domingo, 16 de agosto de 2015
La senda equivocada
'La senda equivocada' (Drive a crooked road, 1954), es un estimable anticipo de las mejores obras de Richard Quine, en la que destaca la evolución del personaje femenino, del parecer al ser, de lo que representa a la sublevación de su voluntad como sujeto, de la condición de fantasía a la condición de mujer real, a través de la ruptura con el icono de la femme fatale característico del Noir. En las tres obras más consideradas de Quine, 'Me enamoré de una bruja' (1958), 'Un extraño en mi vida' (1960) y 'La misteriosa dama de negro' (1962), se resalta su fascinación por la actriz protagonista, Kim Novak, pero a la vez son tres obras cuyo desarrollo narrativo, desde distintos ángulos o a través de distintas direcciones, parte de la mujer sublimada a la mujer real, de la pantalla, o de la excepcionalidad, en que es idea u objeto, una representación (de lo extraño, de la posibilidad de una fuga de lo ordinario a través de lo extraordinario, de lo inquietante o peligroso) pero siempre fascinante, a su perspectiva como sujeto, a su deseo y voluntad en conflicto (con el entorno o las miradas de los otros). Las miradas masculinas son las que se modifican al tomar conocimiento de quién es realmente, caso de Jack Lemmon en 'La misteriosa dama de negro', a medida que toma consciencia de que su casera no es esa asesina que teme que puede ser y sí alguien que, al conocer íntimamente, le atraíga. En la distancia le atrae pero repele por temor, en la proximidad encuentra su reflejo en el reconocimiento. Incluso, como el caso de James Stewart en 'Me enamoré de una bruja', modificará su perspectiva sobre la realidad y las relaciones, rompiendo con su compromiso anterior, y apostando por la extrañeza de establecer un compromiso emocional con una bruja (también se rompe con la idea de un temor simbólico hacia la mujer), y la consciencia de que las brujas lloran, que la Idea de la mujer es un cuerpo que también padece, en otra consciencia del otro como igual. La mujer no es la Otredad, mera representación, sino lo otro en uno.
En el caso de la magistral 'Un extraño en mi vida', lo real se hace más descarnado, desprovisto de los amortiguadores de la fábula en forma de comedia de las otras dos obras. El personaje de Kirk Douglas es un creador, un arquitecto, en crisis vital, que encuentra en el personaje de Kim Novak la posibilidad de ruptura con la medianía a la que siente abocada su vida, tanto en su trabajo, en el que no parece apreciarse la singularidad de la creatividad, como en su relación marital. El encargo de un proyecto que permite que pueda dar rienda suelta a esa creatividad que ansia expresar se acompasa a la relación extramarital que establece con la vecina que encarna Kim Novak, quien por alternancia de perspectivas se muestra en su también insatisfactoria vida marital. No es sólo el objeto que representa sino un sujeto al que duelen las sombras de las carencias. Y será el personaje masculino quien no se atreva a construir lo diferente en su vida, quien no se atreva a dotar de cuerpo, de duración, a su relación. Finaliza la casa, pero se entierra en vida con su relación insatisfactoria, cede a las convenciones de las apariencias sociales, y ella queda expuesta, como refleja el demoledor final, a las miradas de deseo de los hombres que solo la verán como una representación o símbolo, un cuerpo que no es un sujeto sino un objeto, una idea, pero ni siquiera sublime, la idea prosaica que representa un trozo de carne.
2.En 'La senda equivocada', cuyo guión es de Blake Edwards, colaborador recurrente con Quine, el sujeto deseante es Shannon (Mickey Rooney), un hombre vulgar, un mecánico, que solo se realiza en las carreras de coches, y que sueña con correr en Europa, y que ya parece resignado a que las mujeres sean sueño en la distancia, acomplejado por su corta estatura. Un hombre de vida inmóvil, mecánica, que se desmarca de los otros hombres, como sus compañeros de trabajo, en que cuando habla de las mujeres lo hace en términos caballerosos, hablando de ellas como damas, para perplejidad del compañero que más berrea como un simio cuando ve a una mujer cruzar por delante del escaparate. Es un hombre atento, delicado, nada zafio, que casi, o sin casi, no ha tenido relaciones con mujeres, por ello, la víctima propiciatoria para que sea seducido por una mujer particularmente atractiva, Barbara (Dianne Foster). Su falta o carencia se convierte en un agujero negro, unos frágiles cimientos que son demolidos por las palabras de ella cuando asegura que también se siente atraída por él. Pero desde un principio se sabe que es el señuelo que utilizan Steve (Kevin McCarthy) y Harold (Jack Kelly) para conseguir que se una a ellos, como conductor, en el atraco a un banco.
Y Shannon, pese a su integridad, pese a sus dudas, toma la senda equivocada y acepta. El giro narrativo que quiebra el rumbo convencional y que derivará el destino de los personaje hacia la destrucción o desolación es la integridad de Barbara. Aun enamorada de Steve, no puede aceptar que se aprovechen de alguien honesto como Shannon. Subordina el lujo que pueden conseguir con el dinero robado y el placer de una relación amorosa con quien desea (que también tiene bastante de dominación por parte de Steve) a la integridad ética y la empatía. Y se subleva. Lo real se convierte en fisura de los sueños, de las fantasías y de las mascaradas, que se desmenuzan para uno y para otra, aunque la integridad permanezca incólume. La grúa se aleja de ambos en la oscuridad de la orilla de una playa, como cuerpos que no lograrán fluir con lo que anhelaban, y en el plano posterior la cámara retrocede desde el trofeo de Shannon en la habitación. Los sueños seguirán permaneciendo en la distancia.
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