lunes, 10 de agosto de 2015
Misión imposible: Nación secreta
'Misión imposible : Nación secreta' (Mission impossible: Rogue nation, 2015), de Christopher McQuarrie, tiene sus cualidades, y más que defectos, limitaciones. Sus cualidades provienen de que sigue la estela de 'Skyfall' (2013), de Sam Mendes al explorar las sombras de las agencias gubernamentales con perspectiva crítica. Sus limitaciones provienen de que no es 'Skyfall'. Carece de la densidad de la obra de Mendes en la exploración de la sombra o del Doble, del reverso siniestro, que se reflejaba en la elección de espacios o en la correspondencia de elecciones formales. También es verdad que McQuarrie no es Mendes. En 'Misión imposible' lo más interesante proviene del personaje que se desmarca de ese patrón, el personaje fluctuante, difícil de perfilar, el personaje que no se sabe muy bien para quién trabaja, qué quiere y qué desea, y a quién será leal, en qué medida será fiable, en qué grado su modo de actuar es simulación. Su apellido no deja de ser elocuente, Ilse Faust (Rebecca Ferguson). Es el personaje 'entre' en un cenagoso juego en el que los contrincantes pertenecen a las agencias gubernamentales, como la lid en 'Skyfall' también era un enfrentamiento interino, entre los monstruos sublevados y la madre creadora.
Hay enfrentamiento en el seno de las agencias gubernamentales estadounidenses, entre la CIA, liderada por Hunley (Alec Baldwin) y el grupo de IMF cuyo director de operaciones de campo es Brandt (Jeremy Renner), y Hunt (Tom Cruise) su principal agente, e icono, representante de un modo de actuar, al que se reprocha su arrogancia y su poco respeto por las normas. Hay un presunto enemigo, el Sindicato, que parece ajeno pero no lo es, es la creación del MI6, el Servicio secreto británico, cuyo jefe es Atlee (Simon McBurney), una especie de grupo paralelo, equivalente al de Hunt, para realizar trabajos sucios. Con lo cual el enemigo es un reflejo aparte de contrincante. Y su lider, Lane (Sean Harris, también teñido de rubio como Bardem), un agente del MI6, el reflejo turbio de Hunt. Así que la maraña animada por enfrentamientos interinos es un enredo de apariencias en el que están involucrados aquellos que se presupone que son aliados, como quienes se montan su propia fiesta para animar el tablero. Esa nación secreta del subtítulo en que se convierten los juegos de poder, las subterráneas dinámicas de las instituciones gubernamentales, con su creación de falsos monstruos ajenos, ignoradas por el ciudadano medio sin saber de qué modo influyen en sus vidas ( y quiénes son realmente los actores en la función dramática de enfrentamientos en el mapa geopolítico, quién es creado y quién realmente se enfrenta a otro y quién está bajo la máscara). Claro que las espinas quedan más bien esbozadas, o desarrolladas sin particular complejidad.
Entre 'Missión: imposible V y 'Skyfall' se evidencia la diferencia entre una aplicación y un cuerpo orgánico. Hay una impecable ejecución, como lo había en la anterior obra de Christopher McQuarrie, la estimable 'Jack Reacher' (2012). Las secuencias de acción se despliegan como piezas mecánicas eficazmente engrasadas, o dinámicos ejercicios gimnásticos, sobre todo la notable secuencia en la Opera de Viena. Pero le falta calado. Hay una vibración de resorte que finaliza cuando se apaga el fluido eléctrico de la narración. Pero tampoco hay que convertirlo en demérito. 'Skyfall' y 'El topo' (2011), de Thomas Alfredson se constituían un modélico dueto en la revitalización del subgénero de espías, uno en la variante de agentes de campo y el otro en la dinámica de agentes de despacho, en la estela de logros pretéritos como la densidad de subtexto de las diversas exploraciones de Hitchcock, en el caso de Mendes, o previas adaptaciones de obras de LeCarré, como 'El espía que surgió del frío' (1965), de Ritt o 'Llamada para el muerto' (1967), de Sidney Lumet, en el caso de 'El topo'. 'Misión imposible' es una apreciable variante de la primera tendencia, lastrada por su condición clónica, lo que la sitúa por debajo de la cuarta obra de la franquicia, pero no desmerece de la tercera, y sin duda es muy superior a los artefactos efectistas de las dos primeras. Y siempre se agradece una ración de mala uva aunque la dosis sea demasiado liviana.
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