domingo, 5 de junio de 2016
Todos queremos algo
Las fronteras están donde tú las buscas, o son las que uno mismo pone. Los escenarios de la vida son múltiples. Puedes restringir el trayecto de tu vida a la estación de un escenario en el que tu máscara se desenvuelva en un territorio de cartografía familiar, como inercia o como estrategia adaptativa, o puedes transitar en la diversidad, entre escenarios, y el ser, la identidad, sea una mirada flexible y receptiva. ¿Quiénes son aquellos que no son como yo? ¿Quiénes son aquellos que eligen ser como todos y adaptarse a un patrón de vida instituido? ¿Quién soy si me adapto a los otros según como sean, según sus rituales y necesidades y tendencias y preferencias, para conseguir lo que quiero? 'Todos queremos algo' (Everybody wants some!!, 2015), de Richard Linklater, prosigue donde quedó suspendida en su final 'Boyhood', aunque su protagonista no sea exactamente el mismo. El tránsito entre instituto y la universidad es un tránsito entre escenarios, se cruza una frontera, también es un primer paso hacia la vida adulta, hacia su definición e integración, hacia la definición de identidad (máscara y escenario). Los jóvenes protagonistas de 'Todos queremos algo', son una sociedad o grupo social en pequeña escala, son deportistas (variante jugadores de beisbol), son un equipo, un conjunto. Los otros se definen en buena medida por lo no que no son, no son deportistas. Incluso, como comenta uno de ellos, se supone que querrán ser como cualquier otro, como si no ser deportista supone carecer de unas aspiraciones de singularidad, ser ordinario; reflejo también de la extrañeza que causa pensar lo que puede querer otro que no quiere lo mismo que uno. Los deportistas ante todo compiten (esa es sustancia y motivación): su reverso es que se asemeja a la acción repetida de Sisifo, como escribió el protagonista, Jake (Blake Jenner), en un trabajo, el afán de superarse adquiere la condición de condena en la repetición cautivo en un bucle. Es también metáfora de una dinámica social de alcance de la primera posición (la cima de la montaña que se quiere alcanzar, aunque arrastrando una piedra: como la bola que se golpea con un bate).
En el relato, el grupo de deportistas transita entre diversos escenarios de ambiente nocturno (disco, country y punk), y se preguntarán quiénes son. Hay quien para la respuesta es fácil, ser implica adaptarse al medio, ser según requiera el escenario específico. El último escenario transitado, de modo significativo, será el teatral o artístico., el escenario que evidencia la condición de escenario de cualquier circunstancia social. Y esa condición de representación se amplifica, o pervierte ludicamente, con la transfiguración carrolliana de 'Alicia en el país de las maravillas'. Todo es un viaje a través del espejo, a través de reflejos, sobre todo cuando la extrañeza se convierte en interrogación, un constante umbral de flexible conocimiento, mirar la realidad sin dar por sentada su constitución con la tiranía del nombre (de un escenario único que niega a los otros o los establece como no deseados). Es la mirada que no sabe de fronteras. Si no las estableces, no hay límites, o no te limitas, te amplificas,te complejizas, te empapas de la diversidad, como sumergirte en la mirada de ese universo múltiple que puede ser el otro, como la misma chica que amas.
En cierto momento de la narración se desvela que uno de los deportistas tiene 30 años, por lo cuál es expulsado. Es un adulto que no quiere renunciar a un modo de vida, pero también un adulto que no sabe de fronteras, y decide optar por un modo de vida que no sea el que supuestamente le corresponde como asignado. Es un intruso, porque es un fugitivo de los encasillamientos en un escenario rigidamente codificado. Es como la oruga embriagada de la obra de Carroll. No deja de fumar marihuana. No deja de ser significativo que el relato se densifique cuando su personaje cobra más relevancia, sobre todo en la secuencia de la fumada colectiva. Durante su primera media hora la narración parece desprovista de sustancia, como un adolescente en sus contorsiones elementales, dominado por la banalidad primaria de las hormonas. Pero las interrogantes comenzarán a densificar el trayecto, a salpicar el devenir de un proceso de formación, desde la perspectiva de los mismos personajes, algunos de los cuales comienzan a preguntarse quién soy o quiénes son los otros, sin perder levedad epicurea. Todo es cuestión de actitud. Si no se piensa en fronteras, el horizonte será más amplio, con más abundancia de posibles. Así terminaba 'Boyhood', con el adolescente protagonista ante un horizonte, y junto a otro a su lado, una posible relación afectiva con una chica. También 'Todos queremos algo', aunque el horizonte sea más simbólico, una pizarra en la que el profesor escribe que 'Las fronteras están donde las buscas', y ya con un horizonte de relación afectiva materializado en los primeros pasos de la proximidad..
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