lunes, 9 de noviembre de 2015
Matanza en la décima avenida
'Matanza en la décima avenida' (Slaughter on tenth avenue, 1957), de Arnold Laven, puede contemplarse como una derivación o variante en escala más modesta, de 'La ley del silencio' (1954), de Elia Kazan. Ambas giran alrededor de las mafias portuarias que controlan a los estibadores. 'Matanza en la avenida 10' ciertamente no posee la singular y poderosa luminosidad, de luz que parece despertar, de la dirección fotográfica de Boris Kaufman, la electrificante banda sonora de Leonard Bernstein, o el complejo conflicto dramático proyectado a través de la fisicidad e inventiva de la planificación, una planificación corpórea, que hace sentir lo que se dirime en el personaje de Terry Malloy, como si los mismos encuadres, la misma narración, fuera el cuadrilátero invisible en el que se ha convertido su vida tras frustrarse su carrera en el cuadrilátero en el que fue boxeador. Pero 'La ley del silencio' es una obra magistral, y única. 'Matanza en la décima avenida' es un fibroso noir, planteado con eficacia narrativa y concentración dramática, y ya es bastante.
Inspirada en acontecimientos que tuvieron lugar, es la adaptación de parte de 'The man who rocked the boat', la autobiografía de William Keating, encarnado en la película por Richard Egan, en concreto los pasajes relacionados con su desentrañamiento de la corrupción relacionada con la mafia portuaria. También, como la obra de Kazan, se inicia con el atentado contra la vida de un estibador que se enfrenta a esa mafia, Solly (Mickey Shaughnessy). En este caso, quedará malherido, e internado en una hospital. Keating se enfrenta a un entorno hostil, no sólo a las amenazas de los mafiosos, comandados por Dahlke (Walter Matthau), sino también a la desconfianza y miedos de los estibadores, sin la necesaria cohesión para enfrentarse a los que les oprimen, porque saben lo que les ocurre a quienes se enfrentan a ellos. Y no deja de enfrentarse a una red invisible que también se extiende a poderes fácticos dentro del orden legal, incluida la fiscalía para la que él trabaja, aunque encuentre apoyos, como el de su inmediato superior, Rysdale (Sam Levene), o el teniente encargado de la investigación del intento de asesinato sobre Solly, Vosnick (Charles McGraw).
Si en algo no desmerece con respecto a la obra de Kazan es en su competente reparto. Aparte de los citados, hay que destacar a Jan Sterling, que interpreta a la esposa de Solly, excelente como en 'El gran carnaval' (1951), o la insulsa 'The High and the mighty' (1954), y sobre todo a un memorable, una vez más, Dan Duryea, como el cínico y atildado abogado defensor de la mafia, que se apropia de la narración con su dominio escénico en las secuencias del juicio. Resulta estimulante la sensación catártica que transmite en las secuencias finales, la reconstituyente sensación de que es posible oponerse a los poderes fácticos, a la corrupción establecida, y salir triunfante.
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