miércoles, 8 de marzo de 2017
Demasiado tarde
El decorado, el espacio, es un personaje más de la coproducción italiana 'Demasiado tarde' (Le mura di Malapaga/Au-dela des grilles, 1949), de Rene Clement, con guión de Cesare Zavattini, Suso Cecchi d'Amico y Alfredo Guarini, adaptado por Jean Aurenche y Pierre Bost, ampliamente reconocida en su momento, incluso con premios en Cannes y los Oscars, pero después sumida en un incomprensible olvido. El elaborado tratamiento del espacio y decorado, como escenario, refleja la relación de los personajes con la realidad, entre la asfixia, la precariedad y el deterioro. Más allá de las rejillas, es la traducción del título en francés. De ahí no parecen que hayan salido los personajes, por una razón u otra, sea por precariedad económica o afectiva. La primera secuencia nos sitúa en esa habitación comprimida de realidad: ese pequeño habitáculo dentro de un barco desde el que se desengancha el ancla. En ese espacio se encuentra oculto Pierre (Jean Gabin). El malestar y la sensación opresiva define no sólo su circunstancia concreta, sino su propia vida, a la que anclas de poderosas cadenas parecen impedir que avance y encuentre su propio espacio, un espacio que respire apertura y amplitud. El malestar vital encuentra su correspondencia física: el agua se propaga por el habitáculo, por lo que sus zapatos rebosan agua, y sobre todo le incordia un intenso dolor de muelas, razón que le impulsa a salir de su seguro escondrijo para encontrar algún dentista en las calles de una ciudad cuya lengua no comprende, Genova.
Las calles son angostas, y parecen cernirse sobre los que se desplazan entre ellas. Transpira hacinamiento, como ese piso de una familia en donde la familia numerosa parecen apretujadas en sus casillas reducidas mientras duermen, en una casa cuyo amplio pasillo parece más bien el orificio de un espacio que parece amenazado por el derribo, un espacio agreste en el que conviven con otras especies animales, sean gallinas o gatos. Esa sensación de amenaza de derrumbe transmite la ciudad, como la propia vida de Pierre. Aunque el alivio que le reporta la extracción de la muela encuentra su correspondencia en la relación con una camarera, Marta (Isa Miranda). Ambos personajes parecen avistar una real abertura en sus vidas (como Pierre 'avista' a Marta en la comisaría a la que ha acudido decidido a entregarse). Aunque parezca que para lograrlo haya que confrontarse, como es el caso de Pierre, con el reflejo siniestro con el que se redima del acto violento que le condenó a la huida y la errancia. Giusseppe (Andrea Cecchi), el marido de Marta, de quien ya se separó, sigue presionándola para conseguir la custodia de su hija. Su presencia constante resulta opresiva como figura al acecho. E incluso, no duda en ejercer la brutalidad para conseguir que ella ceda a su voluntad, aunque la ley apoye a Marta. Pierre se confronta con sus propias turbulencias, las que le empujaron a matar a la mujer que amargó su vida. Se sentía como se puede sentir Marta, pero actuó o reaccionó como lo hace Giuseppe.
Pierre se encuentra escindido entre su impulso de proseguir su huida y la conexión sentimental que se forja con Marta ( y que se refleja en ese atisbo de luz, frente a un espacio amplio, el mar, cuando por unos instantes parece que se aíslan del mundo alrededor). Hay otra interferencia, oscilante o incierta, que amenaza con convertirse en perturbación, la hija de Marta, Cecchina (Vera Telchi). Atraída por Pierre, se revuelve contra su madre cuando comienza a advertir que entre y Pierre comienza a consolidarse una complicidad sentimental. De la misma manera que el cacareo de la gallina de Cecchina impide que Pierre duerma placenteramente la primera noche que pasa en su hogar, la niña también realizará su particular cacareo de berrinche porque prefiere que aquel hombre se marche antes que soportar que sea su madre su preferencia. La amplia escalera en la que acaece el desenlace asemeja a la ascensión o descenso a los cielos o infiernos, un espacio aparte que a su vez condensa la rugosa abstracción de una obra de descarnado realismo. Más allá de las rejillas, la condena de una intemperie.
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