martes, 18 de abril de 2017
Lo tuyo y tú
Una mirada coja es una mirada tuerta. La torpeza y la ofuscación, cuando los sentimientos descarrilan y no se sabe discernir a quien (supuestamente) se ama. ¿Quién es ese maniquí de tus sueños? ¿Cómo quieres que sea? ¿Sabes cómo es? ¿Qué es lo que te atrae?. El recorrido narrativo de Lo tuyo y tú (Dangsinjasingwa dangsinui geot, 2016), de Hong Sang Soo, parte de una mirada que quiere amoldar la persona amada a un esquema de comportamiento, como un maniquí que debe vestirse con las características que él diseña, para, durante el trayecto dramático, flexibilizarse y, de ese modo, comprender que lo importante no es lo que sientes por alguien sino cómo te sientes con alguien. El planteamiento es el de una irónica fábula que desestabiliza la percepción realista, en correspondencia con la ofuscada mirada coja de quien, como enamorado, se relaciona con la realidad como un escenario fantástico, movedizo, incierto, desencajado. Por eso, en algún instante, Yeung (Kim Joo-Hyuk) cree ver que la mujer que ama, Min-jeong (Lee Yoo-Young), le recibe con entusiasmo, cuando no es una sino una fuga de imaginación (un deseo). La puerta (la realidad) permanece cerrada. Una puerta cerrada que se supone pasajera, como una pausa en la que reconsiderar las actitudes y el alcance de unos actos (la sorda violencia de los reproches).
Un atribulado Yeong porta muletas desde que Min-jeong le planteó que dejaran de verse por un tiempo. Fue su torpeza la que provocó esa expeditiva reacción exasperada en Min-jeong. Unos rumores, versiones ajenas, acerca de que Minjong bebía demasiado (cuando había prometido que no lo haría), habían condicionado la perspectiva de Yeung. No dudó de esas versiones sino de la mujer que (supuestamente) ama. Si duda de ella, ¿por qué la ama? Y, por tanto ¿por qué está con ella? ¿Para ser un maniquí que se ajuste a los requerimientos de él, a las pautas de comportamiento que él establezca y exija?. Por tanto, Yeung padece la infección de la mirada coja, que ya se sabe que es tuerta (insuficiente) como tuerta es una mujer con la que se encuentra en un restaurante. Yeung, presa de remordimientos, quiere rectificar sus ofuscados actos, pero no acaba de perfilar adecuadamente su mirada porque sufre interferencias, como las de convertir a la mujer amada en una representación abstracta, un símbolo, una entidad excepcional que rescata de la mediocridad e inconsistencia de los trámites cotidianos de la existencia, que se reducen, según sus palabras, a comer y cagar. Una amiga, exasperada por sus lamentos, le replica que hombres y mujeres son iguales. Una variante de aquella réplica del personaje de Kate Winslet en ¡Olvídate de mí! (2004), de Michel Gondry: Muchos hombres creen que soy un concepto, o que quizás les complemento, o que voy a darles vida. Solo soy una mujer jodida que busca su propia paz de espíritu, no me asignes la tuya.
¿Pero quién es, entonces, Min-jeong, más allá de la proyección ofuscada y atolondrada de Yeong? Hong Sang Soo convierte esa condición difusa en una figura escurridiza que puede ser una o puede ser varias, o puede ser alguien que se comporta de modo distinto cuando está sobria o cuando está ebria, y no recuerda, por tanto, lo que hizo en este segundo estado. En una de las secuencias iniciales, Min-jeong responde, a un hombre que le interpela, que le confunde con su gemela. En una posterior cita, esa mujer le expone cuán complicado resulta encontrar a un hombre que no sea un niño o un desquiciado, y espera que él sea un cortejador digno. Pero tras un posible inicio de reconciliación con Yeong corta este posible proyecto de relación. Después, como si fuera una variante, otro hombre la alude pensando que la conoció años atrás, y ella de nuevo niega ser quien otro está convencido que es. Negaciones de ser quien el otro espera, en correspondencia con el desajuste en la mirada de Yeong con respecto a cómo es la mujer que ama. Sang soo ironiza, a través de esa indefinición o condición difusa, sobre la volubilidad de las actitudes y las imprecisiones del discernimiento, en particular con la secuencia en la que los dos cortejadores, en principio, se enfrentan hostilmente, hasta el instante en que se reconocen como compañeros de escuela cuando eran niños, y pasan a conversar amistosa y efusivamente. ¿Quiénes son los otros? ¿Qué percibimos de ellos? ¿Qué es lo que necesitamos de los otros, sobre todo, de la persona (supuestamente) amada? ¿Importa si esa mujer es Min-jeong, una gemela u otra mujer de físico exacto pero de identidad diferente y nombre ignoto? Si hacen el amor y juntos se sienten bien ¿qué importan todos los atavíos de identidad? Importa que no se pretenda establecer una forja de conducta con la que diseñar y modelar a la mujer amada, como si fuera un maniquí. Tú misma no eres yo sino lo que tú eres.
Hong Sang soo es uno de los cineastas más aplaudidos en la actualidad, con numerosos acólitos fervorosos, como se corroboró en la reciente edición del festival de Berlín con su última película, posterior a esta, On the beach at night alone (2017). Particularmente, me parece siempre más sugerente en sus planteamientos, juegos estructurales y trampantojos dramáticos, o en su ironía sobre las inconsistencias, maleabilidades y arbitrariedades sentimentales. Era el caso de la duplicada narración de la obra anterior, Ahora sí, ahora no (2015), o cómo una relación sentimental puede (ahora sí) funcionar y propulsarse o (ahora) no, e irse al garete, dependiendo de unos mínimos detalles, por puntuales reacciones, un inadecuado gesto, omisiones, conductas torpes o extemporáneas, o meras casualidades. Su estilo me parece más bien desmañado, un tanto tosco, como esos abruptos zooms que suelen deslucir su relato. El espacio es más bien el entorno en el que los personajes hablan, y la duración es más un esquema estructural. Pese a todo, en este caso, esos reparos no neutralizan sus mordaces apuntes sobre nuestras miradas cojas.
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