miércoles, 1 de octubre de 2014
Al filo del mañana
No es lo mismo transmitir la realidad que intervenir en la misma. En las pantallas, entre imágenes, se alienta la ilusión de un inmunidad privilegiada que te hace sentir en el centro sin estar en el núcleo. No habitas la realidad, la virtualizas, vives en la distancia, y eres parte integrante de un escenario que proyecta imagen, representación de la realidad. Eres imagen, proyectas imagen, y hay un abismo entre lo que transmites y lo que es. Cuando intervienes en la realidad, no hay inmunidad, ni inmutabilidad, la pantalla es incierta, variable, movediza. Hay desenfoques, cortes bruscos e inoportunos de plano, giros imprevisibles, interrupciones inesperadas. Ya no es pantalla, sino lo real. Incluso tu miedo se puede convertir en una pesadilla, lo que temías, la realidad en la que no querías participar, intervenir, ser parte integrante es un bucle, una hélice que puede suprimirte, despedazarte. Lo real son fragmentos desajustados. La secuencia está rota. En lo real no hay raccords, y cualquier contraplano es factible, porque el fuera de campo asemeja a un infinito de posibilidades. El núcleo de lo real es intemperie. 'Al filo del mañana' (Edge of tomorrow, 2014), de Doug Liman, comienza en el espacio de la representación, virtual. Se inicia con una sucesión de imágenes televisivas, que informan sobre el progreso de una invasión alienígena, entre las cuáles resaltan un militar, Cage (Tom Cruise), cuya labor es de relaciones públicas en los medios, responsable de la publicidad, del ejercito, y una soldado, Rita (espléndida Emma Blunt), que se ha convertido en todo un icono, la guerrera ejemplar; uno presenta, proyecta y gestiona imagen, la otra es la imagen modelo incentivadora, el vendedor y la mercancía. 'Al filo del mañana' finaliza con ambos, frente a frente, mirada con mirada, realidad inmediata, e incierta, porque sólo uno recuerda lo que han compartido. Cage ha cruzado el espejo, o más bien la pantalla, hacia lo real.
En el inicio de este trayecto de transfiguración, el vendedor no siente ningún deseo de ser parte integrante de la realidad de esa mercancía, Por eso, su miedo se hace realidad cuando el general Brigham (Brendan Gleason), el oficial superior de las fuerzas militares que combaten a los alienígenas, le ordena que cubra la información de la próxima batalla en el mismo campo de acción. La negativa, el rechazo de Cage, deriva en un bucle en el que se multiplica de modo inciertamente exponencial lo que quería evitar, morir una y otra vez en el campo de batalla en un continuo bucle del tiempo en el que se repite el mismo día. La realidad ya no es una imagen que comenta o que promociona, sino un incierto laberinto tramado sobre la prueba y el error. El personaje de Bill Murray en 'Atrapado en el tiempo' (1993), de Harold Ramis, aprendía a desembarazarse de su ensimismamiento, cual variante del Scrooge dickensiano. Cuando lo lograba se liberaba de ese bucle del Día de la marmota en el que se sentía atrapado, pero que suponía su liberación para desprenderse de otro bucle vital, el estancamiento de la de avaricia emocional. Cage traspasará la pantalla para enfrentarse a lo real, deja de ser representación que manipula para hacerse cuerpo que padece, la imagen se hace convulsión. Es una caída libre, una precipitación en la vorágine de lo real, como si fuera un viaje mental en el que Cage se enfrentara a sus fantasmas. No deja de ser significativo que los alienígenas, los mimics, asemejen a las neuronas, aunque como si adquirieran la condición de múltiples hélices, forma del ADN. Es la confrontación con el instinto, con la entraña violenta.
Precisamente, es uno de los alfas alienigenas el que le transmite, accidentalmente, cuando le mata en el primer combate, esa capacidad de repetir el mismo día, como si, irónicamente, le reseteara. Le convierte en prisionero de la repetición el reflejo o sombra de lo que no quiere ser, la representación siniestra de la acción agresiva, violenta, el macho alfa guerrero que no desea ser. Por otro lado, no deja de ser curioso que la reciente 'Cómo entregar a tu dragón 2' (2014), de Dean DeBois, transitara parecidos senderos. También había dos machos alfas dragones que se enfrentaban, reflejo siniestro del joven protagonista que se mostraba remiso a intervenir en la realidad, a ser un líder. Hay también dos omegas. La omega alienígena, el núcleo, la mente colmena. El objetivo a destruir. Oculta, como si hubiera que recorrer varias capas hacia el interior, en paralelo a la repetición de las acciones en las que, a través de la prueba y error, o sucesivas muertes, mejora las maniobras en la realidad para salir indemne en cada día que repite el máximo tiempo posible sin ser muerto para poder llegar ese núcleo que desactive ese particular limbo en el que está atrapado pero que no sabe que le libera. Engañosa mente colmena, dada la capacidad que tiene de manipular la percepción de la realidad en los humanos, como reverso de la manipulación que ejercia Cage, como representante de los medios, de la virtualización de la realidad. No deja de ser sugerente que en principio parezca que está oculta en el interior de una presa (contenedor de agua, que impide que fluyan las aguas, como en Cage las emociones; en la proximidad se oscila, la proximidad sacude, agita; en la distancia se cree tener el control, se ensimisma en la imagen con la que se presenta).Y que se revele su guarida en el interior de un espacio de representaciones de realidad, un museo, el Louvre.
La otra omega, es el cuerpo real, el icono o representación que se hace cuerpo, Rita, aquella que le instruye para que adquiera las necesarias aptitudes y habilidades para maniobrar en y con lo real. En la intemperie en la que en cualquier paso es incierto y la muerte amenaza cada instante. 'Al filo del mañana', con diferencia, resulta la obra más potente y equilibrada de Doug Liman, artífice de mecanismos escasamente interesantes como la primera entrega de la Saga Bourne, 'El caso Bourne' (2002), Mr y Mrs Smith' (2005) o 'Jumper' (2008). Pareciera más bien realizada por uno de los guionistas, Christopher McQuarrie, si consideramos la estimulante obra que realizó con Cruise de protagonista, 'Jack Reacher' (2013), y con quien rueda la quinta parte de 'Misión imposible'. Resulta modélicamente dinámica con una progresión narrativa admirable, en la que juega hábilmente, valga la paradoja, con las variaciones con la repetición, primero haciendo ingenioso uso del humor, después jugando con mordacidad con breves montajes secuenciales que reflejan las sucesivas y rápidas nuevas muertes de Cage, por su impericia, en ocasiones en la misma instrucción, y posteriormente añadiendo, de modo sútil, un hilo emocional que se va densificando, a medida que se densifica la relación con Rita, es decir, a medida que entra en relación con el Otro ya como cuerpo, voluntad y emoción real y no representación.
Hay algún crítico estadounidense que ha cuestionado su beso en el momento previo al enfrentamiento final desenlace, como si fuera un postizo que paga peaje a la convención del romance de pareja heterosexual, considerando que él ha vivido varias veces ese día, y la conoce más, y ella sólo uno, ya que no recuerda como él los vividos. Pero no me parece cuestión de verosímiles sino de coherencia poética. Es el gesto que ya sella su transformación, su aproximación a lo real. Resta eliminar a sus fantasmas, a sus sombras. A la vez que es herido de muerte por el alfa logra matar a la mente colmena de la omega, como una cadena secuencial (los fragmentos se recomponen; en la realidad, la configuración de lo real, la relación con lo real, los nexos se establecen confrontados con lo incierto). Por eso, en el reencuentro en la estupenda secuencia final él sonríe cuando ella le saluda sin reconocerle. Ahora ya está inmerso en la incierta realidad en la que navega con sus emociones para conectar con las de los otros, con lo incierto de las posibles derivas o direcciones en las relaciones con los otros, y aún más con la mujer con la que siente que puede establecer una conexión excepcional. Y esa incógnita es la cautivadora aventura de lo real.
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