sábado, 21 de marzo de 2015
El nacimiento de un plano: El crepúsculo de los dioses: el micro y la pluma
El micrófono y la pluma del pavo real. La voz que mordió la vanidad. Norma Desmond se engalana y abandona su retiro, y por un instante la MIss Havisham de Sunset Boulevard se siente en el centro del escenario, sentada en la silla de un director que la propulsó al centro de los focos en el pasado, Cecil B De Mille. Pero su presencia enmudecida, desvanecida en los márgenes, como el cadáver de un chimpancé, se ve contrariada por la irrupción desde las alturas de un micrófono que le recuerda que ya no es quien cree ser y que ya no puede ser lo que fue. Su gesto, altanero, el gesto de quien aún cree poder ser Salomé, expulsa la intromisión irreverente. Y una voz irrumpe del pasado, otra voz desde las alturas, un técnico de iluminación que la mira como la miraban en aquel pasado, y dirige un foco hacia ella. Y aquella voz niega la voz que la convirtió en silencio ya no visible. Y se siente de nuevo en ese espacio de luz que no sabe de tiempos, un pasado continuo que no deja de ser presente, y su gesto se embriaga de vanidad, y las plumas del pavo real se despliegan en su semblante, en el espacio enajenado de la ensoñación. De Mille lo advierte, y le indica al técnico que enfoque la luz a donde debe. Ya no hay nada que enfocar en Norma. De Mille ya sabe que Gordon Cole, el hombre de la Paramount, el nombre que tomaría David Lynch para su personaje en Twin Peaks, sólo la llamaba porque quería utilizar su coche. Otra voz que cavaba más hondo su tumba en un pasado que no sería presente.
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