y deseos. Como incisivo contraste, una adolescente ucraniana, que ha crecido en un entorno afectado por la radiación del escape de Chernobyl, se adapta, durante ese verano, a una nueva circunstancia.
13. Acid, Rusia, Aleksandar Gorchilin.
Nihilismo a flor de piel, como el ácido que tienta arrojarse en la boca, como quien se lanza desnudo por el balcón. Por probar, por espasmo vital, simplemente, porque no se sienten a gusto consigo mismos. Juventud desorientada, juventud que se ha acostumbrado a que les suministren todo, que les hayan dado la vida hecha, pero no saben qué hacer con la propia, ni siquiera saben quiénes son sus amigos, ni quiénes son ellos mismos. La narración varia de perspectiva, como si fuera por relevos, varía el cuerpo, pero la desorientación y desazón sigue siendo la misma. No hay ácido que arrojar con la insatisfacción. Ni siquiera hay capacidad de combatir, sólo de desaparecer, como si el ácido los corroyera hasta desintegrarse.
14. Midnight run, Suiza, Hannes Baumgartner.
Jonas corre para ganar las pruebas de fondo en las que compite, incluso se prepara para los Juegos Olímpicos. Pero también corre durante la noche, cuando huye. Su mente sufre un cortocircuito, y comienza a robar bolsos a las mujeres. Recurre a pastillas que le aturdan lo suficiente para conciliar el sueño, pero cuando el suministro finaliza, recurre a una acción más brutal con las mujeres, las agrede. Hay una brecha en su mente, el suicidio de su hermano sigue desestabilizando sus cimientos, como un enigma irresoluble que se asemeja a un agujero negro que poco a poco torna su mente en un boquete que incluso segrega oscuridad que inflige daño. La narración es seca, como un engranaje que teme su oscuridad, el grito que sólo es capaz de emitir en soledad y luego torna en filo con los demás.
15. Monument, Polonia, Jagoda Szec.
Un autobús con jóvenes como pasajeros se torna en un hotel en el que esos jóvenes son empleados, como camareros, empleados de mantenimiento, cocineros. Pero el enrarecimiento define la narración. La extrañeza se asienta, como si habitaran, en grupos de uno, dos o tres diferentes compartimentos de realidad. Y la oscuridad, cada vez más turbia, parece propagarse como un ruido sordo, como ese sótano al que una de las chicas desciende como si así superara una extraña prueba. La realidad no se parece a sí misma.
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