domingo, 7 de abril de 2019

Towelhead

Alan Ball, director de Towelhead (2007), fue el guionista de American Beauty (1999), de Sam Mendes. Coinciden en varios elementos. Ambas transcurren en suburbios de clase media alta, en Los Ángeles (American beauty) y la soleada Houston (Towelhead). Una aridez insinuada y una refulgente luz que, a la vez, que juega como contrapunto y complemento del clima de sentidos en ebullición o reprimidos que viven los personajes, se entrelaza, sutilmente, con el clima de Oriente medio. La treceañera protagonista, Jasira (Summer Bishill), es medio libanesa, y su padre, Rifat (Peter McDissi) con el que convive en la mayor parte de la narración ( sus padres están separados), es originario de allí, y durante la narración, como telón de fondo, está presente la guerra de Irak. Precisamente, el vecino, Vuoso (Aaron Eckhart), es un soldado de la reserva, a la espera de que le llamen para acudir al frente, aunque en la labor de asistencia. Este personaje, racista, es una variación del coronel Fitts (Chris Cooper), el rígido vecino, homofobo y amante de las armas, de American beauty, al cual devastaba tomar consciencia de sus impulsos homosexuales, del mismo modo que Vuoso se debate con su mórbida atracción hacia una menor, y además de otra etnia, Jasira, aunque sin lograr vencerla, incluso dejándose llevar por ella. La música en ambas obras está compuesta por el gran Thomas Newman, quien, por otro lado, componía también la hermosa banda sonora de Juegos secretos (2006), de Todd Field, obra afín en mirada y espíritu, así como coincidente en ambiente retratado en sus contradicciones y falacias.
American beauty y Towelhead tambien comparten su desprejuiciada, y natural mirada hacia la sexualidad, inclusive la de los adolescentes, o menores de edad. Aquí Jasira, y en American beauty Jane (Thora Birch), la hija de Lester (Kevin Spacey) y Ricky (We bentley), el hijo del coronel Fitts, camarografo al acecho de instantes genuinos en forma de bolsas volantes, y suministrador de drogas. Aspecto que nos llevaría a asociarlas con una obra anterior a ellas (como la época en la que transcurre su acción dramática, los 70), Tormenta de hielo (1997), quizás la obra maestra de Ang Lee. Y, por último, comparten como circunstancia de conflicto dramático la atracción de un adulto hacia una menor. En American beauty esa fascinación que siente Lester, representada en la imagen recurrente de Angela (Mena Suvari) cubierta de rosas, es la transferencia de esa ilusión que ha perdido en su vida, pero que será capaz de discernir al final como tal, cuando la vea como mujer (niña) real, y ya no como objeto de deseo, y por tanto 'representación mental', y se aperciba de que deseaba algo abstracto, no a ella. En Towelhead refleja la contradicción de Vuoso, dada su mentalidad xenófoba. En cierta secuencia, la reprende cuando le solicita volver a hojear las revistas pornográficas. Jasira, ante su interrogante de por qué, le responde que porque le hacen sentir orgasmos, pero, luego, más tarde, le dejará una revista, clandestinamente, por la noche, en su puerta.
Ball sabe evitar que se convierta en personaje unidimensional, y acerada diana de su discurso, mediante contrastes. No deja de retratar sus contradicciones, del mismo modo que hace manifiesta la inflexibilidad del padre de Jasira, sin que se conviertan en monigotes que no tienen sus fragilidades o hasta detalles generosos o de preocupación sentida. Ball sabe crear personajes con relieve, para que así su ácida mirada tenga más potencia. Sabe que una cosa es cuestionar unas actitudes, y otra olvidarse de dotar de matices a los personajes, lo que les convertiría meras representaciones de unas ideas. Ante todo, Towelhead plantea el contraste entre la actitud ingenua y natural, carente de dobleces, de Jasira, con esos personajes enmarañados en las apariencias, y en el cómo deben ser o parecer (ante los demás).A través de ambos se refleja una sociedad sustentada sobre las apariencias (realidad ficcional, según la cual la realidad es cómo te presentas a los otros), y por ello tramada sobre categorías. A eso alude el título, Towelhead, cabeza de turbante, el cual es el nombre despectivo con el que tratan a los árabes. Obviamente, hay quienes no saben distinguir a un libanés de un iraquí. Pero, incluso, hay quienes piensan, en principio, que Jasira es latinoamericana (todos en el mismo saco). Por eso el padre, para sentirse integrado, adopta esa actitud inflexible, clamando por la derrota de Hussein, y colocando una bandera estadounidense en su jardín, compitiendo con la de su vecino reservista, porque él no es menos patriota (o no debe parecerlo).
El principal elemento de conflicto lo generará el despertar de la sexualidad de Jasira. La mirada de Ball se acompasa a la mirada desprejuiciada, curiosa y natural de Jasira, quien no ve nada sórdido en lo que siente. Y así retrata su primera regla, como sus primeros orgasmos masturbándose mientras mira las citadas revistas, o el sexo que realiza con su compañero de clase, e incluso la mezcla de sentimientos o deseos que le inspira Vuoso, estimulada por la atracción que suscita en este. De nuevo, más por lo que representa, que por sí mismo. Es en los adultos donde reside la vivencia enrevesada, la mirada enturbiada: el padre que no acepta que use tampones o se maquille, como no acepta que sea novia de un negro, porque estos son de baja categoría (contradicción del inmigrante, que rechaza a otros, para sentirse integrado). O en Vuoso su incapacidad para encauzar esa atracción que siente por Jasira y la responsabilidad que implica jugar con la inocencia de esta chica cuyos sentidos están despertando. Vuoso debería saber dónde están los límites, más que morales, de guía de lo que debe ser un adulto para quien está empezando a sentir. Si Lester, en American beauty, comprende, antes de dar el paso que supondría hacer real, materializar, el deseo, que la chica no es sino una proyección, una transferencia, una representación en relación con su circunstancia emocional, con su desajuste íntimo, Vuoso debería hacerla comprender que él también es una representación circunstancial para ella.
Ball despliega una obra donde no fuerza el discurso. Quizás no disponga del talento de Sam Mendes, de puesta en escena más sutil y elaborada,pero navega con habilidad por los indefinidos, y fructíferos, limites de la comedia y el drama, sorteando el énfasis en lo irrisorio que revela, y puntuando con delicadeza los sentimientos en juego. Por eso, posee una vivificante condición luminosa. Sabe, ciertamente, retratar las contradicciones, desconciertos o turbaciones, de todos los personajes, y haciendo suya la mirada de descubrimiento de Jasira, sin recovecos sórdidos o mórbidos en su mirada, sino tanto con ternura como con humor. Al fin y al cabo, la cualidad transgresora del personaje de Jasira, como contraste con su entorno, es, precisamente, su naturalidad. Thomas Newman compuso otras espléndida banda sonora

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