Maya Deren - Ritual in Transfigured Time (1946) - Music added (2015) from Nikos Kokolakis on Vimeo.
miércoles, 9 de noviembre de 2016
Ritual in transfigured time
Rituales: el hilo que trenzamos a través de las creencias y las costumbres, también las compulsiones. Formalizan nuestra relación con la realidad, el trayecto narrativo de la propia vida. Son variadas coreografías las que se establecen en las relaciones con los otros en el escenario social. Específica, y sublimada, es la que supone el cortejo amoroso, la contorsión que se intenta hacer danza, como la escultura del ideal cuerpo que se celebrará en el movimiento cuando sea conjugado. Transfiguración: Si se mira atrás se toma consciencia de que la vida es el recorrido de la luz de un proyector, la sucesión de secuencias que configura la interacción entre coreografías, instantáneas y convulsión: la idea inmóvil, la repetición, el atasco del proyector o las interrupciones de las dudas e inseguridades, los tartamudeos de la expresión y del discernimiento.
Ritual in transfigured time (1946), es el cuarto cortometraje de Maya Deren. Eleanor Derenkowsky escogió el nombre artístico de Maya porque según las religiones dharmicas significa la naturaleza ilusoria de la realidad. Si la noción de realidad se edifica sobre la constitución de una trama, nuestra compartimentada relación con el espacio y el tiempo, su cine es transfiguración, el despiece de la trama en imágenes que son versos insurgentes, deslizamiento de estados emocionales, la metamorfosis de la mirada a través del negativo del sueño. En Ritual in transfigured time hay tres pasajes, tres tiempos, la realidad se invierte y su representación se subvierte (el espacio y el tiempo son otros). A través del espejo el recorrido es el de dos ojos que alteran la mirada, como la mujer (Maya Deren) que se presenta a través de los umbrales de dos habitaciones comunicadas. Desde el exterior, parece también una retina que se desplaza de una a otra. Sus manos se enlazan con el hilo desplegado entre ambas. Otro cuerpo irrumpe en el encuadre, la bailarina Rita Christiani, que cruza el umbral de la habitación, primero su mano, como si fuera la contraseña, porque recogerá el ovillo que comenzará a devanar, como el tiempo retrocederá.
El gato de Alicia, en A través del espejo, jugaba con un ovillo, antes de que Alicia quedara dormida y penetrara en el agujero de esa otra realidad que era reflejo distorsionado de la propia. El hilo de la vida finaliza en la muerte, y la transición del primer retroceso escénico lo efectuará ataviada como una viuda: otra mujer (Anais Nin) será la cancerbera que le propiciará cruzar ese umbral a través del cual ya se percibía el movimiento de las sombras. Ese otro escenario es un amplio salón en el que las figuras se entrecruzan como bailarines, pues sus gestos, sonrisas, son pautas de una coreografía establecida, las relaciones sociales, y por tanto constituida en repetición, por lo que las mismas acciones pueden repetirse, incluso en planos que son los mismos. Los movimientos de cámara se coreografían con los de los cuerpos o con planos estáticos que interrumpen la acción. En la multiplicidad se singulariza un cuerpo, como no se deja de buscar una relación que dote de centro de gravedad y presencia en el vértigo de lo indiferenciado que es diversidad difusa.
A través del encuentro de ambos cuerpos se realiza la segunda transición que es transfiguración en el escenario del cortejo amoroso, un decorado de resonancia griega, la pantalla platónica de la idealización, la coreografía de las rivalidades, miedos, inseguridades transmutadas en fugas, la conversión de la imagen sublimada en la distancia, la estatua, en cuerpo que se anhela y que a la vez se teme, forcejeo que se convierte en persecución. El agua representa la consecución de la relación placentera con el otro singular, búsqueda de réplica de la sensación de residencia en la placenta, la inmersión en el negativo de la vida, sueño de transfiguración, acto de realización, quizá naturaleza ilusoria, proyección desde las profundidades del yo que busca hacerse conjugación con la realidad y el otro a través de rituales o los versos rotos que permiten filtrar la música de las fisuras que más plenos nos hacen sentir. Y ahí es donde el cine de Maya Deren se despliega como un enigma que es estado de embriaguez y mirada desafiante.
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