domingo, 15 de noviembre de 2015
El dolor de los otros es el propio
No sé si alguien ha dado leche a una cría de gato con un ojo reventado a la que quedan pocas horas de vida. Ya no puede incorporarse, no tiene fuerzas, pero su organismo agradece nutriente de vida, aunque no sea suficiente, aunque muera en pocas horas. No sé si está claro, si hay que deletrearlo. Yo soy ese gato, yo soy toda criatura animada que sufre daño, y tortura, y padece sufrimiento, y agonía. Yo soy París y Sri Lanka y Siria y SIerra Leona, y Libano cualquier lugar donde sufran devastaciones y dolor y masacres y soy cualquier persona a la que otro le daña con toda la intención o saña con sus puños o cualquier arma, que también pueden ser sus palabras, y estas se escupen con acido cada día, cada hora, cada minuto y segundo. Y me conmociono cada día porque aún no logro comprender que seamos una criatura tan dañina con otras especies y con nosotros mismos, y no necesariamente porque me pueda pasar a mí, porque yo pueda ser el siguiente. Sean las explosiones lejanas o cercanas, sean en Siria o en París, el horror es el mismo. Durante dos años y medio cuidé autistas. Creo que no he aprendido más sobre la criatura humana que durante aquella experiencia. Con los autistas te das tú solo, tú das, tú te desgastas, tú les atiendes, el mundo gira alrededor de ellos, en función de lo que necesitan. El otro desaparece.El otro es alguien que necesitan que les complazcan, sino son molestia. Comprendí que muchos de los no autistas merecían mucho más estar en aquel autobús, y más porque no padecemos ningún condicionamiento biológico. Padecemos una dañina infección que es el nosotros, el yo inflado en versión colectiva, el ensimismamiento en forma de identidad grupal. Los hay ya que han desenfundado el nosotros durante el día de hoy frente a un ellos, con el que sienten y piensan que no tienen nada que ver, y que es su enemigo, su rival. Para ellos el problema está fuera, viene de fuera, siempre viene de fuera. Por eso son los que menos se quejan del dislate en el que vive nuestra sociedad (y no voy a entrar en otras reflexiones políticas sobre para quién puede resultar más conveniente lo de ayer en una sociedad en la que personas cualificadas cada vez tienen menos opciones hasta para trabajos no cualificados lo cuál implica que empuje a la zona baja de la tabla donde realizaban de modo conveniente los trabajos hasta ahora aquellos que provenían de otras tierras, de afuera: hay daños que intentan ocultar otros daños, hay daños que responden a otros daños que se olvidan (o que no afectan por interposición de distancia(, hay daños que distraen de otros daños). Mi carne y mis huesos son igual que la de cualquier hijo de vecino sea de donde sea, tenga el credo que tenga, tenga las señas de identidad que tenga. Yo soy aquel gato con el ojo reventado que buscaba disfrutar de un poco de leche mientras sentía cómo la vida se le escapaba. A los que aún no saben sentir así, a los que siguen ofuscados con las visceras del nosotros, sólo puede añadir lo siguiente: Bedo Bedo
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