jueves, 2 de julio de 2015
Hoy empieza todo
“La duración de un relato es como la de un sueño, no decidimos el momento en que nos dormimos ni en el que nos despertamos. Y, sin embargo, avanzamos, continuamos. Quisiéramos hacer un gesto, tocar al personaje, mimarlo, cogerle la mano por ejemplo. Pero nos quedamos ahí, sin hacer nada. Habrá pasado toda la vida y no habremos hecho nada.” Por eso se hace necesario decir, Hoy empieza todo. La realidad no es una anciana que contemplas en la puerta vecina cómo realiza sus rutinas cada día. Puedes intervenir, puedes influir, puedes coger de la mano a la realidad, quizás se te escurra, quizá te golpee, pero has intentado algo, y tu gesto ha hecho de la acción un poema, porque te has esforzado en transfigurar la realidad. Como Daniel (Philippe Torreton) el profesor de guardería de una pequeña localidad francesa de una zona minera azotada por elevado porcentaje de desempleo, protagonista de 'Hoy empieza todo' (Ca commence aujourd'hui, 1999), una de las grandes obras maestras de Bertrand Tavernier. Esos versos, con los que se inicia la relación, los escribe Daniel. Sus versos puntúan la narración, como quien respira por encima de la superficie del agua, poemas que reflejan una mirada que no se pliega ni resigna, son versos, brechas, de una mirada que no es sumisa sino de una mirada que quiere transformar el paisaje, las heridas e inconsistencias de su realidad inmediata. 'Hoy empieza de todo' es la quintaesencia de la película combativa que no cesa en su lucha por transformar y mejorar una realidad desconchada, como quien intenta reanimar con la respiración asistida a un cuerpo que parece deteriorarse y convertirse en espectro.
Daniel no es un mero funcionario que cumple con la realidad como un trámite. Se implica con los niños, discute con los burócratas representantes de las diversas instituciones políticas, con los servicios sociales, con los padres que abusan de los hijos, o que son negligentes, se esfuerza en proporcionar y suministrar a los niños el entorno adecuado de aprendizaje, e intenta ayudar en lo que pueda el entorno de las propias familias, aunque sea difícil bregar con quienes padecen unas carencias que les determinan a malvivir sin electricidad durante semanas, y no encuentren otro recurso en su desesperación que agarrarse a una botella de alcohol. Daniel no es que sea un cruzado ni un mesías, combate por lo que cree que no es tan difícil, una realidad en la que no haya desequilibrios ni discriminaciones. A veces las luchas se saldan con el fracaso, y la desesperación fustiga con la sombra negra de la renuncia. A veces las instituciones son muros con los que sólo encuentra la colisión. A veces las familias que ayuda se rinden. Pero que a veces no se logre no implica que no se siga intentando. Aunque alrededor los mismos que necesitan ayuda, como niños de más edad, los que aún no son ni adolescentes, sean los que destruyan lo que tú construyes, como si fuera un gesto suicida.
La desesperación e impotencia colectiva se extiende como un tumor, y sería fácil desligarse, centrarse en los propios conflictos, en la particular parcela de realidad, en las tensiones con un padre que fue abusivo, en la delicada relación con el hijo de tu actual compañera sentimental, Valeria (Maria Pitarresi). Sería fácil dedicarse a los poemas, como quien se dedica a contemplar los prados y los cielos encapotados, apartas la mirada y dejas que los versos reflejen lo que no lograste ser ni hacer, tu sensibilidad no dormida pero que apartarías en los senderos en los que no hay otros, no hay otras realidades, no hay nada, no intervienes, no te preocupas, no sufres, no haces nada. No tocas a nadie. Pero Daniel es un poeta que se subleva y su imaginación, como la de su compañera, y la de las aliadas, sus compañeras en la guardería, o alguna asistente social, se esfuerza por lograr una realidad mejor, en vez de angostarse y postrarse en la apatía, y crean una fiesta rebosante de colores en la que la imaginación se despliega a decorados de tierras lejanas y exóticas en una vital declaración de que lo posible es un verso que sigue forjando luz en la espesura de una realidad de tenebrosas carencias. Y estas no han dejado de extenderse. Pero tampoco faltarán quienes como Daniel se mantengan firme en su determinación de que siempre hoy empieza todo.
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