lunes, 10 de julio de 2017
Irreprochable
La estabilidad de tu vida se desmorona. ¿De qué serás capaz para recuperarla? En 'Irreprochable' (2016), excelente opera prima de Sebastien Mernier, Constance (magnífica Marina Fois) se ha quedado fuera de lugar. Nos la presentan durmiendo en un piso que no sólo no es suyo, sino que está en alquiler. La razón es que Constance, de cuarenta años, no tiene ya ni casa ni dinero y ha perdido el puesto de trabajo que creía estable y duradero como una cinta corredera permanente. Pero se ha encontrado fuera de juego y despojada. Su única opción implica retornar a la casilla de salida, su pueblo natal de provincias, la casa materna. Su aspiración: recuperar el trabajo en la agencia inmobiliaria que abandonó, de malas maneras, sin consideración (sin avisos previos), años atrás, cuando aspiró a las mieles del éxito de la ciudad. Una agencia en la que trabaja también el hombre que abandonó con cajas destempladas, Philippe (Jeremie Elkaim). Lo que desechó con desprecio, como quien se desprende de un accesorio molesto que no merece la mínima consideración siquiera en las maneras de despedirse, pretende recuperarlo cuando tiene menos que entonces, cuando ha retrocedido a una circunstancia que le asemeja al despojo.
En el trayecto en tren conecta con otro viajero, Gilles (Benjamin Biolay), con el que establece una relación sexual intermitente, como quien reposta energía a golpe de sacudidas. Es el mordisco de quien no quiere hundirse, y a dentelladas muerde la vida. Por eso, Constance se despoja también de cualquier escrúpulo cuando decide realizar el asalto a la casilla que quiere recuperar, pese a que la despreciara tiempo atrás. Pero en el proceso se encontrará con una interferencia o impedimento, una rival que será aceptada en lugar que ella, pese a sus maniobras persuasivas, de conversión de desprecio en sonrisa asertiva, con el novio que en el pasado despreció. Una chica mucho más joven, en la veintena, Audrey (Josephine Jaspy), resulta elegida para el puesto en vez de ella. Alguien ocupa su lugar, como si ella ya fuera una mancha desechable. Constance optará por urdir las correspondientes maniobras para vulnerar su posición, para conseguir que pierda aprecio y consideración. Se dedicará a sabotearla, a la vez que efectúa una aproximación, bajo otra identidad, para establecer y consolidar cierta relación de amistad. Se convertirá en acechante e infiltrada, en diferentes ángulos de acción. En el del asedio furtivo, emplea distintas tácticas para que llegue con retraso al lugar de trabajo. En el escenario de la aparente complicidad recurre a la estrategia de la disuasión interesada bajo la apariencia del consejo empático: insiste en que acepte la propuesta de su novio de que se traslade junto a él al país donde ha sido destinado por cuestiones de trabajo. La consternación, no exenta de ironía, se amplificará cuando descubra que Audrey no sólo se siente atraída por Jeremie sino que este le corresponde. No le dan el puesto de trabajo que despreció, y el novio que despreció se siente atraído por su rival.
Mernier modula espléndidamente una narración sintética, concisa, incluso afilada, como al fin y al cabo la actitud de Constance, carente de escrúpulos, como un cuerpo desprovisto de emociones, sólo energía que canalizar con éxito. Un cuerpo que es realmente una multiplicidad de máscaras, una apariencia en abismo en la que resulta difícil discernir lo real, qué hay de veraz en los relatos que plantea. Las revelaciones irán evidenciando cuánto de montaje tiene su vida, tanto por las tácticas que urde, como por lo ficticio de los relatos de sus vivencias pretéritas. Contrasta la desnudez con la que se la muestra con la dificultad de lograr definir la desnudez de cómo es así como la correspondencia entre sus relatos y sus experiencias. Poco parece tener que ver cómo se presenta o cómo se justifica ante los demás con cómo es y la veracidad de sus relatos. A veces, se evidencia que su posición en el relato es la opuesta de la que realmente adoptó en la realidad. Irónicamente, como reflejo, Gilles también evidenciará cómo su relato, o su implicación en la relación, es una superficie también tramada sobre la omisión conveniente, en suma, una distorsión. Constance es un cuerpo infectado, alguien que para sobrevivir en el mercado laboral efectúa la acción que sea pertinente para purgar rivales, que usa la simulación como arma, y que varía su aparente actitud según conveniencia. Los otros son entidades funcionales que se desprecian o se seducen según su utilidad, según la necesidad que puedan satisfacer. Nada irreprochable si consigues el objetivo: la posición a la que aspiras.
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